Personajes urbanos en medio de la anarquía

Personajes urbanos en medio de la anarquía

Un joven treintañero subió a un taxi. El vehículo estaba estacionado en una esquina de Barrio Norte, en la capital provincial. Ocupó el asiento del acompañante, sin prestar atención a quién conducía el vehículo que lo trasladaría al trabajo, pero consciente de que encararía el tránsito caótico de todos los mediodías de la ciudad.

“Vea, ese agente municipal comienza a trabajar a esta hora, después de una mañana sin hacer nada. Ahora querrá hacer la ‘diferencia’ del día”, salió la queja desde el asiento del conductor. La actitud de ese inspector tiene íntima relación con la anarquía que se aprecia en las calles de San Miguel de Tucumán, donde más de un 60% de las multas registradas fue por estar mal estacionado, según referencias oficiales de los últimos años.

En ese momento, el joven no evitó encarar la conversación con el chofer del taxi, rompiendo la reacción común de pasajeros cada vez que se suben a los móviles. Cambió el ángulo de su cuerpo y acompañó la charla.

-¿Eso hace?, le preguntó al taxista.

-Uno ve muchas cosas en la ciudad; muchos conductores que no respetan las leyes, respondió.

-Hay mucha imprudencia en la calle; gente que quiere sacar ventajas de las cosas para beneficio personal, sin importar que perjudica a otras personas, acotó el joven.

A pesar de cruzar pocas palabras y con contadas cuadras recorridas, entre ambos se generó un diálogo con confianza. El tachero habló pero sin dejar de prestar atención al recorrido. El pasajero tampoco dejó mirar al frente y estuvo atento a cualquier maniobra indebida de algún vehículo.

“Manejo un taxi, pero también escribo poemas. Soy el tachero poeta”, se bautizó el conductor de unos 60 años. “Con una canción folclórica navideña, en el año ‘91, recibí un premio. Vivía en ese momento en Monteros. Después recorrí el sur (de la provincia) junto con un compañero, cosechando galardones con el (mismo) tema”, se jactó.

A partir de ese momento, la charla tuvo un solo dueño: el “tachero poeta”. Y el eventual pasajero pasó a ser un espectador. Recitó: “Hoy hablé con Dios para contarle de mis penas, de las cosas de este mundo que a veces las hallo sin razones (…) Quiero ver un mundo diferente donde no haya guerra ni olvido, donde reine la paz y el amor…”.

El viaje se extendió lo que duró la representación del chofer, ni más ni menos.

“Necesito de ti, Dios/ Dios/ Para poder amar, para poder vivir necesito de ti”, cerró.

Y se despidieron.

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