Trepar hasta golpear las puertas del cielo

Trepar hasta golpear las puertas del cielo

Una expedición al volcán Lincacabur, en Bolivia, unió a seis andinistas tucumanos en la cumbre.

FOTOS DE FUNDACIÓN CUMBRES ANDINAS FOTOS DE FUNDACIÓN CUMBRES ANDINAS
Las manos aferradas a los bastones. Sostenidas con firmeza como los niños que se sujetan a los brazos de su madre. Levantar una rodilla. Subir un pie; después el otro. Mirar las piedras que van quedando atrás, debajo de las suelas de las zapatillas. Manejar la respiración. Sentir que los pulmones se abren como ventanales en primavera. Y volver a empezar para dar otro paso más.

El grupo avanza en silencio. En la trepada es mejor reservar energías para los brazos y las piernas. A medida que suben por la montaña, el paisaje presume majestuoso alrededor.

El objetivo es alcanzar la cumbre del Lincacabur, un volcán que comparten Bolivia y Chile, a más de 5.900 metros de altura sobre el nivel del mar. Claudio Reverberi, Hernán Parajón, Marcelo Soria, Marisa Ocón, Javier Tonatto, y Agustín Soler cumplen lo planificado desde hace cuatro meses.

La trepada comienza a las tres de la madrugada. Es de noche, pero la senda puede verse sin problemas. Con la luna casi partida en la mitad es suficiente. “Cuando estás ahí arriba, te surgen todas las emociones. En un momento descubro que estaba llorando y me digo ¿cuándo empecé con estas las lágrimas?” dice Claudio Reverberi, el más veterano del grupo con 60 años.

En la montaña, la solidaridad es fundamental. El sonido de la respiración (serena o rápida, agitada, estruendosa) es la base para advertir el estado físico de los andinistas.

Al amanecer están a mitad de camino. La aurora regala los primeros colores del día. Apenas un instante para contemplar el paisaje y continuar la marcha. Cada andinista lleva una carga de dos litros de agua. El consumo es constante en medio de la montaña. En la mochila llevan cereales, pasas de uva, mantecol, chocolates y caramelos para evitar la hipoglucemia.

El sol quema y el viento reseca los labios, pero en la mochila está la carga de protección para el cuerpo. En cuestión de minutos, el clima puede variar. “Si se nubla, la temperatura puede bajar hasta 15 o 20 grados”, advierte Hernán Parajón.

La razón y la emoción


Al mediodía, el sol sigue firme mostrándose en la inmensidad del silencio. Falta el último tramo. “Uno se enfrenta a un desafío íntimo, donde estás con vos mismo”, asegura Marcelo Soria.

En la altura se pierde el apetito, pero hay que mantener la ingesta de alimentos para evitar problemas. Lo mismo que el consumo de agua. Parajón es el líder de la expedición. Tiene 38 años, es andinista profesional, trabaja en la Defensa Civil y participó en varios rescates. “Todas las montañas ayudan a descubrir cuáles son nuestros límites y a trascender. Siempre te llevan al límite de la razón y de la emoción -resalta-. Hay un punto en el cual se camina por la fuerza de voluntad. El espíritu es lo que te lleva”, afirma.

El experto dice que no es lo mismo subir diez veces la misma montaña que hacer montañas nuevas. “Los nuevos desafíos te dan experiencia, porque en cada paso, uno está resolviendo algo que no resolvió antes. Por más cálculos que hacemos, la naturaleza nos cambia las reglas y tenemos que adaptarnos a ese esquema con nuestras capacidades y eso siempre enriquece”, asegura.

En el Lincacabur, la pendiente es pronunciada. El grupo camina a un promedio de 100 metros por hora. Son las 13,30, y después de 10 horas, están a punto de hacer cumbre. La bandera de Bolivia flamea enloquecida. El abrazo, las lágrimas, el cielo diáfano, y la celebración con fotos. Un descanso de 40 minutos. Abrir los pulmones y empezar a bajar. Misión cumplida. Otra montaña queda atrás.

Galería 17 fotos Con sus 5.900 metros de altura sobre el nivel del mar, el volcán Lincacabur está en la frontera chileno-boliviana, a 750 kilómetros de San Miguel de Tucumán. Tras cuatro meses de intenso entrenamiento -y diez horas de trepada intensa- seis andinistas tucumanos cumplieron el sueño de alcanzar esa cumbre y descender hasta la asombrosa Laguna Verde. Fotos de Fundación Cumbres Andinas (Uso prohibido)
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