Esa oquedad que crece entre dos generaciones

Esa oquedad que crece entre dos generaciones

La frustración ante la imposibilidad de entrar en sintonía con el otro

01 Marzo 2015

NARRACIÓN

LOS CANSADOS

MICHELE SERRA

(Alfaguara – Buenos Aires)

Cuentan que en 1919, agobiado por los fantasmas de su atormentada niñez, Franz Kafka decidió escribirle una carta a su padre, Hermann, con la intención de recriminarle su trato abusivo e hipócrita hacia él. Pero la tarea no fue sencilla.

En realidad, el autor de La metamorfosis tardó varias semanas en terminar la misiva y hasta estuvo a punto de abandonar la tarea porque no sabía cómo describir ese abismo generacional que lo separaba de su progenitor. Cuando concluyó, la carta tenía 103 páginas y estaba repleta de anotaciones al margen y pequeños dibujos. Se había convertido en un retrato descarnado de una parte de su vida.

Sin embargo, por esas vueltas del destino, el padre de Kafka jamás llegó a leerla y el mundo la conoció medio siglo después.

Como Kafka, pero al revés, el italiano Michele Serra también se propuso bucear en esa oquedad creciente que separa a dos generaciones, esta vez a partir de la crítica de un padre hacia su hijo. El chico en cuestión -el chico del libro- representa a una generación (una “tribu” la llama el autor) para la que se han acabado las letras del abecedario y que se mueve del sofá a la cama en compañía de un aparato electrónico. “¡Ay si Darwin viera para qué han quedado los pulgares oponibles!”, reflexiona Serra.

Es una generación típica del siglo XXI; “los cansados” a los que alude el título; una generación que el padre, educado en una cultura solidaria que valora el esfuerzo, no puede comprender ni aceptar.

Con una prosa sencilla que remite a Kurt Vonnegut, Serra no sólo esboza el retrato del hijo y de aquellos a los que éste representa, sino que también -y sobre todo- pinta en cuerpo y alma a unos progenitores desengañados y perdidos que no saben cómo entrar en comunión con sus hijos. Sí, porque el texto de Serra, concebido como un largo monólogo, es en definitiva como la carta del Kafka: una gran frustración ante la imposibilidad de entrar en sintonía con el otro.

La brevedad de la edición se conjuga, además, con otro aspecto bastante inusual para la literatura actual: la honestidad del narrador. Por eso, aunque la editorial se empeña en encorsetar a Los cansados en el género novela, el libro es mucho más que eso. Es en realidad una narración que tiene algo de pedagogía, un poco de autobiografía, mucha reflexión y casi nada de ficción. Y su lectura puede irritar y divertir tanto a los padres como a los hijos. Es, en este sentido, un libro de amplio espectro. Como la penicilina. E igualmente efectivo.

© LA GACETA

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Gustavo Martinelli

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