“Daniel de las Masas” endulza festivales de todo el país

“Daniel de las Masas” endulza festivales de todo el país

Hace 35 años que vende cubanitos con dulce de leche en los festivales de Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y el litoral. Artistas como Soledad o El Chaqueño Palavecino siempre lo invitan al escenario

CUBANITOS FAMOSOS. Daniel es reconocido por artistas de todo el país. En esta foto, junto a Flavio Mendoza. fotos tomadas de facebook.com/daniel.cubanitosmasas CUBANITOS FAMOSOS. Daniel es reconocido por artistas de todo el país. En esta foto, junto a Flavio Mendoza. fotos tomadas de facebook.com/daniel.cubanitosmasas
El aroma a dulces se respira desde afuera de la casa. El frente es sencillo: una puerta y dos ventanas. Sobre la vereda hay una vieja camioneta estanciera. Apenas ingresamos nos damos con una pequeña pieza de paredes pintadas de celeste y adornadas con fotos. Allí está la cocina, una mesa con cuatro sillas, una cucheta y un escritorio con una computadora. De repente entra él y rompe el silencio con su voz grave. Su nombre es “Daniel de las Masas”. Así se identifica este hombre de 59 años, un concepcionense que recorre desde hace más de tres décadas los festivales de todo el país con sus tortas, masas y cubanitos. Es tan conocido en ese ámbito que los artistas siempre lo invitan al escenario para decir unas palabras al público y ofrecer sus exquisitos productos caseros.

Según su documento, se llama Daniel Rafael Martínez. Nació en Concepción y vive junto a su familia en el barrio Colegiales. En su dormitorio guarda sus tesoros más preciados: son más de 70 coloridos y llamativos trajes con los que sale a trabajar. Lo acompañan también su encantadora sonrisa y la bandeja repleta de conitos con dulce de leche.

Daniel es un hombre de muchas palabras. Siempre está buscando llamar la atención y convencer. A fin de cuentas, de eso vive un vendedor. La clave de su éxito, según cree, es la simpatía, el buen humor y la facilidad para entablar una conversación. Todo lo que sabe lo ha aprendido en la calle, su mejor escuela y casi su casa, explica.

Anécdotas

Martínez fue un buscavidas desde muy pequeño. Trabajó de lustrabotas, de mozo, de panadero y se dedicó a la venta de todo tipo de productos. Su historia está llena de anécdotas desde el día en que nació. “Yo fui un secreto. Mi mamá era muy chica. Tenía 17 años, así que decidieron que ella fuera mi hermana y me criaron mis abuelos”, cuenta con naturalidad Daniel. Su infancia transcurrió en una casa ubicada a sólo dos cuadras de la plaza Mitre, paseo principal de la Perla del Sur.

Cuando estaba por cumplir los 18 años decidió darle un timonazo a su vida y se mudó a Buenos Aires, donde vivía uno de sus hermanos. Allí se inició y pulió su trabajo como vendedor ambulante. “Un día iba en el colectivo, subió un vendedor y me gustó cómo hablaba. Le empecé a pagar para que me enseñara el oficio. Y así aprendí mucho”, recuerda.

Al volver a Concepción, en el año 78, consiguió empleo en una heladería y allí fue que entró en contacto con la producción de dulces artesanales. Y con los trajes de colores. “Generalmente los mozos usan camisa blanca y pantalón negro y pasan desapercibidos. Yo decidí vestirme de bordó y así llamaba la atención. Todos se daban vuelta a mirarme”, cuenta Daniel, mientras expone sobre las sillas más de una docena de esmóquines de diferentes colores que diseña una modista del barrio donde vive. Hay desde verde, turquesa y fucsia hasta blancos, rojos y dorados. Elige el color del traje de acuerdo a la ocasión. Le encantan los sacos de brocato y siempre los acompaña con camisas al tono, moño, gemelos, medias de seda y zapatos de charol.

“A mí esta indumentaria me ayuda a vender. Nosotros los vendedores callejeros también tenemos que usar el marketing”, explica este comerciante nato, que en los festivales llega a vender entre 4.500 a 5.000 cubanitos y masas por noche.

La producción de dulces le costó a Daniel un dedo de su mano izquierda. Una tarde, mientras manipulaba una máquina, se accidentó. Pero él no lo lamenta. “Todo tiene sus costos”, evalúa.

Daniel recuerda que hace 35 años salía a vender sus productos casa por casa, bandeja en mano. Sus primeras masas fueron saboreadas en fiestas religiosas en los pueblos del interior de la provincia. Poco tiempo después saltó a los festivales de Córdoba, de Santiago del Estero, de Tucumán, de Salta y del litoral, entre otros. Nunca tiene descanso, mucho menos en vacaciones. Con su mujer Mary (su compañera de toda la vida y madre de sus dos hijos) recorren miles de kilómetros en su camioneta estanciera Ika modelo 65 hasta llegar adonde el calendario de espectáculos lo indique.

“Casi nunca falté a un festival en 35 años. La gente ya me conoce y espera probar algunas de mis exquisiteces”, cuenta, y muestra los premios que recibió en las distintas fiestas, como personalidad destacada. Los presentadores de festivales también lo reconocen adonde va, al igual que artistas consagrados como Soledad, El Chaqueño Palavecino o Los Carabajal. “Con ellos tengo una relación de amigos. Nos conocemos de años y siempre me dan una mano”, detalla Daniel.

Es un hombre agradecido. Y habla de sus sueños: “quisiera tener mucha plata para ayudar a la gente que lo necesita”. Mientras lucha por ese anhelo, cada vez que viaja su corazón solidario va regalando dulzura: siempre lleva tortas y masas para sortear y para entregar a los que no tienen dinero para comprarlas.

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