Más que un colegio, un semillero de la educación pública que sembró valores en 30 generaciones

Más que un colegio, un semillero de la educación pública que sembró valores en 30 generaciones

Representantes de tres generaciones cuentan su paso por esas aulas que alguna vez describió Alfonsina Storni

ANIVERSARIO. En el patio central, la comunidad del Nacional celebró el viernes por la noche sus 150 años. LA GACETA / Fotos de Diego Aráoz ANIVERSARIO. En el patio central, la comunidad del Nacional celebró el viernes por la noche sus 150 años. LA GACETA / Fotos de Diego Aráoz
“Un divino sol invade los corredores de este colegio en la mañana que llego a él a decir versos. Atravieso por un jardín, veo grandes patios abiertos y alegres y siento en las aulas el bullicio de los pájaros humanos, jóvenes y prontos para lanzarse a los grandes vuelos. El corazón se me abre a esperanzas nuevas. El espectáculo de esta juventud tucumana, apretada la boca contra el panal del libro, me reconcilia con la vida”

Alfonsina Storni (28 de junio de 1927). Dedicatoria escrita en el Libro de Oro del Colegio Nacional Bartolomé Mitre, durante su visita.

Mirar hacia atrás parece necesario, útil. Habría que retroceder 150 años: al 9 de diciembre de 1864, día de la fundación del único colegio secundario de toda una provincia (dos años antes había cerrado el San Miguel). Era una oportunidad, o una llave, para llegar a la Universidad. Una conquista valiosa.

Ese prestigio comenzó a marcarse en el pecho de los estudiantes de muchas de generaciones. Ir al Colegio Nacional de Tucumán no era poca cosa. Afianzaba la pertenencia, ese arraigo parecido al de ser parte de una familia. Orgullo.

Hoy, con los ojos húmedos, los ex alumnos recuerdan su paso. ¿Por qué llorar? Es que han pasado los momentos más importantes de su vida, esos que siempre se recuerdan, en el Colegio Nacional.

Es imposible para el actual rector, Raúl Lischinsky, iniciar la charla sin nombrar a ex alumnos con nombres ilustres, como Miguel Lillo, Celestino Gelsi, Silvano Bores, Tiburcio Padilla, Víctor Massuh, César Pelli. La lista es más larga. No se trata de una búsqueda de aval. El currículum por sí solo es más que digno. “Con este aniversario se vuelven a vivir momentos, a recordar nombres. El Colegio fue, es y será prestigioso y formador de cerebros”, destaca Lischinsky, que fue alumno, docente de Educación Física (desde el 81 a la fecha), vicerrector y rector. Tiene 44 años en el Colegio. Sigue hablando y rememorando, y se emociona.

A Norma Abdelnur le sucede lo mismo. La entrañable profesora de música confiesa que hacía mucho tiempo que no caminaba por esos pasillos llenos de luz, como los describió la poetisa allá por 1927. “Es que me trae nostalgia. Lagrimeo. Espero no hacerlo el viernes (se hizo una fiesta en el establecimiento para celebrar el aniversario)”, se excusa. E inmediatamente saca de su cartera una carpeta con recortes de diarios: entre los títulos resalta una palabra, “Semillero”. Y eso es lo que quiere resaltar la profesora: “el Nacional fue un semillero musical. Viajamos por diferentes lugares, los chicos formaban bandas de diferentes estilos musicales y se presentaban en muchos escenarios, como en el teatro San Martín o el Alberdi. Recuerdo a Esteban Gonda, que es un eximio guitarrista; a Christian Bravo, que trabaja con Cibrián y Mahler. A muchos los he perdido de vista, pero sé que en algo hemos colaborado para que forjaran sus carreras como músicos”, destaca la docente ya jubilada. A ella –asegura- le ayudó la libertad que tenía para enseñar; la manera interdisciplinaria de trabajar. Cuenta que tenían talleres para docentes en los que se fundían asignaturas como Música, Educación Física y Plástica, Matemáticas. Gracias a ello -recuerda- el resultado era “óptimo” y se lograba la “unidad entre profesores”.

