Sentir o no sentir
14 Diciembre 2014

Por Rogelio Ramos Signes - Para LA GACETA - Tucumán

¿Qué es el arte? Para quienes quieran encontrar una respuesta a esta pregunta (una de esas respuestas con los pies sobre la tierra) esto es sencillo: basta con abrir un diccionario y buscar la palabra “arte”. Allí, aproximadamente, nos informarán que arte es el concepto que encierra las creaciones realizadas por el ser humano para expresar una visión perceptiva del mundo, ya sea real o imaginario. Pero el arte, si tal cosa existe, encerrado en la frialdad de una definición no pasaría de ser un simple mecanismo.

Hablemos de una actividad, en todo caso, que desde sus orígenes hasta hoy ha ido mudando según cada época que le tocó atravesar y sintetizar, sin perder su carácter ritual. Es el peso de ese símbolo lo que convierte cada obra en un verdadero palimpsesto, en un eslabón más dentro de esa necesidad que tenemos de exteriorizar algo. Arquitectura, música, literatura, pintura, y todos los derivados que cada lenguaje se permita, serán homenajes encubiertos a los animales pintados en las paredes de una cueva, a la imitación del canto de las aves, a la repetición de una historia que cuando llegó a nosotros ya era repetida, a la piedra que sobre otras dos piedras le dio cobijo a nuestros ancestros.

En todo caso convengamos que esas exteriorizaciones responden a una necesidad, casi siempre compulsiva, que alguien vuelca en códigos abstractos para comunicar un estado de ánimo. Pero como los códigos no son descifrados por la totalidad de los receptores, el mensaje tiende a encriptarse y alguien funda el “concepto de arte”; algo para entendidos. Y me pregunto: ¿qué hay que entender?

Ése suele ser un interrogante que esgrimimos ante lectores que aseguran no entender la poesía, por ejemplo. ¿Qué hay que entender? repetimos. Nada hay para entender, solamente hay que sentir o no sentir. ¿Alguien puede explicar un paisaje? ¿Alguien puede explicar fríamente porqué una melodía, producida por un lenguaje tan abstracto como el de la música, puede llegar a conmovernos?

Después, por supuesto, vendrán las teorías que explicarán esto y aquello; y con las teorías llegarán los especialistas que las produjeron. Y el arte, que era una necesidad mayor (sin nombre, sin supuestos, sin laberintos) pasará a ser una expresión selectiva.

Si fuese posible

Ya se sabe que cualquier conocimiento específico que tengamos de una disciplina nos hará gozar más intensamente de sus frutos. Si al plano sensual (primer contacto con la obra) y al plano expresivo (segundo contacto), le agregamos alguna sustancia inherente a esa disciplina, la experiencia será mucho más placentera. Aaron Copland lo explicó con exactitud refiriéndose específicamente a la música, aunque bien puede hacerse extensivo a otros lenguajes artísticos. Si bien Kant nos inculcó, de una vez y para siempre, la idea de que “bello es lo que, sin concepto, place”, creo que podemos agregarle algún condimento personal a su máxima, sin faltarle el respeto al filósofo prusiano.

A esta altura de mi titubeo me siento proclive a suponer que el arte existe, que es inabarcable (nadie puede meter un pájaro descomunal en una pequeña jaula), que es parte constitutiva del ser humano y que es buena compañía. Me resisto a aceptar que solo sea un acontecimiento estilístico. Sería como decir que el aire es la mezcla homogénea de oxígeno y nitrógeno, y nos conformáramos con eso. Parado en esta encrucijada, no puedo sublimar algo que es fruto de una necesidad y sostener que el arte es una “emanación moral”. Tampoco puedo, aunque sí esté de acuerdo, suscribir la contundencia de Picasso cuando dice que “el arte es la mentira que nos permite comprender la verdad”. Por eso es que debo confesar que no sé si puede definirse el arte; pero algo me dice que, si eso fuese posible, perdería su encanto... al menos para mí.

(C) LA GACETA

Rogelio Ramos Signes - Novelista, ensayista, cuentista y poeta.

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