Se cansaron de esperar
Se cansaron de esperar
La provincia sin luz ni agua ha sido el escenario de las presidenciales durante el octubre ceniciento. José Alperovich abandonó su larga catatonia gubernamental y por primera vez en el año le mostró, a propios y extraños, que sí tiene un norte. El acto que le brindó a Daniel Scioli el lunes es la mayor apuesta política del tucumano desde que los Kirchner gobiernan este país. Aún consciente de que el “vuelto” de la Casa Rosada puede ser terrible, el mandatario local decidió jugar: Tucumán se ha puesto a la vanguardia del proceso de encolumnamiento de los gobernadores peronistas.

Alperovich resolvió que ya no se puede esperar por la decisión electoral de un Gobierno nacional del que nadie sabe qué se puede esperar. El escenario ya había sido avisado aquí: a principios de mes, el jefe de Estado tucumano viajó a pedir crédito político bajo la forma de un insignificante préstamo de $ 400 millones. Como se preveía, le dijeron “no” bajo la forma de un “lo estudiamos y después te contestamos”. Con ese último desaire, decidió que estaba validado para ir a buscar liquidez política en otra ventanilla y encontró la del gobernador de Buenos Aires. A Scioli en ningún otro distrito le tributaron un acto como el de esta semana. Claro que con militantes movilizados a fuerza de colectivos y de planes sociales, pero multitudinario al fin.

¿Por qué juega tan fuerte el tucumano? Porque es su “cuero” político lo que está sobre la mesa. Las PASO de agosto son el primer round en la búsqueda de la senaduría y él está diciendo que, dentro de las posibilidades que brinda el Frente para la Victoria, la mejor boleta posible es la que lleve impreso “Daniel Scioli” arriba de “José Alperovich”. Precisamente, Juan Manzur y Osvaldo Jaldo, conscientes de que su jefe se está apostando a sí mismo, se encargaron de tributarle el acto de Lules también a él. La película del lunes se llamó “Alperovich conducción” y en el reparto estuvo la plana mayor del bloque Tucumán Crece, los 93 delegados comunales y todos los intendentes peronistas invitados, listado que no incluyó a Domingo Amaya ni a Juan Orellana. Es claro que el binomio Manzur-Jaldo recibe no pocos embates desde sectores de Casa de Gobierno y de la Legislatura (todo el que no se ve en la “foto” empuja para conseguir un lugar en el cuadro), pero lo cierto es que ha llegado noviembre y la fórmula, hasta aquí, es esa y no otra. Beatriz Rojkés, la única oradora del acto con apellido Alperovich, elogió explícitamente esa yunta.

¿Por qué no habló Alperovich? Tal vez porque, pese a que la puesta en escena salió redonda, no fue una acción sino una reacción. Que él no hiciera uso de la tribuna, acaso, disimula que debió jugar la ficha de Scioli para contrarrestar el hecho político que representó la foto de Sergio Massa con José Cano en Tucumán. Esta vez, a la iniciativa la tuvo el diputado radical y, por primera vez, el Gobierno debió ir detrás. Todo un síntoma de fin de ciclo. Alperovich, por cierto, no ve a Scioli como egregio paradigma de liderazgo, pero sabe que es el guante más idóneo para devolverle a Massa la cachetada que significó tenerlo en Tucumán en la verede de enfrente. Porque Alperovich le dio mucho apoyo al tigrense para las elecciones de 2013: le facilitó nada menos que su encuestador, Hugo Haime. No le retribuyeron las gentilezas de la mejor manera.

El otro acto

Cano también se cansó de esperar por UNEN. A un año de la mejor elección opositora de la década, necesitaba mostrarse activo en la pelea por la gobernación, algo que no iba a conseguir de ese frente panradical que, con escenografía porteña, sólo difunde entregas de ombliguismo fratricida. Lo de Cano también es una apuesta que no está exenta de costos. El presidenciable Julio Cobos le acercó la primera factura: al espacio nacional no le beneficia el acuerdo del tucumano con Massa. Sin embargo, los dos compartieron escenario en el acto del jueves, donde el anfitrión, Ariel García, planteó que el desafío del opositor Acuerdo Cívico y Social era jugarse por el Frente Amplio.

Precisamente, para la coalición opositora tucumana no se trató de una movilización más. García se jugó a todo o nada por un acto abierto y en la calle para la escala de Cobos en campaña. El resultado fue que el mendocino -el presidenciable radical más instalado- bendijo al legislador “boina blanca” como “el referente” de su espacio en Tucumán, todo un rol protagónico en la escena política a 60 días de 2015. A par, otro opositor que capitalizó el acto fue Federico Masso. La movilización de Libres del Sur terminó de dar marco multitudinario al escenario de Mate de Luna y Camino del Perú. Fue todo un catequesis para muchos radicales de despacho. El legislador del oeste y el dirigente de la capital reservaron sendos lugares en la mesa chica de las decisiones del Acuerdo.

