En medio de la conversación entre un gerente bancario
(Andrés D’Andrea) y un cliente (Ricardo Podazza) que pretende convencerlo de
otorgarle un crédito sin presentar garantía, irrumpe la sorpresa. A través de
la amenaza que el postulante formula con insólita seguridad (“si no me da el
crédito voy a tener que c…. a su mujer”), una situación corriente se convierte
en algo diferente. La amenaza suena absurda y cómica, al principio. Pero se
vuelve inquietante después, sin que la obra abandone los carriles del humor. La
dialéctica, sin embargo, va incursionando en los miedos y obsesiones más
comunes y terribles que acechan a las personas.
El texto de Jordi Galcerán tiene la calidad que es de
esperarse en el autor de Cancún, obra que también puso en escena –con gran
éxito- la Compañía Filodramática, y donde la sorpresa inicial era igualmente el
mecanismo disparador de la intriga. En este caso, como en aquel, las
situaciones provocan la carcajada pero además convocan emociones vinculadas con
el drama, llevando al espectador –entre risas- a sentirse en alguna medida identificado
con la vulnerabilidad del personaje.
En El Crédito, la materia teatral es el diálogo en estado
puro. Una comicidad que se apoya en las palabras y en la capacidad verbal y
gestual –actoral, en suma- de los intérpretes. Sorprende, hace reflexionar y
lleva a cambiar la perspectiva de análisis, desde el escepticismo inicial,
hasta un cierre donde las piezas sueltas encajan y dejan espacio para que el
público complete a su criterio los detalles de la historia. Bajo la dirección
de Pablo Parolo, la dupla D’Andrea-Podazza derrocha talento y conforma un
espectáculo imperdible, merecedor del aplauso entusiasta, agradecido, de la
gente que colma la sala de El Árbol de Galeano en cada función.