“La tecnología transgénica reduce la biodiversidad”

“La tecnología transgénica reduce la biodiversidad”

La investigadora del Conicet Alicia Massarini habló de los riesgos que representan los alimentos transgénicos. Jornadas de la UNT

EN DEBATE. En las jornadas que se desarrollan hasta hoy en el Virla, los transgénicos están bajo la lupa. reuters EN DEBATE. En las jornadas que se desarrollan hasta hoy en el Virla, los transgénicos están bajo la lupa. reuters
05 Noviembre 2014
“Hoy todos comemos transgénicos y no podemos elegir”; “La transgénesis (la transferencia de genes) no mejora la calidad nutricional del alimento”; “Esta tecnología (la transgénica) reduce la biodiversidad y genera una erosión genética porque se dejan de cultivar otras variedades de la misma especie”.

Estas tres frases resumen parte de la exposición que ofreció, ayer, Alicia Massarini, bióloga especializada en evolución e investigadora del Conicet. Lo hizo en el marco de las jornadas “Ecologismo de los Pobres. Justicia y Salud”. El foro, que concluye hoy en el Virla, fue una iniciativa del Proyecto de Investigación del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Tucumán (Ciunt) “Tecnociencia, discurso y medioambiente”.

Massarini investiga desde hace años la transgénesis y difunde la importancia de monitorear los cambios en la salud, en la genética de la población y en el medio ambiente, que ocasionan los paquetes transgénicos.

“A la soja transgénica RR se la diseñó para que sea resistente al glifosato (herbicida). El gen BT, con el que se modifica el maíz, hace que la planta fabrique una toxina que mata la plaga que ataca el maíz. Es decir, es un veneno que está metido en la planta”, indicó Massarini.

Desde 1996 -año en que Argentina permitió la radicación de cultivos transgénicos- la cantidad de hectáreas sembradas con este tipo de cultivos fue aumentando. La bióloga comentó que en 2003 se producían 34 millones de toneladas de soja y en 2014 pasó a 55 millones. Hoy hay 20 millones de hectáreas cultivadas con esa soja. “El expediente que permitió la introducción de la soja RR (transgénica de la empresa Monsanto y Nidera) está en inglés”, contó. Agregó que, desde esa fecha, a causa del avance de la soja se redujo un 30% la cantidad de establecimientos agropecuarios (pequeños y medianos) y la tasa de deforestación alcanza del 1% anual (en el mundo es del 0,23%). “Si la decisión del Gobierno es que aumente un 30% la superficie cultivable, no sé cuántos bosques nos van a quedar en una década”, expresó.

“Como era de esperarse -indicó Massarini- las malezas comenzaron a hacerse resistentes al glifosato, por eso cada año se necesitan mayores cantidades de herbicida por hectárea”. “Ahora Monsanto propone reemplazar esa soja resistente por otra que necesita glufosinato (herbicida más tóxico)”, comentó. Agregó que la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que por año hay 25 millones de intoxicaciones por agroquímicos y 20.000 muertes.

La bióloga criticó las políticas argentinas que promueven la producción de transgénicos y aseguró que no se realizan monitoreos sobre los alimentos. Dijo que tampoco existe la obligación de etiquetar para advertir que un producto contiene transgénicos (están presentes en una amplia gama de alimentos como lecitina de soja, harina o aceite vegetal). “Se valen del principio de equivalencia sustancial, que no posee base científica y que sólo se trata de un concepto comercial”, dijo Massarini. Este principio señala que un alimento transgénico y uno natural son equivalentes nutricionalmente. “Ya hay 10 países de la Unión Europea que prohíben la comercialización de transgénicos. En América Latina están prohibidos en Perú, Bolivia y Ecuador”, dijo. “No hay un test para registrar todas las alteraciones que pueden provocar estos productos genéticamente modificados en la salud”, advirtió. Sí aseguró que esos productos pueden bloquear la expresión de un gen funcional, activar, alterar o modificar la información genética. También -dijo-tienen la capacidad de potenciar o reducir la producción de proteína.

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