A pesar de los reproches de Cobos, y de que Cano apoya a otro mendocino (el senador Ernesto Sanz) para candidato a Presidente por UNEN, los dos necesitaban mostrarse juntos. Para Cobos no iba a ser lo mismo pasar por aquí sin compartir escenario con el radical más votado por los tucumanos desde el retorno de la democracia. Al diputado tucumano, compartir tribuna con Cobos lo “blanquea” de su foto con Massa y valida su discurso de que es un candidato “amplio”, que ayer se reunió con el tigrense y antes con Mauricio Macri, pero cuyo lugar es el radicalismo.

La otra cena

Los dos diputados, después del acto, compartieron la cena que brindó su par Juan Casañas, y a la que asistieron los también diputados Patricia Giménez y Luis Petri (Mendoza), Héctor Cachi Gutiérrez (Buenos Aires), Bernardo Biela (Salta), Fabián Rogel (Entre Ríos), Ricardo Buryaile (Formosa), Manuel Garrido (Capital Federal) y el local Luis Sacca. Este último, por cierto, avisó que ya ensilló como precandidato a intendente de San Miguel de Tucumán. También fueron de la partida el ex titular de la Cámara Baja, Rafael Pascual, y los legisladores García y Fernando Valdez. Las definiciones llegaron entre platos con pavo y verduras asadas.

Los visitantes del cobismo plantean que no hay que apurarse con Massa. Primero, porque él es el apurado, dada su carencia de estructuras provinciales. Segundo, porque el tigrense se viene cayendo en las encuestas: de 40 puntos, hace 12 meses, a 25 en el mes que acaba de morir. Tercero, porque hay que apuntalar a Cobos. Eso sí, sólo hubo planteos políticos y no personales contra Massa: nadie recordó en voz alta su naturaleza kirchnerista porque, obviamente, también hay rastros de ese pasado en el ADN político de Cobos. Con Macri fue diferente. En ese mitin regado con Alma Mora hablaron bien de los diputados del PRO, pero no de su jefe, al que uno de los comensales calificó de “extorsionador”. Pero sobrevoló el pedido de Elisa “Lilita” Carrió de dejar abierta una puerta a un acuerdo con el jefe de Gobierno porteño, sobre todo para contrapesar a un peronismo que tiene dos figuras en cartel (Massa y Scioli), y pasaron a otro tema.

Los locales del canismo reconocieron que la foto con Massa generó ruido ya no entre la dirigencia sino entre el electorado. Uno refirió que recibió airados reclamos “en la calle” por parte de “varios correligionarios”. Pero otro sostuvo que es un costo necesario para sumar la pata peronista y no quedar rengos en las urnas. La convicción (más esperanza que certeza) es que quienes le dieron el voto a Cano no dejarán de hacerlo porque reciba el apoyo del tigrense. Todo un salto de fe.

La otra fiesta

La identidad parece estar devaluada como recurso proselitista. Así como Alperovich se descubrió sciolista y rebelde “K” (y Cano promueve a Sanz pero comparte tribuna con Cobos, al tiempo que se reúne con Massa aunque preside la UCR local), Amaya se ha revelado ahora antialperovichista.

Durante el gravitante octubre, Amaya aseguró que no se gobierna sólo con cordón cuneta; y su socio político, Germán Alfaro, arriesgó que no hay chance de un acuerdo con el alperovichismo porque ello avalaría una gestión de corrupción, impunidad y autoritarismo. De estas posturas surgen dos cuestiones. La primera es que se esperaba un festival de chicanas contra estas críticas, en nombre de que llegan después de 11 años de sociedad política. Sin embargo, (al menos por ahora) sólo hubo algunas réplicas contra Alfaro, casi de rigor. Nada más. Ni desde el Gobierno. Ni desde la oposición. Es que (y aquí la segunda cuestión) Amaya ha hecho mucho más que hablar: ha ensayado un movimiento y el tablero ha cambiado. El intendente ya no juega a “la gran Scioli”. Mientras el gobernador de Buenos Aires defiende las políticas de la Casa Rosada y aguarda la bendición como candidato “K”, el intendente decidió ya no esperar por una decisión del gobernador, que especula a ver si Manzur mejora o no en la intención de voto. Ahora, Amaya se presenta como el contradictor de Alperovich.

Si no hacen colas para responderle es, justamente, porque el gambito amayista desacomodó de momento las piezas. En definitiva, ahora que ha cruzado la línea, ¿cuál es el impacto electoral de Amaya? ¿Además de disputarle votos peronistas a la Casa de Gobierno quiere votos opositores de Cano? ¿A quién beneficia y a quién perjudica este cambio? ¿O el “Colorado” está por ir más lejos?

Durante la fiesta de casamiento de su hija, el lord mayor recibió el saludo de un alperovichista que le refirió la necesidad de mantener unido al PJ. Entre la música a todo volumen, alguién creyó oír que el intendente respondió que estaba de acuerdo, ya que de lo contrario se hallaría trabajando en un acuerdo con la UCR, porque un binomio con esa fuerza obtendría el 60% de los votos, según su encuesta. Lo revelador no es la cifra (todos tienen sondeos que los dan ganadores), sino el hecho de que el jefe municipal advirtiera que un acuerdo con los opositores no es ni remotamente remoto.

La partida ya comenzó. Todavía resta mucho tiempo (sobre todo, económico) para saber cuál será la clave para ganar, en un escenario donde cualquiera puede ganar. Pero para perder, está claro, alcanzará con la torpeza.

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