El arte de definirlo
14 Diciembre 2014

Por Marcelo Gioffré - Para LA GACETA - Buenos Aires

Hasta el 1400 el arte era anónimo: las pinturas de la cueva de Altamira o el Príncipe de los Lirios de Creta no tenían autor. Se sabe por ellos que los hombres que vivían en Cantabria en el Paleolítico superior cazaban venados y que la civilización cretomicénica fue muy refinada. Ese artista anónimo era básicamente un testigo de su época y de su lugar: primera nota distintiva.

La segunda etapa tiene firma en las obras y se caracteriza por la aspiración mimética. De Tiziano a Goya lo importante es que la copia sea lo más parecida posible al original, es el auge del segundo rasgo: la técnica. Sin embargo, ¿qué distingue a un buen pintor de un gran artista en los términos de este modelo mimético, además de ser un testigo de su época y de su lugar? Una cosa era pintar un paisaje en la Argentina en 1900 y otra muy distinta en 1960. Entonces: originalidad. Tercer rasgo.

El impresionismo marcó un cambio de estrategias: Manet, Monet y Renoir inician esta torsión y, por fin, Van Gogh y Gauguin llevan al límite la ruptura. Cesa la intención mimética: quieren que el espectador no dude de que lo que está viendo es una obra de arte y no la realidad, que se noten las pinceladas. La técnica ya no debe servir para imitar la realidad sino para fracasar en su imitación. ...pasa a pág. 3

viene de pág. 1... 1917 es una fecha fija: Marcel Duchamp pone un mingitorio en el centro de una galería. Ready made. Ya está hecho. Algunos dicen que fue un chiste. Se equivocan. Testimonio porque le puso la tapa a toda una época, fue una definición de filosofía del arte. Su técnica fue la no técnica. ¿Para qué imitar la realidad si la realidad misma siempre será superior a su desvanecida imitación? Por eso Duchamp, coherentemente, abandona la pintura y se dedica a jugar al ajedrez. Y de la muerte de la segunda etapa se abre un delta de posibilidades: abstracción geométrica, expresionismo abstracto, concretismo, neofiguración, pop, arte conceptual, surrealismo, arte cinético, opt-art, arte póvera, arte destructivo, instalaciones, videoinstalaciones, performances y fotografía.

Disparate epistemológico

Como esos arqueólogos que rastrean pequeñas piezas milenarias con palas enormes, algunos resuelven este big-bang del arte contemporáneo de un modo brutal: dejan afuera de la definición de arte todo lo que no les gusta. El lecho de Procusto llevado a la filosofía: no amoldan la definición a la producción artística sino que amoldan la producción a su definición. Un dogmatismo que podrá servir para fundar una secta pero que constituye un disparate epistemológico. Este nuevo escenario plantea el problema cuando entre una cosa que se llama a sí misma arte y otra que ostensiblemente no lo es no median diferencias perceptivas evidentes. ¿Qué diferencia hay entre una caja de jabón en polvo del supermercado y una Brillo Box firmada por Andy Warhol? ¿Qué ocurre con la Merda d’artista de Piero Manzoni o con una fotografía?

Más allá de que cuanto menos diferencia perceptiva presente una obra con un objeto común –y por ende menos técnica en su factura– más deberán extremarse las notas de testimonio y originalidad, surge un cuarto rasgo para reorganizar la definición de arte en épocas de reproducción mecánica. Supongamos que entran ladrones a una casa y roban tres obras de arte: una pintura de Antonio Berni, una foto de Marcos López y una videoinstalación de Ananké Asseff. ¿Qué se llevaron los ladrones? En cuanto al Berni claramente se llevaron una obra de arte única. En cuanto a la videoinstalación no hay duda de que no se llevaron nada, pues lo que corría en el televisor era una copia grabada en un pen drive, no la obra, que es la unión de un master y una certificación. En cuanto a la foto de Marcos López está en el medio, pues se llevaron una copia pero no la certificación, con lo cual el ladrón y el coleccionista asaltado tienen cada uno partes complementarias que desunidas no valen nada. Damos cuenta así del cuarto rasgo legitimante, el más novedoso, que completa –en las obras seriadas– la noción de arte: la validación jurídica.

(c) LA GACETA

Marcelo Gioffré - Escritor y periodista.

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