Una mirada original sobre la trata de mujeres

¿Cómo narrar una vida anodina, atravesada por el malestar íntimo y filial, una vida hecha de rutina que renace con la llegada de un bebé ajeno? ¿Cómo contar el injusto flagelo de la trata sin recurrir a metáforas trilladas y lugares comunes? El cielo no existe cuenta esa historia y rehúye, oportunamente, al fresco amarillista y costumbrista. La novela de Inés Fernández Moreno narra la vida de Cala, una periodista que cuida a una madre despótica y malhumorada, y que busca el destino incierto y azaroso de una empleada que le ha dejado su bebé sin previo aviso, mediante engaño. 

Cala vive sola y tiene un trabajo bien remunerado en una revista. Su madre tiene como empleada a Sabrina, quien le roba dinero. Cuando Cala la enfrenta en un bar marginal, Sabrina le confiesa el delito y le pide tiempo para cubrir el error. Con astucia, Sabrina le entrega su hijo y huye en una moto. A partir de ese momento, Cala cuida al bebé y sigue, afanosa y audaz, las pistas de Sabrina. Ésta le envía cartas donde sugiere que pronto volverá. Una serie de casualidades, de meras coincidencias, llevan a Cala a suponer -quizás por su olfato periodístico- que Sabrina es víctima de la trata. Interrogantes, frondosas dudas, la impulsan a emprender la investigación: Cala viaja a un pueblo perdido de la provincia de Buenos Aires y se interna en las polvorientas casas pobres y averigua una parte del pasado difícil de Sabrina. Vuelve al bar en el que se había encontrado con ella y asiste a un tiroteo que la deja herida. Preocupada, recorre, con mirada detallista y certera, el barrio de Balvanera tras la huella de una llave que le dejó el dueño del bar que murió en el tiroteo. Con Gloria, su amiga, buscan el posible destino de esa llave y, un día crucial, Cala entra a la casona y descubre el horror narrado con elipsis. La historia da una vuelta de tuerca y las preguntas la asaltan. A partir de ahí, todos pueden ser, quizás, víctimas y victimarios. La realidad es más compleja y contradictoria de lo que parece.

Con una prosa medida y atravesada por repetidos interrogantes y toques líricos, la autora enhebra una historia con ribetes de policial y con logrados episodios de película sentimental. Inés Fernández Moreno describe los espacios urbanos con habilidad y crea escenas ligadas a la actualidad pero con la distancia justa para inventar un mundo coherente. Sus personajes guardan las contradicciones de las situaciones en las que se encuentran inmersos. La novela muestra, de soslayo, el clima enrarecido del negocio de la trata mientras destellan las sombras y las luces de la penosa vida de Cala. 

El cielo no existe mezcla la mirada sociológica y el tono dramático y narra una historia clara, en tiempo lineal: el retrato vívido y reflexivo de una existencia frustrada, que ha sido embestida por la dura realidad de la trata. Después de leer, el lector siente que la vida está hecha “más de cabos sueltos y de nudos grumosos que de ovillos perfectos.”