Los culpables de siempre

Los culpables de siempre

Los temas que no les gustan o que no son capaces de asumir algunos funcionarios siempre tienen un responsable cuando son dados a conocer: la prensa. Los tópicos como la corrupción son negados. Las indefiniciones.

La Presidenta de la Nación insiste en su necesidad de atacar a los medios de comunicación, específicamente, a los diarios. En sus embates en contra de los que publican temas o historias críticas sobre su gestión ha conseguido sembrar la duda sobre la veracidad de los hechos. Pero no sólo afecta a quienes ponen el ojo en la crítica, también les quita valor a aquellas notas que elogian o hablan en forma favorable a los hechos oficiales.

En estos últimos años la prensa ha perdido el valor de la verdad irrefutable. Sin embargo, sigue conservando la trascendente misión de hacer que se escuche a los que no tienen voces; y de fortalecer las instituciones democráticas, aun cuando los propios miembros de ellas hagan lo posible para desvirtuarlas. Mientras transita en el tobogán de la credibilidad se ha convertido en blanco de quienes, en lugar de dar explicaciones sobre los hechos que ocurren, eligen responsabilizar a los medios de lo que pasa. Sin dudas los diarios tienen gran utilidad para envolver huevos y otros productos, así cómo para proteger artículos frágiles. Pero esas virtudes son su efecto residual. Antes han servido de puente para el intercambio de ideas de diferentes sectores de la sociedad; y para que los poderes del Estado puedan tener un mirada escrutadora que ayude a amplificar las preocupaciones de los ciudadanos. También contribuyen a revisar –si fuere necesario- el rumbo de las administraciones públicas, en el caso de que se hayan apartado de sus compromisos y de las normas que rigen sobre las conductas de quienes las conducen.

Las despectivas palabras de la Presidenta suelen animar a otros ciudadanos a culpar a la prensa de los hechos que no se asumen. Un ejemplo cabal de los últimos días en Tucumán fue la actitud de un miembro del Consejo Asesor de la Magistratura. El letrado Antonio Bustamante ha llegado hasta el Colegio de Abogados para dar explicaciones sobre nombramientos sin concursos y sobre detalles de la cantidad de empleados que figuran en el proyecto del presupuesto del CAM y que se publicaron en la prensa. Bustamante, con cordura, advirtió a sus colegas que no compartía las críticas de la prensa, cuando en realidad no se trataron de notas de opinión sino de hechos concretos firmados por las autoridades del CAM. Pero, perdió el tino cuando en lugar de responder o de precisar sus discrepancias habló de caprichos periodísticos. Bustamante, con muy pocas palabras, borró con el codo lo que durante años escribió con sus procederes. Actitudes como la del abogado son típicas de muchos actores de la actividad política, que en lugar de revisar hechos eligen atacar a la prensa a como dé lugar.

La opción “sijosesista”

Uno de los políticos que también ha tomado ese rumbo ha sido el ministro de Salud Pablo Yedlin, que se ha convertido en candidato a intendente de Capital del oficialismo alperovichista. En su accionar proselitista ha elegido también actuar como comunicador radial y toma como blanco de sus críticas a LA GACETA. Yedlin ha recibido estos días el sorprendente respaldo de los legisladores con mandatos en suspenso, como Marcelo Caponio, Carolina Vargas Aignasse y Armando Cortalezzi. Todos ellos alguna vez estuvieron decididos a pelear por la intendencia de San Miguel de Tucumán, pero esta semana arriaron sus banderas. Es que el alperovichismo ha establecido en estos años una dicotomía de hierro: “o se es obsecuente o se es enemigo”. El trío ha optado por cumplir con lo que dice Alperovich antes que con sus verdaderas apetencias. Lo curioso es son –al menos los dos primeros actores- dirigentes con historia en el peronismo, que resignan sus proyectos en manos de un alperovichista con poca historia en política.

Con la corrupción, no

Los problemas de Alperovich no son las decisiones que toma sino lo que no puede controlar. Por eso José López y Domingo Amaya son dos giróscopos que están atados al sol alperovichista, pero que giran fuera de esa órbita. Ambos hacen lo que más disgusta al gobernador. López se mueve sin avisar y toma decisiones sin consultar al mandatario, que siempre gustó de tener todo controlado en su puño. Ya tuvo sabores amargos con la intromisión de La Campora en sus listas de candidatos y en la cobertura de vacantes de cargos nacionales (algo que está experimentado la rectora Alicia Bardón). Perdió. Ahora le aparece López con movimientos idénticos y no puede echarlo del corral. El desembarco del secretario de Obras Públicas de la Nación con ambiciones gubernamentales tiene dos lecturas: por un lado los “sijosesistas” dicen que llega demasiado tarde y que las obras que trajo no son de su propiedad sino que pertenecen a la gestión alperovichista. Entre los seguidores de López reina la teoría K: “yo pongo plata y por lo tanto tengo y administro poder”. Pero además se quejan de que muchos se acercan sólo para verse beneficiados con esos fondos y nada más. El alperovichismo lo dejó crecer a López más de la cuenta y ahora le costará bajarlo de sus ambiciosos intereses gubernamentales. Ni hablar de los intendentes que se colgaron de su saco. A ellos se les dibuja un futuro de asesores en la Cámara de Diputados si es que López elige la obsecuencia y evitar ser enemigo del alperovichismo.

El otro problema de Alperovich es Amaya, quien también saltó un cerco inesperado para los “sijosesistas”. El principal escudero del intendente, Germán Alfaro, salió a cruzar a la gestión gubernamental por cuestiones éticas. En el acto recibió mandobles desde la Casa de Gobierno. Si algo no puede soportar el titular del PE y su entorno es que la palabra corrupción merodee a su alrededor. La propia primera dama salió a refutar esos dichos. Pronunciar esa palabra es el límite que pone el alperovichismo.

Los amayistas no han sabido despegarse y sus críticas se vuelven un bumerán porque han compartido demasiado con el alperovichismo. Pero al mismo tiempo, el mandatario provincial ha hecho la vista gorda con manejos irregulares y justamente una de las críticas que salen de su propio entorno es el enriquecimiento que han tenido intendentes, funcionarios y legisladores de su riñón que no saben cómo esconder sus propiedades ni explicar el notable cambio de estatus.

Una enseñanza tenística

Hace pocos días el tristemente célebre tenista Gastón Gaudio dijo en un reportaje televisivo que la única forma de ganar la Copa Davis era definiendo quién era imprescindible y una vez llegado a esa conclusión se debía poner todo a disposición de esa persona. Él mismo se respondió que el hombre era Juan Martín Del Potro y que todo se debía organizar a su alrededor para que se lograran los objetivos. La simpleza con que se analizan cuestiones del deporte a veces sirven para entender o sintetizar la política. El ejemplo viene bien para entender al Acuerdo Cívico y Social. Los radicales y sus aliados tienen una oportunidad única que no se ha dado en varias décadas. El problema es que les cuesta entender que esa oportunidad no se da por la debilidad de sus rivales ni por logros del partido sino porque se ha instalado un liderazgo que abre esa puerta a través de la figura de José Cano. Interpretar eso les resulta imposible a muchos radicales. Inclusive al ex vicepresidente de la Nación Julio Cobos, que vino a Tucumán y salió a criticar el abrazo de Cano con Sergio Massa cuando él mismo fue la nave insignia de los acuerdos entre peronistas y radicales.

“Cano es el horcón que hay que cuidar”, advierte un peronista que se agarra la cabeza cuando ve cómo los radicales lanzan candidaturas y le muerden los tobillos a Cano. Cada mordiscón es un retroceso. En ese marco se encuadra el lanzamiento de la candidatura a intendente de Capital del diputado nacional Luis Sacca. Cano apostó todas sus fichas a su compañera de cruzada, Silvia Elías de Pérez, para el sillón mayor de la ciudad, pero está visto que en el radicalismo el crupier siempre tiene un “ceeeeeerooooo” para cantar y frustrar los proyectos. En el encuentro reciente que hicieron en San Javier los dirigentes de la UCR, hubo autocríticas y se señaló a más de un responsable de las mordeduras al candidato. Allí asoma una primera gran diferencia con el PJ. Los peronistas, una vez que se tomó una decisión, van tras ella aun cuando no les guste. En el radicalismo, en cambio, una decisión implica la sangría de internas y reyertas estériles. Y, en esa ruta, siempre se olvidan del destino final.

Lamentablemente, las elecciones son sinónimo de grandes sumas de dinero y no de proyectos de sólidos futuros. En aquel rubro el oficialismo corre con gran ventaja. De allí que muchos no terminan de mostrar sus cartas y tratan de estirar los tiempos. Se viven momentos de indefiniciones y de tanteos constantes. Por eso no están consolidadas ninguna de las fórmulas y por eso mismo los candidatos que asoman no tienen vice. Ni hablar de postulaciones a intendentes.

Lo que si va tomando cuerpo es que esas elecciones nacionales llamadas Primarias Abiertes Simultáneas y Obligatorias (PASO) ocurrirán dos semanas antes que las provinciales. Muchos ven allí una oportunidad. No será de extrañar que algunos candidatos a gobernador también figuren, en las primarias, en las listas de diputado o senadores.

Reflexiones del más allá

Si Juan Bautista Alberdi viera cómo en su terruño natal vituperean a la prensa en lugar de que los protagonistas de los hechos asuman lo que hicieron; si viera cómo la corrupción es un amenaza que va y viene y no algo que se tira a la basura; y si viera que la construcción política es a partir de la destrucción del otro y no con el otro, seguramente se daría cuenta de que a muchas de sus palabras se las llevó el viento.

“Los que piensan que la situación presente de nuestra patria es fenomenal, episódica, excepcional, no han reflexionado con madurez sobre lo que piensan”, manifestó alguna vez aquel genial abogado.

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