¿Por qué ven una luz al final de un túnel quienes se acercan a la muerte?

¿Por qué ven una luz al final de un túnel quienes se acercan a la muerte?

Anticipo de "Las neuronas de Dios". Por Diego Golombek.

BIÓLOGO, DOCENTE E INVESTIGADOR PRINCIPAL DEL CONICET. Diego Andrés Golombek celebró ayer sus 50 años. lavoz.com.ar BIÓLOGO, DOCENTE E INVESTIGADOR PRINCIPAL DEL CONICET. Diego Andrés Golombek celebró ayer sus 50 años. lavoz.com.ar
23 Noviembre 2014
Las experiencias más extrañas del estado moribundo son las que se conocen como “cercanas a la muerte”, la célebre luz al final del túnel o la disociación corporal que nos permite vernos desde afuera, como volando sobre nuestro propio cuerpo. Extrañas, sí, pero no ajenas al escrutinio de la ciencia.

En principio, podríamos suponer que hay una química de la casi-muerte. Llega menos oxígeno al cerebro y las neuronas seguramente respondan de manera peculiar. En experimentos con ratas, por ejemplo, se comprobó que en el momento del pasaje a la inmortalidad aumenta mucho el nivel de una sustancia cerebral llamada serotonina, que está relacionada con la percepción y el estado de ánimo. Pero esto no explica ni el túnel ni la luz. Las visiones de la transición hacia la muerte son más comunes en las personas religiosas, y si hay alguien que nos reciba (o nos devuelva) en estos sueños, su identidad suele depender del tipo de religión que profese el moribundo. La hipoxia –falta de oxígeno– que se genera en un paro cardíaco parece suscitar la sensación de cuerpo-fuera-del-cuerpo, así como alucinaciones y luces varias. Quizás incluso se activen sin control áreas relacionadas con la memoria, de manera que la vida pase frente a nuestros ojos. Por otro lado, si el ojo no está recibiendo suficiente sangre, va a comenzar a cerrarse de a poco: he ahí el túnel aparente, y los destellos de iluminación que recibe la retina podrían representar la luz al final del túnel. ¿Fin del misterio?

Otra hipótesis propone que las experiencias cercanas a la muerte podrían deberse a un ataque de sueño REM, aquel durante el cual soñamos con angelitos u ovejas: las vivencias mortíferas serían así una especie de sueño lúcido. Si el REM aparece sin avisar durante la vigilia, no sólo nos da un ataque de sueño sino que puede acometernos la horrible sensación de estar absolutamente paralizados… como si estuviéramos muertos.

Al mismo tiempo, si el cerebro está a punto de realizar un piquete o de decretar un paro por tiempo indeterminado, puede que las modalidades sensoriales comiencen a confundirse y, tal vez, un sentido confunda al otro de manera de producir una perspectiva cambiada –la mentada “visión desde el techo”–. En laboratorio se ha generado este tipo de experiencia mediante la estimulación directa de áreas cerebrales relacionadas con la integración sensorial, lo que no parece ser una práctica muy recomendable. Para los temerarios y aventureros podemos sugerir otros experimentos, como una combinación de hiperventilación y dejar de respirar un rato hasta llegar al desmayo: los voluntarios que lo realizaron (cuya salud mental podría ponerse en duda) refieren todo el menú de experiencias cercanas a la muerte, con visiones sobrenaturales incluidas.

* Siglo XXI Editores.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios