Túnel no te vayas, túnel vení...
Preocupado, un técnico supervisor de los túneles proyectados bajo el cinturón de hierro capitalino les advirtió a propios y extraños sobre la gran cantidad de agua que fluye desde que se iniciaron las excavaciones. Si viviera en Tucumán estaría acostumbrado a gambetear la bajada de 24 de Septiembre al 1.200, el piletón a cielo abierto que desborda cada vez que la lluvia se transforma en aguacero. Está apenas a tres cuadras. No es una obra sencilla la que aspira a conectar las calles Mendoza y Córdoba con el oeste de la ciudad. “Amigo, si hay tormenta yo no me meto en ese túnel ni aunque me apunten con un revólver”, exageró un taxista mientras su Fiat Uno -ya de por sí destartalado- cruzaba a los tumbos la vía por la San Juan.

Los vientos que se llevan las promesas soplan en Tucumán con la potencia del Zonda. El gobernador Alperovich y Oscar Mirkin, secretario de Obras Públicas, anticiparon que los túneles estarían listos antes de 2015. Lo único que se ve hasta el momento es un larguísimo paredón cubierto de afiches. Hasta hace algunas semanas había quedado un espacio abierto e ideal para apreciar una laguna, formada por el agua estancada en la bajada de una de las estructuras. El hueco fue convenientemente cerrado.

La culpa del retraso fue estratégicamente repartida entre la burocracia, el clima y la inflación. Del primer tema ya escribió Franz Kafka, del segundo enseñan en la primaria que los veranos tucumanos son lluviosos, así que lo que no se hizo a mediados de año difícilmente se apure por estas fechas. Y si de pesos se trata, la Legislatura votó un adelanto de 5 millones para aceitar las máquinas de Ingeco, Tensolite y Di Bacco, adjudicatarias de la obra. La inversión oscila entre los $50 y $60 millones y los fondos -no reintegrables- vienen de la Nación.

Al escepticismo de los vecinos lo sostiene la fuerza de la realidad. “Plaza de la mugre”, pintaron en un cartel del espacio verde aledaño a la vieja estación del ferrocarril. En San Juan y Marco Avellaneda, lo que intentó ser una canchita de básquet (hasta que se robaron los aros) devino en improvisada playa de estacionamiento. A pocos metros de ahí, sobre Suipacha, la esquina es propiedad de los linyeras. La concurrida parrillada que funciona en el predio del club Tucumán de Gimnasia está despidiéndose del barrio, porque pronto se mudará hacia la zona del Abasto.

El proyecto tiene varias patas. Lejos está de agotarse en los túneles de 170 metros de largo y 4,70 metros de profundidad; en los puentes colgantes para los peatones y en el parquizado. Hay un terreno fértil para el desarrollo inmobiliario a lo largo de la Marco Avellaneda, varias cuadras de propiedades antiguas y sin valor patrimonial que son carne para las topadoras. La recesión ralentiza los negocios, pero no los detiene, y este es uno de los más apetitosos que ofrece la ciudad en el mediano plazo.

El municipio inauguró el “bulevar” Bernabé Aráoz. Iluminó e hermoseó la calle de doble mano para convertirla en un paseo, engarzado en un circuito que incluye la plaza Belgrano, la réplica de la casa en la que descansó el prócer, el “Paseo de los Libertadores” y la flamante plaza “Los Decididos de Tucumán”, frente al Hospital de Niños. Una fuerte inversión para revalorizar los nostálgicos y adoquinados rincones de barrio Sur, tan remozado en el perfil urbano como castigado por la inseguridad.

Domingo Amaya apura los cortes de cinta aquí y allá. Habrá muchos de aquí a las elecciones, aunque pocos (o ninguno) de la envergadura de los túneles, y para esa foto difícilmente lo invitarán a posar, al menos en la primera fila. Alperovich se imagina a bordo del primer auto que cruzará -por Córdoba o Mendoza- el cinturón de hierro y para eso necesita que se terminen las dilaciones. Dejará el sillón de Lucas Córdoba al cabo de 12 años y su legado en obras trascendentes es llamativamente pobre si se lo inscribe en los tiempos políticos y económicos que le tocó transitar.

Ajeno a las especulaciones electorales, el ciudadano de a pie sólo pide que alguna vez las cosas se hagan en tiempo y forma. O, a fin de cuentas. que se hagan. Para muestra del Tucumán inconcluso sobra con la mirada de Hipólito Yrigoyen, cuyo horizonte se agota en la calle Las Piedras. Pobre don Hipólito, le habían prometido una avenida que conectaría Tribunales con la plaza Independencia y lo dejaron con las ganas.

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