Decir “no” puede hacer que tus relaciones sean mucho más armónicas

Decir “no” puede hacer que tus relaciones sean mucho más armónicas

Estamos más inclinados a complacer a los demás, ya sea para no generarles incomodidades o para no tener conflictos, afirma el coach ontológico Raúl Aráoz. Sin embargo decir a todo que sí hace que vayamos perdiendo poder y dignidad.

“Sentía que no tenían consideración conmigo. Que no me respetaban. Que no valoraban lo que yo hacía por ellas”, confiesa Elisa, de 48 años, aludiendo a la relación con sus hijas.

La situación comenzó a cambiar cuando Elisa se dio cuenta -ayuda psicológica mediante- de que la principal responsable de lo que le ocurría era ella. “Yo les permitía todo; y aunque me enojaba y las retaba, siempre terminaba accediendo a lo que pedían o decidían por su cuenta. Entonces inicié este proceso de aprender a decir que no”, revela.

“Me cuesta mucho. Juega la culpa. La sensación de no ser una buena madre. Pero estoy pudiendo sostener el no ante los pedidos que implican que tengo que renunciar a mi descanso, a mi tranquilidad o a mi bienestar para hacer cargo de cosas que, en realidad, son responsabilidad de ellas (tienen 24 y 22 años)”, explica.

Adquirir dignidad

Elisa no está sola en la dificultad de decir que no. Por el contrario, es algo que afecta a la mayoría de las personas. Y sin embargo, un “no” justificado y sentido puede “cambiar el mundo”, según afirma Raúl Aráoz, coach ontológico profesional. “El ‘no’ es una de las declaraciones básicas que tenemos en el coaching. Nos da dignidad, poder ontológico, el poder del ser, no el de tener”, resalta. El poder ontológico, amplía, alude a la capacidad de las personas de liderar su vida y sus espacios. Entonces, las declaraciones serán según las inquietudes y expectativas de cada uno. Ese poder es el que nos hace dignos y, además, nos hace líderes.

Aráoz explica la diferencia entre declaraciones y afirmaciones. Las primeras, dice. tienen la característica esencial de poder cambiar el mundo. Por ejemplo, la declaración de independencia de nuestro país. O cuando el funcionario del registro civil o juez de paz declara casada a una pareja. En cambio, las afirmaciones son descripciones de los hechos. Ejemplo: hoy es un día soleado.

Darse autoridad

Por supuesto que para hacer una declaración hay que tener cierta autoridad. No cualquiera puede declarar la independencia de un país o casar a una pareja. Y aquí aparecen las primeras preguntas que Aráoz sugiere que nos planteemos: ¿Me doy autoridad a mí mismo para decir no? Cuando digo sí en vez de decir no, ¿no me estoy negando la autoridad? “Si no chequeo mis necesidades, mis deseos, mis intenciones, me estoy negando a mí mismo”, advierte.

“Cuando no logramos darnos esta autoridad, por lo general, estamos siguiendo mandatos, deseos e inquietudes de otros, dejando de lado las cosas que me gustan en pos de que los otros me aprueben y me respeten”, puntualiza.

Y surge, en consecuencia, una tercera pregunta: ¿A qué le estoy diciendo que sí cuando interiormente estoy queriendo decir que no? El coach afirma que es muy común que cuando alguien tiene que decir que no lo que siente es que le dice que no a la persona. Y, en realidad, le está diciendo que no a un pedido de esa persona, o a una invitación o a una propuesta.

A la inversa

Y también puede ser interesante hacer el ejercicio a la inversa, es decir, observar qué te pasa cuando a vos te dicen que no. Para eso, Aráoz deja estos interrogantes: ¿Cómo te sentís? ¿Cómo lo tomás? ¿Lo tomás como algo personal? ¿Qué pasaría si pudieses distinguir que el “no” va lo que pediste y no a tu persona?

Cambiar el rumbo

“Es una palabra tan simple y sin embargo, genera tanta incomodidad pronunciarla...”, reflexiona el coach. Añade que en muchas ocasiones es necesario decir que no a situaciones de vida que venimos sosteniendo aunque nos hacen sufrir. “En tales casos se produce un quiebre, se siente internamente una declaración como ‘basta’. Es lo que nosotros llamamos brecha de aprendizaje. Esta tiene que ver con el resultado actual que obtengo y que no me satisface, y con el que quiero lograr. Y a veces los cambios que se necesitan para modificar el rumbo de nuestra vida viene de ese algo tan simple como decirle que no a determinadas cosas”, destaca Aráoz.

Aprendizaje

Elisa (cuya identidad se mantiene en reserva por razones laborales; ella es docente) reconoce que en este proceso de ir aprendiendo a decir que no, efectivamente, también ha empezado a entender que los demás le pongan límites a ella. “De alguna manera es como ponerme límites a mí misma también. Porque muchas veces me descubro entrometiéndome en cuestiones de mis hijas, sin que ellas me hayan ‘dado permiso’, por decirlo de alguna manera, para que yo opine o diga que se podría hacer”, cuenta.

A esto, el coach explica que cuando se abre un proceso de cambios en la vida de cualquier persona, es muy común que ese individuo comience a revisar los juicios e interpretaciones que tenía sobre sí mismo, sobre su propia vida y sobre los demás. “Es que nos han enseñado a complacer, y muchas veces no queremos causarle incomodidad al otro, o tenemos miedo al conflicto con el otro. Y sin embargo, la posibilidad de decir que no hace que las relaciones sean más armónicas”, finaliza Aráoz.

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