El fin de un entregador

El fin de un entregador

Sandoval traicionó al jefe de la Coalición

DEGÜELLO DE MARCO AVELLANEDA. Manuel Oribe mandó ejecutar al jefe de la Liga del Norte, capturado gracias a la traición de Gregorio Sandoval. la gaceta / archivo DEGÜELLO DE MARCO AVELLANEDA. Manuel Oribe mandó ejecutar al jefe de la Liga del Norte, capturado gracias a la traición de Gregorio Sandoval. la gaceta / archivo
Es conocido que el líder de la Coalición del Norte contra Rosas, doctor Marco Avellaneda, luego de la derrota de Famaillá (setiembre de 1841), trató de ponerse a salvo en Bolivia. Pero, durante el viaje, fue traicionado por uno de sus hombres y entregado a Manuel Oribe. Este lo hizo degollar y expuso su cabeza, clavada en una pica, en la plaza de Tucumán.

En sus “Reminiscencias históricas de un patriota” (1890), el tucumano Benjamín Villafañe se detiene en ese entregador de Lavalle: el sargento Gregorio Sandoval. Era, dice, “un mulato oriental, vecino de Morón en Buenos Aires”, y “sufrió dieciocho días después una suerte parecida a la de su víctima”. En efecto, sus propios soldados lo desarmaron y lo llevaron al cadalso, por órdenes del gobernador Miguel Otero, quien quería castigar serias tropelías cometidas por Sandoval luego de su traición.

Narra que “se hallaba este malvado tomando mate a la sombra de un árbol en los extramuros de Salta. Su asistente se acercó a él para pedirle su puñal, diciendo necesitarlo para un asado. Otro vino en seguida a pedirle su espada para limpiársela y, una vez indefenso, el resto de la partida que mandaba se puso de pie y le intimó prisión. En el acto fue conducido a la plaza de la ciudad y sentado en el patíbulo que lo esperaba”.

Sigue narrando Villafañe, que Sandoval “quitóse el quepí con su uniforme y entregó todo eso al tambor. Ese quepí era el mismo que el doctor Avellaneda llevaba. Pidió a los tiradores que no le desfiguraran el rostro, que le tiraran al pecho. Ni siquiera le escucharon. Cayó con la cabeza destrozada”.

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