De a poco, desentrañan el misterio de Esteco II

De a poco, desentrañan el misterio de Esteco II

A 180 kilómetros de Tucumán, en la localidad de Río Piedras, departamento de Metán, arqueólogos del Conicet y de la Universidad Nacional de La Plata avanzan en las excavaciones para desenterrar un fuerte que se hallaba en el centro de la legendaria ciudad perdida de Esteco II. Un hito en la investigación del pasado colonial del NOA

De a poco, desentrañan el misterio de Esteco II

La mítica ciudad de Esteco II del siglo XVII, ubicada en territorio salteño, va apareciendo de a poco. El trabajo de los investigadores del Conicet y de la Universidad Nacional de La Plata es lento pero firme. El objetivo es preservar todas las huellas coloniales que guarda bajo tierra.

Cada tanto, los medios vuelven sobre este rescate arqueológico que comenzó en 2005, y del que LA GACETA fue testigo en su momento. “Cuando hablamos de descubrimiento, lo hacemos en términos arqueológicos; es lo cotidiano. La existencia de la ciudad ya se sabía desde hace mucho tiempo, pero la confirmación del emplazamiento llegó cuando se hicieron visibles sus restos”, afirma Alicia Palacio, integrante del equipo que trabaja en la recuperación de Esteco, que hoy es una propiedad privada.

En estos momentos las labores en la localidad de Río Piedras, a 10 km de Metán, están paralizadas y protegidas con una cubierta especial para evitar que las lluvias de la época dañen los vestigios arqueológicos. Las tareas de los expertos continuarán a partir de mayo de 2015. A cargo del grupo está el licenciado Alfredo Tomasini, investigador principal y arqueólogo de la Universidad de La Plata.

Los avances
En diálogo con LA GACETA, Tomasini explicó que las excavaciones que están realizando en “distintos frentes” son muy cuidadosas para evitar la degradación, y que en total abarcan unos 30 metros cuadrados.

“Llegamos a más de un metro de profundidad, en donde se encuentra un sector del muro noroeste; hallamos una de las cuatro torres del fuerte que custodiaban la ciudad. El año pasado comenzamos las tareas de excavaciones en esos terrenos tomando como referencia esa torre o ‘punta de diamante’, como se le decía en esa época. Como hay un mapa fundacional, consideramos que la presencia del fuerte ocupó la plaza, en el centro geográfico de la ciudad, y sirve como punto de referencia para ubicar el cabildo, la iglesia y también parcelas otorgadas a los pobladores”.

¿Cuánto falta por excavar y qué tiempo llevará?, fue la consulta de nuestro diario. “No lo sabemos con certeza. Es lento, porque queremos preservar las estructuras. Llegamos a más de un metro y a más profundidad en otros tramos. Tendríamos que llegar hasta los dos metros, respecto del piso de la ocupación original, ya que en las excavaciones realizadas en la localidad de Anta (primer emplazamiento de Esteco) ese piso se encontraba a los dos metros, y acá sería menor. Respecto de los plazos, no hay tiempos…”

-Además de las tejas, cerámicas y utensilios del siglo XVII, ¿encontraron restos humanos?

- Todavía no. Estimamos que en la Iglesia matriz, a una profundidad mayor, podríamos hallar restos humanos. En esa época se acostumbraba también a enterrar los muertos en los terrenos de las iglesias.

En realidad, la respuesta viene a aclarar parte del relato del folklore popular. Según Tomasini, antropólogo que desde hace 14 años investiga el pasado colonial salteño -en especial la historia de Esteco-, esta era una ciudad en decadencia.

En el momento del terremoto (que según la leyenda no dejó “piedra sobre piedra”) no había una gran población. Quedaban apenas 15 o 20 vecinos, más unos 20 soldados que formaban la guarnición del fuerte, que resistió al sismo.

Primera visita
También se le requirió a Tomasini una opinión sobre la relación entre las actuales excavaciones y un lote preservado en un terreno privado, perteneciente al municipio de Río Piedras, cerca de El Galpón.

Allí, en septiembre de 2005, LA GACETA realizó un relevamiento -por entonces no se tenía certeza del emplazamiento de Esteco II- y confirmó que los restos de tejas, cerámicas y vasijas recogidos y analizados por profesionales del Instituto de Arqueología y Museos de la UNT, se remontaban a fines del siglo XVII.

