Los libros de Kerouac siguen inspirando idealismo y rebeldía

Los libros de Kerouac siguen inspirando idealismo y rebeldía

LOS AÑOS PROLÍFICOS. Tres obras claves publicadas entre 1957 y 1962, en pleno auge de los beatniks. LOS AÑOS PROLÍFICOS. Tres obras claves publicadas entre 1957 y 1962, en pleno auge de los beatniks.
21 Octubre 2014
Algo, alguien, un espíritu nos perseguía por el desierto de la vida y nos alcanzaría antes de llegar al cielo. Por supuesto, ahora que volvía a ello, no podía ser más que la muerte: la muerte que nos alcanza antes de que lleguemos al cielo. Lo que anhelamos durante nuestra vida, lo que nos hace suspirar y gemir y sufrir todo tipo de dulces náuseas, es el recuerdo de una santidad perdida que probablemente disfrutamos en el seno materno y sólo puede reproducirse (aunque nos moleste admitirlo) al morir. Pero ¿quién quiere morir? (“En el camino”, fragmento)

Imposible imaginar la poesía de Bob Dylan, los movimientos pacifistas contra la guerra de Vietnam, el flower power y el feliz chapoteo en el lodo de Woodstock sin una generación beat que hubiera provisto el sustento ideológico. La teoría, sí, pero en especial la pasión, la rebeldía y el idealismo. Y es imposible imaginar a esos intrépidos beatniks sin el liderazgo virtual del más inspirado de todos, Jack Kerouac.

Los aullidos de Allen Ginsberg y el sexo explícito de las novelas de William Burroughs encastraron con la producción literaria de Kerouac hasta conformar un corpus cultural potente y arrollador. Esas ideas pulverizaron el american dream de la década del 50 y expusieron las llagas que infestaban al cuerpo social estadounidense. El racismo, la desigualdad, la represión sexual y el belicismo fueron tópicos que los beatniks desarrollaron en sus obras. Kerouac lo hizo a caballo de su prosa y de sus poemas.

La narrativa de Kerouac es un viaje interminable por el Estados Unidos profundo y real. Si su obra es la más acabada de las road movies literarias -y el cine le debe mucho a su estilo-, “En el camino” emerge como el mascarón de proa. Es la más famosa de sus novelas, editada en 1957 y llevada a la pantalla en 2012 por el brasileño Walter Salles.

La postura rupturista de los beatniks precisaba que sus protagonistas le pusieran el cuerpo. Kerouac fue generoso en ese sentido, más que por las drogas por el alcohol. La bebida le provocó una cirrosis galopante, de la que no pudo escapar. Murió a los 47 años, en 1969. Hoy se cumplen 45 años.

A Kerouac se lo reconoce como uno de los maestros de la “prosa espontánea”; el ejercicio de plasmar en el papel lo que la mente va dictando como si se tratara de un trance. La clave es liberarse de todo preconcepto en la elaboración de los textos y dejar que fluya una conciencia artística. Kerouac dejó 30 consejos para quienes están dispuestos a intentarlo. ¿Algunos de ellos?

- Cuadernos secretos garabateados y salvajes páginas escritas a máquina para tu propia dicha.

- Obediente a todo, abierto, escuchando.

- Escribe lo que quieras, insondablemente, desde el fondo de la mente.

- Enamórate de tu propia vida.

- Desaloja inhibiciones literarias, gramáticas y sintácticas.

- No pienses en palabras cuando te detengas sino para ver mejor el cuadro.

Convencido desde lo conceptual y lo estilístico, Kerouac se animó a bucear en la espiritualidad, en especial en la doctrina zen. “Vagabundos del Dharma” es un intento serio en ese sentido. La búsqueda de la sabiduría a partir de la meditación lo sedujo e influyó en su obra.

“Los subterráneos”, “Big Sur” y “Ángeles de la desolación” integran el corazón del legado de Kerouac, al igual que sus poemas, muchos publicados post mortem (en 2003 vio la luz una colección de haikus). El mes próximo se subastará la correspondencia que Kerouac mantuvo con su amigo George Apóstolos. Eso se llama vigencia.

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