Simple y de larga duración

Simple y de larga duración

Algunos son largos. Otros cortos, muy cortitos. A veces basta con un pequeño roce. Otras, es fundamental estar un buen rato juntos. Hay quienes se quedan con un sabor amargo, pero también están los que disfrutan de tanta dulzura. No faltan los que son por compromiso y están lo que se gozan porque contagian pura pasión. ¿Para qué sirven? ¿Cuánto duran?

Para sorpresa de los transeúntes de las 8 de la mañana la parejita seguía besándose desde hacía rato sobre el cordón de la vereda oeste de 25 de Mayo al 300. Finalmente, se separaron. Ella partió hacia calle San Juan y él se fue hacia el sur. Vaya a saber cuándo volverían a verse. Ella desparramó una sonrisa. Él miró para arriba y empezó a caminar lentamente. Unos metros antes de cruzar San Martín, metió la mano en su bolsillo. Sacó su celular y empezó a hablar por teléfono.

¿Cuánto dura un beso de despedida? “Lo suficiente”, diría un psicólogo. “Dos minutos cuarenta segundos”, arriesgaría un ingeniero. “Ocupa 25 cm. cuadrados de nuestro espacio”, sugeriría un arquitecto. “Para qué, quién y por qué quiere saber”, preguntaría y repreguntaría un periodista. “Hagamos una demanda”, propondría un abogado…

El beso de despedida forma parte de la rutina como la respiración. No lo vemos hasta que se hace presente. Y lo llevamos hasta la próxima vez, hasta la vuelta. Es la energía diaria. No tiene “modo avión”. Es una batería inagotable, simple y de larga duración.

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