Exponen la primera pintura que adquirió la provincia

Exponen la primera pintura que adquirió la provincia

Después de su restauración, “Flores de ceibo”, de Ripamonte, se verá en el Museo

PRESENTACIÓN FINAL. Así quedó luego del trabajo de restauración. gentileza museo provincial timoteo navarro  PRESENTACIÓN FINAL. Así quedó luego del trabajo de restauración. gentileza museo provincial timoteo navarro
20 Octubre 2014
Carlos Ripamonte, autor de pinturas como “El trompa de Granaderos”, “San Martín”, “Belgrano”, “Cabral” y “La carreta”, nació en 1874 en Buenos Aires y falleció en 1968. Su obra “Flores de ceibo”, lleva el número 001 en el inventario del Museo Timoteo Navarro y, a partir de mañana, se expondrá como parte del patrimonio local en el edificio de 9 de Julio 44.

No todos los años se tiene la oportunidad de conocer y de ver la primera pintura que se adquirió para el patrimonio artístico.

“Flores de ceibo” es un óleo de 123 x 154 cm. y según la documentación que se dispone, se puede estimar su ingreso en el Museo durante la década del 20, a través de un proceso de compra realizado por el Gobierno. “La obra estuvo a préstamo durante muchos años en el Ministerio de Hacienda, en Casa de Gobierno, hasta 1990, fecha en que se solicitó su devolución para ser restaurada por primera vez”, le contó a LA GACETA la directora de Artes Visuales, Raquel Zeitune. Y se encontraba en restauración desde 2011.

“Con ‘Construcciones de pertenencia’ se ha decidido pensar una propuesta de muestra que jerarquice la obra, al mismo tiempo que logre transmitir la importancia y el sentido de identidad que despierta al formar parte del acervo artístico de la provincia. El tema tradicionalista potencia la idea de pertenencia, por lo que se decide reflexionar sobre la identidad nacional a partir del arte”, agregó la directora. “Trabajamos aquí con algunas obras de nuestro patrimonio artístico, tratando de hacer un cruce entre la mirada de un artista académico y tradicionalista y la de artistas contemporáneos”, concluyó.

La directora adelantó que el programa incluirá actividades educativas y dispositivos que permitan al visitante conocer más sobre los procesos de restauración que realiza el Laboratorio de Conservación y Restauración del Museo.

La pintura ingresó en 2011 al laboratorio Museo, coordinado por Cecilia Barrionuevo y con la colaboración de Daniel Duchen y Myriam Leguizamón, para su diagnóstico y futura intervención. Este proceso se vio discontinuado en numerosas ocasiones debido a que no era la única obra en la que se trabajaba en el laboratorio.

Diagnóstico

La restauradora Barrionuevo comentó :“El recuerdo que tengo de esta obra se remonta al año 1993, cuando realizábamos una visita programada a este museo, en el marco de un curso de restauración de obras de arte dictado por docentes de la Universidad Complutense de Madrid. Al enseñarnos las técnicas de diagnóstico uno de los profesores pasó un escáner de luz ultravioleta sobre esta obra y dijo, refiriéndose a la amplia franja vertical, que se trataba de un ‘inmenso repinte’. Ese fue mi primer diagnóstico, casi 20 años después, cuando las autoridades del museo me solicitaron la intervención de esta obra”. Posteriormente, agregó: “la decisión más importante que se tomó fue la eliminación de los repintes realizados con anterioridad puesto que estaban compitiendo con la obra en lo que se conoce como un falso histórico; es decir, cuando el repinte se realiza con la misma técnica del autor (tanto en el material empleado como en su aplicación con pincel o espátula). Aún así no se quitaron todos los repintes con la intención de que permanezcan intervenciones anteriores como parte de su propia historia”.

Los expertos estiman que la pérdida de la capa pictórica original puede calcularse casi en un 40%.

Finalmente, se decidió una reintegración cromática que devuelva la integridad estética de la obra, diferenciada de la original con la técnica del “tratteggio” (líneas finas entrecruzadas) con acuarelas y con selección cromática para evitar reconstruir las partes.

“Hoy, casi a fines de 2014, estamos presentando la obra ya estabilizada y estéticamente coherente, abierta a cualquier decisión de intervención posterior que pueda requerir. Con la capacidad de ser estudiada por historiadores del arte ya que no se ha modificado la parte original realizada por Ripamonte”, anunció Cecilia Barrionuevo.

La identidad

La identidad es una construcción simbólica ligada al sentimiento de pertenencia de una colectividad histórico-cultural con características diversas, se puede leer en el texto curatorial que ofrece el Museo. “Reproducir la identidad implica tener un ‘lugar’ desde donde apropiarse y ordenar la experiencia vivida; ese espacio ordenador tamiza las vivencias colectivas e individuales para acercar las raíces culturales que definen esa integración social. El Museo, de este modo, es un espacio propicio para el pensamiento libre, las reflexiones profundas y símbolo de una sociedad interesada en la cultura. A través de nuestro patrimonio deseamos unificar la mirada sobre lo que significa ser comunidad desde diversas expresiones del arte argentino”, indica el texto.

Finalmente, se señala que el arte recurre al uso de símbolos para pensar ese espacio de identificación: “así surgen en las obras de grandes maestros como Ripamonte y Quirós, y se transponen en lo contemporáneo mediante nuevos formatos expresivos que en su esencia buscan comunicar sin velos ni metáforas, las ideas transmitidas por los emblemas nacionales”.

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