León Feler dejó lecciones de solidaridad a varias generaciones tucumanas

León Feler dejó lecciones de solidaridad a varias generaciones tucumanas

MOMENTOS. Feler en su escritorio, junto con los voluntarios. Abajo, con su mujer, Estela Farber, con quien se casó en 1944. la gaceta / archivo - gentileza familia feler MOMENTOS. Feler en su escritorio, junto con los voluntarios. Abajo, con su mujer, Estela Farber, con quien se casó en 1944. la gaceta / archivo - gentileza familia feler
17 Octubre 2014
Decía que “hay que tener suerte para vivir y suerte para morir”. Enigmática frase de don León Feler que dejaba pensando a más de uno. Y como no era hombre de decir una cosa y hacer otra, ayer se fue a la madrugada, con el comienzo de unas de las fiestas más alegres del calendario judío, Simjat Torá, que significa “alegría de la Torá”. Quienes lo conocieron a lo largo de sus 101 años saben a él le hubiera gustado que lo despidan con una sonrisa, no con lágrimas.

Como decía el salmista: “Los que siembran con lágrimas, con alegría cosecharán”. León Feler tenía toda una vida sembrada con trabajo y solidaridad en Tucumán. Cuando cumplió 90 años sus tres hijos - Oscar, Raúl y Graciela - le regalaron una fundación con su nombre para multiplicar todas las acciones benéficas que acostumbraba realizar desde su más lejana juventud. Él fue la simiente de una fundación que hoy tiene 130 voluntarios en proyectos de salud, educación y desarrollo comunitario, y que tiene planificado crecer el doble.

No era tucumano, pero amó esta provincia desde que se radicó cuando tenía 25 años. Había nacido en la localidad porteña de Carlos Casares, en 1913. Fue empresario y vivió en Tucumán con su mujer, Estela Farber, y sus hijos. Cuando se enteró de que muchos pacientes de la Sala de Quemados del Hospital Centro de Salud pasaban meses sin que nadie viniera a verlos, él se encargó de alivianar su soledad. Se iba solo y los visitaba a uno por uno en sus camas. Conseguía los teléfonos de los familiares de los pacientes y los llamaba para decirles que no se olviden de su pariente internado en el hospital, que lo vayan a visitar. Es uno de los tantos recuerdos que se le disparan en estas horas de dolor a su gran amigo Alejandro Jassán, con quien compartió Feler su cruzada solidaria. A ellos dos se les sumó otro buen amigo, Isidoro Jabif, también fallecido. El trío solidario recorría cada semana la sala de Quemados para conversar y contagiar su buen humor a quienes pasaban meses en dolorosa y lenta recuperación.

Quizás, ver semejante sufrimiento inspiraba a don León a agradecer todo el tiempo: “Gracias Dios por lo que me das y gracias también por lo que no me das”.

“Fue mi amigo y maestro”, suspira Jassán con sus 90 años, en la sala de Flores. Hasta allí cientos de personas de todas las edades se acercaron para despedir al filántropo, cuyos restos serán sepultados hoy a las 15, en el cementerio israelita. “Fue mi guía desde que entré como voluntario. Él enseñaba con su ejemplo, con su paz”, reconoce Diego Aguilar Velázquez director ejecutivo de la fundación.

“Generoso, caballero... ¡Nunca se quejaba de sus dolencias!” lo añora su cuidadora Silvia Lescano. “Desde joven siempre fue así ... solidario y alegre”, lo recuerda su sobrina Chuly Wesler que tiene 80 años. Pupi Danielsen, voluntaria de la primera ola, no puede hablar. Sabe que el lunes cuando vuelva a la fundación él no estará. Pero debe seguir. “El que no vive para los demás tampoco vive para sí mismo”, le enseñó su fundador. Ayudar fue su deseo hasta el último minuto, por eso pidió que lo recuerden “con una donación en memoria mía”.

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