“En ese lugar estuvimos casualmente en ese año, cuando se tomó la determinación de parar con un gran desmonte y preservar el lugar. La zona por donde anduvieron ustedes es parte de la ciudad perdida que buscábamos”, explicó Tomasini.

La metanense Palacio, quien conoce como pocos la historia de Esteco, apuntó que en aquel lugar de Río Piedras se logró además de la delimitación del terreno, el trámite de una ley de expropiación. Para ello, la semana pasada visitaron el lugar autoridades nacionales, con la promesa de un apoyo económico para recuperar esa parte de la historia colonial norteña.

“El sitio arqueológico es grande, ya que la ciudad llegó a tener 49 manzanas según el plano de la época. Hoy están preservadas unas 42 hectáreas. Ya excavamos parte de uno de los muros del fuerte, uno de sus torreones, una vivienda y lo que podría haber sido la iglesia parroquial”, resaltó Palacio.

Por su lado, Tomasini explicó que el fuerte de la ciudad de Esteco II fue identificado en 2011, cuando observaron cuatro montículos que formaban un cuadrado, unidos por terraplenes.

“Esto fue posible cuando el dueño de la finca nos dio permiso para provocar el incendio de los matorrales, que dejó al descubierto los restos arqueológicos”, remarcó el investigador.

“De manera que la existencia de Esteco II no es un misterio, ya que figura en muchos planos y relatos de la época. El enigma era el primer emplazamiento de Esteco, que fue en Anta”, concluyó.

La historia
Si hay alguna ciudad con una historia insondable, esa es Esteco. El relato es que por el siglo XVII era la más rica y poderosa de las ciudades del norte argentino y que estaba emplazada en el valle de Salta. Muy cerca del conocido Camino Real. Su población era muy orgullosa, déspota, mala e indecente. De pocos valores.

Estudiosos de la historia norteña dan cuenta que la primera ciudad se asentó al sur de El Quebrachal, en el departamento Anta, Salta. Se la conocía como Talavera de Esteco (Esteco viejo). Luego, en 1592, es trasladada a Nueva Madrid de la Junta por su decadencia comercial, por los constantes ataques de indios para liberar a sus pares que trabajaban como esclavos en las encomiendas, y por las enfermedades derivadas de su cercanía a una laguna.

En su último emplazamiento, la población se fusionó con la de la Villa de Nueva Madrid y así nació Talavera de Madrid de Esteco. Si bien los historiadores hablan de que avanzado el siglo XIX todavía los viajeros podían ver las ruinas de Esteco II, el predio nunca fue preservado. Dicen que muchos objetos de oro y de plata fueron saqueados, al igual que utensilios de distinto valor.

Hoy, los arqueólogos e investigadores del Conicet realizan excavaciones en el sitio donde se erigía la ciudad, que fue destruida por un fuerte terremoto el 13 septiembre de 1692. Y es este trágico hecho el que dio origen al culto del Señor y la Virgen del Milagro, devociones religiosas populares muy importantes del pueblo salteño y gran parte del Noroeste Argentino.

LA FAMA DE ESTECO

Todos los relatos sobre la población de Esteco son, en mayor o menor grado, coincidentes. En este caso, el escritor-historiador Carlos Jesús Maita (Rosario de la Frontera) cuenta que era una ciudad opulenta, con moradas lujosas y habitantes ricos que explotaban a los indios, y que se daban a placeres, vicios y depravaciones ofendiendo a Dios.

Rescata de los legados de la época que en Esteco había tanto oro que hasta una torre estaba hecha de este metal precioso y que las calles lucían empedradas con él. Sin embargo los indios esclavizados morían de hambre y los ricos tiraban el pan sobre el barro los días de lluvia para caminar sin mancharse los pies. Además se hacía allí grandes fiestas y orgías.

Por eso -recopilan otros historiadores-, sobre la babilónica opulencia de Esteco y su fama similar a las bíblicas Sodoma y Gomorra, cayó la ira divina con un sismo que “no dejó piedra sobre piedra”. Afirman que la ciudad colonial fue “castigada por Dios”, el 13 de setiembre de 1692, a las 10 de la mañana, cuando desapareció tras un devastador terremoto. Otros aseguran que el fenómeno duró tres días: entre el 13 y el 15 de septiembre.

Publicidad
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios