Lito y el silencio de Alpachiri

Lito y el silencio de Alpachiri

Allá en el tiempo (no hace mucho) conocí a Lito. Todos lo llaman por ese apodo, pero su nombre es Ángel Claudio Valdez. Tiene los dedos finos, largos y huesudos como manos de pianista. Siempre lleva un sombrero de cuero en la cabeza y botas de caña larga hasta la altura de las pantorrillas.

Viste ropas coloridas y todo le queda por fuera de su tamaño. Debe ser ropa ajena, de alguna donación (supongo), porque las camisas y los pantalones le quedan grandes. Vive en las montañas de Alpachiri, a unas dos horas de caminata, antes de llegar a la Laguna del Tesoro.

En su casa de chapa y madera, demasiado ultrajada por el tiempo, siempre hay humo. A veces humo gris; a veces más azulado, depende de la urgencia del fuego. Y encima de las brasas hay una pava con agua caliente, por las dudas.

Lito se envuelve la cabeza y la nuca con una suerte de pañuelo, al estilo de los beduinos, para protegerse de los peligros de la selva (desde mosquitos hasta víboras), cuando deambula por el monte.

En su enorme patio verde ya no se ven cabras ni ovejas. Sólo quedan caballos, algunas vacas y unos cuantos perros hambrientos que mueven la cola con pereza, casi por obligación.

A las cinco de la mañana ya se oyen sus pasos por la casa. Antes de esa hora no tiene sentido levantarse (dice), porque todo está oscuro y no se ve un alma. Pero desde hace ocho meses, cada vez que se levanta de la cama le falta algo. Era su mejor compañía. Para muchos puede sonar a algo insignificante, sin importancia. Sin embargo, para Lito esa compañía del amanecer era muy valiosa. Vivir en las montañas, rodeado de animales y selva, donde el techo es el cielo, y el vecino más cercano está a una hora de camino, una compañía no es precisamente lo que sobra.

A esos lugares inhóspitos no llega el diario. En esas sendas, las noticias viajan a caballo. Por eso, Lito sufre en silencio desde que dejó de funcionar la radio para escuchar LV7, Nacional o LV12. Dice que se conforma con una radio chiquita, de esas que caben en la palma de la mano. Tiene que ser una radio con pilas, porque ahí no hay electricidad. Con eso le basta para sentirse bien acompañado.

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