El festival de los billetes nuevos
A nadie debe sorprender si, al concurrir al cajero automático, en el último bimestre del año le salen billetes de $ 100 nuevos. Hasta que el Gobierno nacional no acepte la inflación verdadera, los de $ 200 y los de $ 500 tendrán que esperar. Tal vez alumbren en el primer trimestre del último año de mandato de la presidenta Cristina Fernández. La primera parte de 2015 será la del ajuste o como quiera denominarlo la Casa Rosada. Las correcciones tendrán que ser en todos los sentidos: monetario, fiscal y cambiario. La Argentina no resistirá con un nivel de reservas inferiores a los U$S 25.000 millones, advierten los analistas. En otras palabras, a la actual gestión se le agotó desde el margen de la tarjeta de crédito hasta el fiado en la libreta del almacenero. Todo por una misma causa: la falta de credibilidad en la toma de decisiones.

Noviembre y diciembre se caracterizarán por ser los meses del festival de billetes nuevos. Es la única manera en la que el Gobierno puede “llegar a fin de mes” como dicen en la calle. No le queda otro camino. La emisión del último tramo de este 2014 rondará entre los $ 70.000 millones y los $ 100.000 millones; depende de cómo ajuste el zapato. Si tuviéramos que comparar con un caso particular, sería como tomar un Procrear, un Procreauto y un préstamo personal ahora y pagarlo en comodísimas cuotas (con la salvedad de que es el propio Estado el que tiene el poder de otorgárselo mientras los argentinos contribuyen a tal fin). De ser posible, que quede para el próximo administrador de Gobierno, ese que gobernará desde diciembre de 2015.

En la escasez de dólares, la “pax cambiaria” se sostendría hasta fines de año. No habría grandes fluctuaciones en el tipo de cambio oficial, con una cotización por debajo de los $ 9, aunque puede haber algún tipo de ajuste en el mercado marginal, que lleve a la divisa estadounidense a los $ 16 o $ 17. La oferta y la demanda harán lo suyo en un período en la que las grandes compañías deben girar dólares a sus casas matrices o los argentinos de a pie que aspiran a veranear en destinos del exterior. En la necesidad del Gobierno de atesorar dólares también inciden cuestiones externas. La soja a U$S 360 la tonelada no es un buen indicio; tampoco una posible devaluación del Real en Brasil con el recambio gubernamental. No es que el mundo se nos caiga encima; sucede que no hay posibilidades de aislarse plenamente, sin sentir los efectos de la economía global. Eso es de manual.

En ese contexto, la economía argentina está más cerca de cerrar con una caída de dos puntos en su Producto Bruto Interno (PBI) que con un alza del 0,5% proyectada por el Palacio de Hacienda. Más allá de esta visión macro, la tribuna está inquieta. El partido no es favorable para la Argentina modelo 2014. Un escenario de inflación elevada con caída de la economía ha golpeado en la franja más sensible de los indicadores socioeconómicos: el mercado laboral.

Pese a la vigencia de los planes sociales, la velocidad en la generación de nuevos empleos es casi nula; por el contrario, muchos empresarios advierten que hay caída de los puestos existentes. Aducen que ya no pueden cubrir los costos laborales. En la Casa de Gobierno tucumana creen que sosteniendo el consumo podrán contribuir a sostener el empleo en la provincia, particularmente en la franja del comercio. De allí la apuesta del gobernador José Alperovich de lanzar $ 2.750 millones por el pago de dos sueldos y del medio aguinaldo sólo en diciembre.

Enero, mientras tanto, promete ser un mes difícil, como viene sucediendo en los últimos años. El fantasma de la devaluación sigue tan latente como la posibilidad de que Cristina Fernández acuerde con los bonistas que no ingresaron a los canjes de la deuda pública. La presión sobre el tipo de cambio será fenomenal. Puede que vislumbremos un dólar más alto. Por ende, eso significaría arrancar 2015 con nuevos precios en la economía doméstica. Tal vez sean conjeturas, pero eso dependerá exclusivamente sobre el plan para el último año de la administración kirchnerista y de la impronta que quiera ponerle la Presidenta para conservar poder, más allá de del 10 de diciembre de 2015.

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