Reencuentro
Los viajes a Santa María o a Amaicha para probar los telescopios que ellos mismos fabricaban en clase; o las escapadas al Taficillo con los profesores de Educación Física para caminar por los senderos mientras la vegetación les rozaba el rostro; o el día en el que les dijeron que no tenían que usar más uniforme (camisa celeste, corbata y pantalón gris) y que podían asistir con su propia ropa; o los partidos de fútbol en la cancha de la entonces Escuela de Educación Física de la UNT. Cada uno de estos recuerdos reaparecen: Fernando Alejandro Fernández, “el ponja” como le dicen sus ex compañeros egresados en 1995, volvió a las aulas donde cursó el secundario, pero esta vez como docente. Fue en 2009, y resultaron sus primeras horas en la docencia. “El primer día de clases tuve sentimientos encontrados. Volví a recordar mi paso, me detuve en detalles de la arquitectura del edificio, me acordé de mis compañeros. Ahora soy docente con algunos de los que fueron mis profesores. La historia sigue”, comenta Fernández. Y resalta que no cree que sea casual que justo este año, cuando se cumplen los 150 de la fundación, se haya reencontrado con muchos amigos a los que no veía desde la cena de egresados. Los juntó la tecnología. Tienen un grupo en Wathsapp.

Han quedado -y siguen produciéndose- experiencias dignas de contar. El Libro de Oro del Colegio Nacional todavía tiene páginas en blanco para que se siga escribiendo la historia.

Un encuentro que no se desarma desde 1948

- No creo que queden ex alumnos más viejos que nosotros, ¿no?

- ¿Por qué? ¿Vos sos viejo?

- Viejísimo...

Así terminó el encuentro entre Pedro Conrad, León Emilio Cinellu, Manuel Sidan, Adolfo Poliche y Miguel Isas, todos ex compañeros del Colegio Nacional, promoción 1948, que cada semana se reúnen como amigos, para hablar de lo que sea. Esta vez, a modo de celebración de los 150 años del colegio donde se recibieron, el tema central de la conversación fueron las aulas.

Media hora antes, el humor también funcionaba como el hilo conductor de este grupo de hombres que superan los 83 años, algunos jubilados y otros todavía en ejercicio (como Sidán, que sigue sosteniendo su actividad comercial). Recordaron anécdotas referidas a profesores, a lugares donde se yuteaban (un bar detrás del teatro San Martín), a mujeres bellas, a bromas entre compañeros (como las que les hacían a los celadores con los gemelos Antonio y Bernardino Ladetto), al saco y a la corbata del uniforme y a cómo eran cada uno de ellos en sus días de alumnos secundarios. No olvidaron mencionar a otros compañeros, como Alfredo “El Gringo” Robles (ex suegro de Marcelo Tinelli), que vive en Buenos Aires; y a Mustafá Adris, que reside en Córdoba. También resaltaron la calidad de profesores como Martín Pieroni, que alguna vez les dijo “hoy no hablaremos de Matemáticas, sino de la vida”; o María Inés Faticato de Castellanos, que les hizo amar la poesía; o Ramón Area Maidana, que les enseñó a amar el país; o Ernesto Paz. Rememoraron a los celadores Raúl Mender, ex camarista federal, “que actualmente debe tener 94 años”; a María Inés Maciel, una “bellísima mujer”, y a María Parrúa de Olavarría, que luego fue rectora del Liceo. Estos fueron algunos de los muchos nombres que aparecieron de golpe en la conversación y en los recuerdos de cada una de estas personas entrañables.

“El hecho de que nos hayamos reunido durante tantos años no es común: tenemos cimientos profundos. Si no existiera eso, no nos veríamos después de tantos años”, asegura Sidán y todos asienten. La mesa no se desarma. Las anécdotas y personajes del pasado siguen fluyendo.

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