Las estadísticas de la tristeza

Las estadísticas de la tristeza

Por ignorancia o por ineficiencia, las autoridades no hablan del fracaso de la Agencia de Seguridad Vial, que hace cinco años hizo creer que el cambio al sistema de carnet por puntos iba a modificar la cultura vial transgresora de los argentinos. Hicieron pruebas piloto, nunca constituyeron en serio los Consejos de Seguridad Vial -organismos de escritorio, sin convicción ni poder- y la burocracia de las oficinas de tránsito se comió los proyectos. Ahora quien renueva el carnet no muestra si sabe -no rinde examen-, pero le aparecen multas de lo más insólitas de cualquier año y de cualquier parte del país, que hay que pagar. Sigue habiendo accidentes, pero ahora las oficinas recaudan, no enseñan.

¿Y si probáramos estudiar la incidencia de la burocracia? ¿O la incidencia de la cultura de la coima? En Francia se hace un curso pagado sobre teoría del tránsito y examen práctico y se saca el carnet una sola vez en la vida. Y rige un duro sistema de puntos, incoimeable, según se dice. La mirada está puesta primero en la educación y el aprendizaje, y luego en la persecución y el castigo.

¿Y si escucháramos los consejos de Pablo Wright, el experto en antropología del tránsito que propone estudiar por qué otros pueden respetar velocidad, semáforos, peatones? Vino a Tucumán en 2013, dictó una charla. ¿Para qué vino, si nadie le llevó el apunte?

Ahí están los familiares de las víctimas pintando estrellas amarillas. Ahí están las autoridades mostrando estadísticas de controles, secuestros de vehículos y callando cuando queda en evidencia que las estadísticas que no pueden hacer bajar son las de accidentes.

Ahí están los muertos. Los que forman parte de la estadística trágica que se acerca cada vez más a nuestra casa. Pobres muertos. Pobres todos nosotros.

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