Cancino, el artesano todoterreno

Cancino, el artesano todoterreno

Su especialidad es la caja coplera. Pero Cancino también hace bombos, banquetas, y todo lo que salga del cuero y la madera

ARTESANO A TUS ARTESANÍAS. Manuel “El Ñato” Cancino mira por la ventana del taller donde ha transcurrido la mayor parte de su vida. LA GACETA/ FOTO DE ALVARO MEDINA ARTESANO A TUS ARTESANÍAS. Manuel “El Ñato” Cancino mira por la ventana del taller donde ha transcurrido la mayor parte de su vida. LA GACETA/ FOTO DE ALVARO MEDINA
30 Enero 2015
A Manuel “El Ñato” Cancino se lo encuentra siempre en el mismo lugar: en su taller, trabajando. Dentro de esa habitación, que forma parte de la casa donde vive, pasó la mayor parte de sus 80 años y está orgulloso de eso. Ni siquiera necesita salir a vender la inmensa variedad de artesanías que es capaz de crear. Por el contrario, la clientela se acerca sola a ese rincón de Las Carreras (bautizado como “La Oyadita”) para observar la producción de los últimos días y hacer compras.

“Hasta ayer tenía esto lleno de cosas, pero esta semana vinieron turistas y se llevaron todo”, dice “El Ñato” mientras señala una sala vacía. Es una tarde gris y la observa a través de la ventana de su taller que le ofrece una vista envidiable de los cerros. Con una mano sostiene un pedazo de madera y con la otra alza el taladro, que cada tanto interrumpe la conversación. “Estoy haciendo los barrotes para unas banquetas”, explica Cancino.

El artesano trabaja sin parar desde la juventud. Cuenta que aprendió a fabricar muebles a los 17 años mientras observaba a su papá concentrado en la misma tarea. “A mí me gustaba mirarlo”, recuerda con cierta melancolía.

También escritor
Cancino fabrica todo tipo de muebles con cuero y madera. Sin embargo, aclara que su producto estrella es la caja coplera seguida por el bombo. Y cuenta entre su clientes a reconocidos músicos folcloristas de distintas provincias.

Pero “El Ñato” también es un amante de su tierra y sabe aprovechar el conocimiento que tiene de su lugar para ganarse la vida. “A veces me voy a los cerros y busco yuyos para vender”, cuenta. Inmediatamente enumera que esas plantas son capaces de curar dolencias de garganta, muela, cabeza, huesos y hasta insomnio.

Enamorado de su trabajo y de sus montañas, se levanta cada mañana con el sol. Su esposa Rosa Tabella le ceba unos mates y pronto retoma sus labores en el taller. “Cuando me toca tejer, me quedo hasta la una o dos de la mañana”, destaca. Así pasa sus días “El Ñato”, en la paz de su casa y agradecido por lo que le tocó.

“Me encanta vivir en Tafí del Valle; anduve mucho en otras provincias trabajando, pero aquí es lindo por la tranquilidad. Uno no está pensando que va a venir alguien a hacerle algo malo”, reflexiona Cancino.

Antes de despedirse y de retomar esa banqueta que dejó a medio hacer, especifica que las de artesano no son sus únicas virtudes. Con una sonrisa pícara asegura: “también soy cantor, payador, verseador, y escribo cartas amorosas y de despedida: hasta podría hacerla llorar”.

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