Sólo el secuestro y las torturas recuerda de su adolescencia

Sólo el secuestro y las torturas recuerda de su adolescencia

“Nunca más seré esa jovencita risueña que no tenía idea que había gente con ese nivel de crueldad”, relató S.A.R. ante el TOF Una testigo declaró los abusos entre 1975 y 1977; tenía 15 años cuando la detuvieron

CENTRO CLANDESTINO. En la causa se investigan delitos contra 39 presos políticos cometidos en Villa Urquiza. FOTO DE TRIBUNAL ORAL FEDERAL CENTRO CLANDESTINO. En la causa se investigan delitos contra 39 presos políticos cometidos en Villa Urquiza. FOTO DE TRIBUNAL ORAL FEDERAL
13 Diciembre 2014
S.A.R. pasó en pocas horas de jugar y charlar con sus amigas a estar secuestrada y ser sometida a torturas y abusos sexuales en “La Escuelita de Famaillá” y, luego, a ser alojada en la Jefatura y la cárcel de “Villa Urquiza”. “No podía entenderlo. De pronto estaba sometida a ese espanto irracional”, lamentó ante el Tribunal Oral Federal (TOF) en el contexto de la megacausa que juzga los delitos de lesa humanidad cometidos en la penitenciaría contra 39 presos políticos durante el terrorismo de Estado.

S.A.R. está entre las víctimas más jóvenes al momento de los hechos en prestar declaración en el transcurso de los 10 juicios de derechos humanos celebrados en la provincia. “Tenía 15 años, 4 meses y 14 días, el 24 de noviembre de 1975, cuando me arrancaron de mi casa en el barrio Modelo, donde estaba durmiendo con mi papá y mi mamá. Era alumna del Colegio San Miguel y practicaba deportes”, precisó.

Relató que un desmedido operativo irrumpió la tranquilidad del barrio. “Mi madre alcanzó a abrir la ventana y una ametralladora ya la estaba apuntando. Entraron Marcos Hidalgo (director del penal), Roberto Albornoz y personas con el rostro cubierto. Mi papá, que era taxista, los reconoció. Fue rápido”, identificó. Tras ponerle una venda en los ojos, le ataron las manos y la subieron a un auto en el que la condujeron a la Jefatura. “El ingreso fue de una violencia inusitada. Estaba en una habitación grande, donde había un reflector y una persona me preguntaba por nombres que no conocía. Yo no tenía idea de quiénes eran los dirigentes azucareros o gremiales ¡No conocía personas de 40 años! Siempre estuvieron Hidalgo y Albornoz. Una mujer, cada vez que se le ocurría, me golpeaba”, rechazó.

“La escuelita”

Tres días más tarde fue trasladada a Famaillá donde, afirmó, fue tratada aún con mayor violencia y en compañía de otros detenidos. Al igual que relataron otras personas que pasaron por ese centro, afirmó que la dejaron primero en una galería y que luego la hicieron pasar a un aula, donde la desnudaron y le pusieron una venda más “profesional”. “Esa noche, mientras me la ataban, me decían que estaba un lugar en el que tenía que colaborar y que cualquier cosa que intentara me iban a volar la tapa de los sesos. Esa fue mi bienvenida a ese lugar del que jamás me pude olvidar”, recordó con dolor. Consignó que inmediatamente, le pusieron un número en la venda, por el que la llamaban.

“La mañana comenzó con música fuerte. Nos sentaron al sol. Tenía hambre y sed. Fui llevada a la cama de tortura. Me desnudaron, ataron con alambres al camastro y comenzaron a aplicarme electricidad en la sien y los pechos. El dolor era tan intenso que mi cuerpo se retorcía. No podía respirar. La venda se aflojó y pude ver a hombres vestidos de verde. Es doloroso y angustiante”, dijo quebrada. Recordó que la tiraron en el piso y que estaba exhausta, pero podía escuchar los gritos de otros secuestrados. También, a otras víctimas delirando. Los 15 días que pasó allí padeció todo tipo de maltratos, inclusive, sexuales.

“La mayoría de las mujeres eran violadas. Sobre todo, se ensañaban con las embarazas. (...) Muchos años yo no lo conté, no lo dije. Era como que no me había pasado. Fue muy fuerte, violento y triste. Nadie tenia derecho a hacer conmigo lo que hicieron”, repudió. S.A.R. fue llevada luego a la Jefatura y, de allí, a las cárceles de Concepción, Villa Urquiza y Devoto.

En febrero de 1976 entró a Villa Urquiza, al sector especial en el que fueron confinadas las detenidas. Memoró que cada noche llegaban nuevas internas y que pasaban días enteros tomando sólo mate cocido. Remarcó que le extrañó una conducta que tenían algunas de ellas, que habían pasado por centros clandestinos: para dormir, se colocaban vendas. “Era como que habían estado tanto tiempo con los ojos cerrados que era la única forma en que conciliaban el suelo”, explicó.

La adolescente fue liberada cuando tenía 17 años. Como afirmó que en su colegio no la aceptaron, tuvo que terminar de estudiar en Jujuy. “Nunca más tendré 15 años ni seré esa adolescente risueña que no tenía idea de que había gente con ese nivel de crueldad. Mi deseo es que esto nunca más suceda. Quiero que se haga justicia. Nada más”, concluyó quebrada.

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