Un aniversario para releer a Fontanarrosa

“Los grandes escritores o pensadores trabajan sobre los problemas profundos del ser humano que siempre son dramáticos y son los que dejan huellas. Pero como yo no estoy capacitado, ni tengo intención, ni me interesa contar la profundidad de mis dramas personales, hago otro tipo de trabajo que apunta a la risa y a entretener. Y si yo consigo eso me doy por muy bien pago”.

Así hablaba Roberto Fontanarrosa de su trabajo. El lector desprevenido puede quedar al margen de la vastedad y de la riqueza de la obra del rosarino. Como si sus historias y sus personajes no hubieran alcanzando esa profundidad que Fontanarrosa les reservaba a los cultores de otros géneros. Era un exceso de genuina humildad la que empleaba Fontanarrosa al referirse a su prosa y a sus viñetas. La realidad inscribe su aporte a las letras y al cómic nacional en el apartado de los clásicos. Fontanarrosa, fallecido en 2007, hubiera cumplido hoy 70 años.

Un conflicto familiar demoró la reedición de la obra de Fontanarrosa. Superado el problema, el rosarino multiplica su presencia en librerías y quioscos. Hay mucho que leer, teniendo en cuenta que dejó tres novelas (“Best-seller”, “El área 18” y “La gansada”, todas de la década del 80) y 13 libros de cuentos. ¿Los más difundidos? “El mundo ha vivido equivocado”, “No sé si he sido claro”, “La mesa de los galanes” y “Los trenes matan a los autos”.

El fútbol -y el deporte en general- le funcionó a Fontanarrosa como disparador para bucear por historias urbanas, bien de barrio, protagonizadas por personajes simples y queribles. Historias extraordinarias en la piel de toda clase de antihéroes. Claro que la pelota y el particular mundo que la rodea no fue su único tema. De futboleros, sus emblemáticos Inodoro Pereyra y Boogie El Aceitoso no tienen nada. El cine, el teatro y la televisión también fueron territorios explorados por Fontanarrosa, para quien escribir y dibujar era una cuestión de piel.