Por Carlos Páez de la Torre H
20 Febrero 2015
MISIVAS CON TRISTEZA. Página del comienzo de una de las cartas particulares que guarda el archivo de Abascal la gaceta / archivo
Hoy se cumple un nuevo aniversario de la gloriosa batalla de Salta, librada el 20 de febrero de 1813. Entre la correspondencia del virrey del Perú, José Fernando de Abascal, en el Archivo de Indias, se conserva un par de cartas de anónimos soldados del ejército realista, escritas la misma noche del 20.
Una de ellas, firmada por un tal Pablo, (con letra muy trabajosa y pésima ortografía), iba dirigida a las “niñitas de mi corazón y todo mi amor”, a Jujuy. Narraba que “hoy día de la fecha hemos sido batidos por los porteños”, y que la Providencia “me ha guardado” después de “cinco horas de acción, la más furiosa que se puede imaginar, y no pude romper para la ciudad sino por en medio de los enemigos y sobre un diluvio de balas, de modo que hasta me llevaron el sombrero”. En la ciudad “nos hicimos fuertes por bastante tiempo hasta que nos vimos en la precisión de capitular y salir libres con los soldados que han quedado de los que no sabemos aun cuántos hayan muerto”.
Otra, también fechada en Salta el 20, estaba dirigida a “mi señora doña Juliana de Ansoleaga, Potosí”. Decía, a su “hija y esposa de mi corazón”, que “nuestra vanguardia ha perdido del todo su nombre y existencia con el último ataque furioso que nos dieron los contrarios a orillas de esta ciudad. Todo, todo se ha perdido por la superioridad de sus fuerzas y debilidad de las nuestras que nos desampararon vilmente”.
Agregaba que “en medio de este desgraciado suceso, hemos logrado una capitulación”.
Le informaba que “duró tres horas la función”. Había sido herido de “un balazo en el lagarto del brazo izquierdo, que me lo horadó como a otro lado sin daño alguno, y no es cosa de grave cuidado”.
Una de ellas, firmada por un tal Pablo, (con letra muy trabajosa y pésima ortografía), iba dirigida a las “niñitas de mi corazón y todo mi amor”, a Jujuy. Narraba que “hoy día de la fecha hemos sido batidos por los porteños”, y que la Providencia “me ha guardado” después de “cinco horas de acción, la más furiosa que se puede imaginar, y no pude romper para la ciudad sino por en medio de los enemigos y sobre un diluvio de balas, de modo que hasta me llevaron el sombrero”. En la ciudad “nos hicimos fuertes por bastante tiempo hasta que nos vimos en la precisión de capitular y salir libres con los soldados que han quedado de los que no sabemos aun cuántos hayan muerto”.
Otra, también fechada en Salta el 20, estaba dirigida a “mi señora doña Juliana de Ansoleaga, Potosí”. Decía, a su “hija y esposa de mi corazón”, que “nuestra vanguardia ha perdido del todo su nombre y existencia con el último ataque furioso que nos dieron los contrarios a orillas de esta ciudad. Todo, todo se ha perdido por la superioridad de sus fuerzas y debilidad de las nuestras que nos desampararon vilmente”.
Agregaba que “en medio de este desgraciado suceso, hemos logrado una capitulación”.
Le informaba que “duró tres horas la función”. Había sido herido de “un balazo en el lagarto del brazo izquierdo, que me lo horadó como a otro lado sin daño alguno, y no es cosa de grave cuidado”.
Lo más popular
