Política, narcotráfico y amor, en una historia que no da respiro

Política, narcotráfico y amor, en una historia que no da respiro

El protagonista es un ex combatiente de Malvinas que le debe fidelidad a un agente de inteligencia

 la gaceta / archivo la gaceta / archivo
30 Noviembre 2014

NOVELA

EL PUÑAL

JORGE FERNÁNDEZ DÍAZ

(Planeta - Buenos Aires) 

Uno no sabe, al comenzar la lectura de El puñal, qué pueden tener en común la preparación de un pescado, por un lado, y de la panceta ahumada, por el otro. Tampoco sospecha que Nuria, la protagonista femenina, será “menos sugestiva y sensual” sin la malicia que la ha caracterizado a lo largo de 450 páginas. Lo que sí se espera de Fernández Díaz, y se cumple, es que desde el inicio no haya respiro. El relato empieza a pura acción y así seguirá hasta el final. En el medio habrá un entramado de traiciones, fidelidades y abundancia de personajes muy disímiles entre sí. En las primeras líneas ya se entiende quién es Remil, a qué se dedica y por qué se va a enamorar de la enigmática Nuria. Lo que sorprende, en cambio, es esa mezcla de política, narcotráfico y amor. Sobre todo porque si bien Fernández ha demostrado con creces lo bueno que es para describir sentimientos, ahora agrega una veta política (acostumbrada para sus lectores de La Nación pero no para los de sus libros) que se vuelve fundamental en una historia escrita con un lenguaje que no reniega del periodismo.

“Ahora las columnas políticas las pienso como ensayos. Me veo como un escritor ensayístico y no como un mero periodista. Y cuando hago los otros relatos me siento haciendo aguafuertes sentimentales. No es petulancia. Porque muchas veces no lo logro. Pero mi objetivo es tratar siempre al periodismo con una mirada literaria. Si no hubiera sido periodista, no habría hecho este libro”, dirá el autor al hablar de El puñal.

Cruces

El relato lo hace el mismo Remil, un ex combatiente de Malvinas que le debe fidelidad a Cálgaris, un agente de inteligencia con los contactos suficientes como para que nadie le falte el respeto. Enseguida aparecerá la española Nuria, a quien se sigue de cerca. Y tras ella, los personajes vinculados a la política y al narcotráfico. Cada uno tendrá su descripción humana, territorio en el que Fernández se mueve como pez en el agua. Lo demuestra, por ejemplo, en una escena en la que el gremialista Rada está a punto de morirse en una clínica. A su lado, Remil le da conversación y en medio de la inminencia de la muerte comentan un partido del Barcelona visto por la televisión. “Te voy a confesar que esa escena, no exactamente en esos términos, fue como la de la última vez que hablé con mi viejo. No en términos tan crudos, pero fue así. Al otro día lo operaron y nunca se despertó del coma de 33 días y murió. Una sensación de que sabía que iba a morir y estaba mirando el partido, lúcido, en un camino de ida que se había terminado”, suelta Fernández al hablar de la figura paterna, lo que repite a través de otro personaje, Balduin, quien confiesa al hablar del suyo: “Un gran ausente, que siempre ha estado presente como una sombra (…). Severo. Muy severo. Exigiéndomelo todo. Fijate, todavía trabajo para que me quiera”.

En la misma línea, Fernández referirá a la incidencia que la temática tuvo en él: “Lo comprendo perfectamente (a Balduin) porque mi padre me dio por perdido a mis 16 años, cuando me interesaba la literatura y me iba mal en el colegio. Él era un inmigrante que quería que tenga una profesión tradicional. Y a mí me gustaba la literatura, que para él era una forma de vagancia. Y el periodismo, una bohemia absoluta. Yo quería ser vago para mi padre. Entonces me dio por perdido y estuvo varios años distanciado. Hubo mucha frialdad entre nosotros. Y todo lo que hice después fue para que me quisiera. Me volví un adicto al trabajo. Luego él me decía ‘pará, estás laburando demasiado’. Y eso fue porque me formateó el disco. Un poco lo que le pasa a Balduin, con ese padre terrible que no termina de perdonarlo”.

Tocando fondo

A lo largo de la novela, Remil irá generando amores y odios. Es, al fin de cuentas, el protagonista; y eso es un plus para generar afecto o complicidad con los lectores. Pero a Fernández, al armar a ese personaje que parece indestructible pero al que luego la suerte dejará de acompañar, le importa otra cosa: “Me interesaba que cayera en desgracia y se tuviera que levantar. Que esa seguridad que tiene la pierda, que caiga al fondo más grande. Y después va a buscar a Nuria por amor. Es King Kong subiendo al Empire State a buscar a Jessica Lange”.

Para evitar detalles, no se contará acá si Remil logra rescatar a su Jessica Lange. Ese es un misterio que resolverá el lector. Que también hacia el final comprenderá cuánto puede haber de común entre un pescado muy especialmente preparado y una panceta. Ahumada.

© LA GACETA

Publicidad

Alejandro Duchini

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios