Por Marcelo Androetto
07 Octubre 2014
El superclásico lacustre dejó mucha tela para cortar. A medida que pasan las horas, el telón de las polémicas de oficina se va corriendo y permite otear el horizonte de los dos gigantes del fútbol local.
River ganó y perdió con la igualdad. Un triunfo “xeneize” hubiera estirado la paternidad y dejado secuelas en el alma del puntero. Pero a la vez “perdió” la oportunidad de escaparse en la tabla, de aprovechar el viento a favor en los últimos superclásicos -lleva tres ganados y tres empatados en 2014-, y sobre todo de ratificar que el fútbol lujoso y ofensivo sigue gozando de buena salud.
Pensando en lo que viene -el resto del certamen, la Copa Sudamericana, la Copa Argentina- los números le hacen un guiño al “millo”, pero también una fruncida de ceño: en los ocho partidos que ganó en el semestre, siempre fue con Matías Kranevitter en cancha. En los seis que empató, el “Colo” -que volverá en 2015- lo miró desde afuera. River tendrá que aprender a ganar sin el fenomenal volante central tucumano.
Boca también perdió y ganó con el empate. Porque con esa pelota de Andrés Chávez que coqueteó sobre el final con el arco local pero no entró, se vio privado de un golpe de efecto inconmensurable, que lo hubiera puesto otra vez en carrera en el certamen. Víctima principal de los dislates de Vigliano hubiera pegado un salto en la tabla y su autoestima a caballo de otro triunfo histórico. Casi con seguridad, el waterpolo le jugó a favor, por lo mucho que le jugó en contra a su contrincante, pero más allá de eso este Boca en reconstrucción se fue “ganador” por la actitud exhibida. Quién lo hubiera dicho hace apenas un mes, cuando con Carlos Bianchi como timonel deambulaba por las canchas como un alma en pena, incluso en la mismísima Bombonera. El Boca de Arruabarrena se mira en el espejo y reconoce las características históricas de otros Boca. Comprobó, además, que en Meli y Chávez tiene a dos jugadores nacidos para la azul y oro. Quizá no le alcance para pelear el cetro pero si este equipo sigue creciendo le dará más de una alegría al pueblo “xeneize”.
River ganó y perdió con la igualdad. Un triunfo “xeneize” hubiera estirado la paternidad y dejado secuelas en el alma del puntero. Pero a la vez “perdió” la oportunidad de escaparse en la tabla, de aprovechar el viento a favor en los últimos superclásicos -lleva tres ganados y tres empatados en 2014-, y sobre todo de ratificar que el fútbol lujoso y ofensivo sigue gozando de buena salud.
Pensando en lo que viene -el resto del certamen, la Copa Sudamericana, la Copa Argentina- los números le hacen un guiño al “millo”, pero también una fruncida de ceño: en los ocho partidos que ganó en el semestre, siempre fue con Matías Kranevitter en cancha. En los seis que empató, el “Colo” -que volverá en 2015- lo miró desde afuera. River tendrá que aprender a ganar sin el fenomenal volante central tucumano.
Boca también perdió y ganó con el empate. Porque con esa pelota de Andrés Chávez que coqueteó sobre el final con el arco local pero no entró, se vio privado de un golpe de efecto inconmensurable, que lo hubiera puesto otra vez en carrera en el certamen. Víctima principal de los dislates de Vigliano hubiera pegado un salto en la tabla y su autoestima a caballo de otro triunfo histórico. Casi con seguridad, el waterpolo le jugó a favor, por lo mucho que le jugó en contra a su contrincante, pero más allá de eso este Boca en reconstrucción se fue “ganador” por la actitud exhibida. Quién lo hubiera dicho hace apenas un mes, cuando con Carlos Bianchi como timonel deambulaba por las canchas como un alma en pena, incluso en la mismísima Bombonera. El Boca de Arruabarrena se mira en el espejo y reconoce las características históricas de otros Boca. Comprobó, además, que en Meli y Chávez tiene a dos jugadores nacidos para la azul y oro. Quizá no le alcance para pelear el cetro pero si este equipo sigue creciendo le dará más de una alegría al pueblo “xeneize”.
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