Una cola, el camino para conseguir la entrada al Monumental

Una cola, el camino para conseguir la entrada al Monumental

Los sueños detrás de la espera para ver al "Decano"

Una cola es una cola. Nadie puede discutirlo. Por eso en otros países prefieren llamarle línea o fila y de esa manera logran diferenciar algunas partes anatómicas de la siempre insufrible e insoportable espera para llegar a algo. Esta mañana –como ayer durante todo el día- la cola empezó a estirarse desde las 9. Las puertas de Pálpito de Junín casi esquina Corrientes se abrían a las 10, pero los madrugadores y desvelados prefirieron ir haciendo cola.

En las colas se habla de todo. Se le cuenta intimidades a quienes no conoce y se sincera inesperadamente. En menos de una hora se oyen las frases más curiosas.

Está el que anoche pasó la fiesta con los amigos y no se acuerda ni del nombre de los jugadores: “No me importa quien juegue hoy; hay que ganar”, repite como si esa frase fuera el estribillo de su monotema: “Cómo tomamos anoche”. “El gordo no sabía quién era. Claro, después nos dimos cuenta que tomaron Gancia, Fernet y los vinos de siempre”, explica. “¿Había otras cosas?”, pregunta en tono normal el compañero de cola. “¿Cómo qué? ¿Cajitas para darse?”, insiste. “No había nada o por lo menos a mi nadie me convidó”, responde el más locuaz.

Más atrás está el empleado de un conocida tienda céntrica que dice: “Estan locos mis compañeros: se tomaron todo. Cinco cajones de cervezas y después se volvieron locos. Me rompieron las copas, platos”, comenta el rubio grandote con cara de desvelo. “Todavía no dormí y para peor el tonto este que ya es grande y pesado no se le ocurrió otra cosa que esconderme el celular y no tengo cómo llamarlo para saber dónde lo puso”, le explica a su compañero de fila y le pide que le saque la entrada. “Vamos a la Bolivia, en la Chile está llena de “pendejos” y está medio pesada. Yo me voy a dormir, despertame a las 4 y vamos a la cancha”. Le agradece y se va.

El partido no ha empezado todavía, es la noche que se estira en los comentarios. Está el grupito que analiza lo que vendrá, pero antes se lamenta: “yo creía en el Chulo y mirá todavía como estamos”. “Yo le tengo fe al árbitro. No nos puede fallar”, le acota su compañero matutino.

La cola empieza a moverse y de pronto sale un hombre de espaldas anchas y voz más gruesa que su abdomen: “Separen el sencillo. Si no tienen vayan a buscar porque si no, no hay entradas”. Obvio, todos obedecen. Sería un buen ministro de Economía para frenar la venta de dólares.

La cola, que pierde integrantes que se van con la entrada en la mano y la ilusión en el corazón, no se achica, al contrario se agranda y las ocurrencias también se multiplican.

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