Inconvenientes en el trayecto a Tafí del Valle

Inconvenientes en el trayecto a Tafí del Valle

Comprensiblemente, en cada verano Tafí del Valle se colma de tucumanos y forasteros, todos deseosos de disfrutar sus paisajes idílicos y de huir de la sofocación urbana. El viaje desde nuestra ciudad, de unos 120 kilómetros en total, se desarrolla generalmente por la autopista Tucumán-Famaillá y desde este punto, por la ruta 38, hasta Acheral. Allí se inicia la ruta 307, que conduce a Tafí del Valle.

La recorrida por el citado trayecto suscita en el viajero una serie de observaciones negativas, que resulta conveniente subrayar. La autopista exhibe deficiencias que hemos marcado más de una vez. En primer lugar, carece de esa división física entre ambas manos que es de rigor en tales carreteras, para impedir que los conductores crucen a cualquier altura, cuando quieran cambiar de dirección. Si no es posible colocar los “guardarraíles” reglamentarios a lo largo de todo el trayecto -como sería lo ideal- por lo menos deberían dividirse ambas manos practicando una profunda zanja, que impida el cruce arbitrario. Esto sin perjuicio de dejar, cada 500 metros, un paso debidamente acondicionado y señalizado, imitando los que existen (inclusive dotados de teléfonos públicos) en la autopista provincial que une Güemes con la capital de Salta.

No es el único inconveniente. La autopista carece peligrosamente de iluminación y de vigilancia. No la recorre constantemente, de ida y vuelta, un vehículo policial, imprescindible para una rápida y eficaz intervención en casos de atracos o de percances. Y la señalización deja mucho que desear, por lo escasa y lo poco visible. Quien regresa, por ejemplo, si no es un usuario habitual de la carretera, no tiene marcado con claridad, y bien visible de noche, el punto donde debe girar para su ingreso a la capital.

El conductor que se dirige a Tafí del Valle, ni bien encara la ruta 307 que asciende hacia el paraje, debe estar en guardia para evitar una colisión con los vacunos, equinos y mulares que de pronto cruzan por varios puntos de ese camino, con el enorme peligro que tal presencia significa. En múltiples oportunidades, hemos hecho notar dicho cuadro (que se reitera en el valle, en los alrededores del ingreso a El Mollar) sin que hasta la fecha se perciban soluciones. Ni qué decir que el riesgo se multiplica, por tratarse de un camino de cornisa.

Al llegar al monumento al Indio, resalta el pésimo aspecto de su entorno. Allí están instalados casas de comidas y negocios de artesanías. Las autoridades no han acertado el modo de imponer una distribución que atienda debidamente a la higiene y que dote de mayor atractivo estético a ese punto. No se sabe, por ejemplo, por qué no se demuele -o se rediseña- esa hilera de inconclusos boxes de cemento sin uso alguno, que se despliegan junto a la gran escultura que ejecutó Enrique de Prat Gay en 1942.

Por otro lado, no deja de ser lamentable que, en cada piedra y cada muro del trayecto, esté pintarrajeada, con enormes letras multicolores, la propaganda de alguna candidatura. Es algo que injuria el paisaje. El cese de tales pintadas debieran proponerse las autoridades y los partidos políticos, que con tanta frecuencia se proclaman defensores del patrimonio natural. Asimismo, resulta deplorable la cantidad de residuos -envases de plástico, papeles, restos de comida- que el público arroja irresponsablemente a la vera del camino. En fin, creemos que todos los aspectos enumerados, que distan de ser los únicos, debieran ser objeto de una inmediata corrección.

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