De regalo, la smart city
Cumplió 329 años. Está cansada. Por momentos, se siente maltratada, aturdida, desbordada. Sueña con ser sustentable. Pero le cuesta. La ciudad ha soplado las velitas ayer y seguramente tuvo mucho que pedir en sus tres deseos.

¿No será hora de que me regalen la posibilidad de ser una smart city?, se habrá preguntado. La traducción literal de este concepto es “ciudad inteligente”. Como título marketinero es muy bueno. De hecho, muchos gobiernos municipales en el mundo se han dejado seducir por sus encantos y, prácticamente con los ojos cerrados, comenzaron una competición para ver quién era más smart.

¿De qué se trata? significa básicamente aplicar tecnología a la gestión municipal para mejorar la vida de las personas. Esta idea, que no es nueva, ahora no parece ser algo tan difícil de alcanzar teniendo en cuenta que la penetración de la tecnología ha superado todos los niveles esperados en el país.

San Miguel de Tucumán ya está dando sus primeros pasos para ser inteligente.

En los últimos años, se han incorporado pantallas informativas en las calles y se han puesto cámaras de vigilancia, aunque aún no se sabe con precisión qué aportan. En el futuro, la ciudad pretende sumar aplicaciones para elegir y pagar estacionamientos a través del celular. También podremos saber en nuestros teléfonos en cuánto tiempo pasará el colectivo, dónde hay cajeros disponibles, si hay embotellamientos en alguna calle, etcétera.

Claro que la tecnología no es milagrosa. No podrá resolver una congestión vehicular cuando en una cuadra entera haya autos estacionados en doble y triple fila. Muy poco podrá hacer para que seamos más respetuosos de las normas de tránsito o menos sucios cuando usamos los espacios públicos. Así que el segundo deseo de la ciudad en su cumple bien podría haber sido que su gente la quiera y la respete un poco más.

Tampoco hay tecnología posible que pueda reemplazar el aporte de un árbol o de una plaza en la calidad de vida de la gente. Probablemente, en su tercer deseo la ciudad habrá pedido más espacios verdes, habrá pedido que no se pierdan esas numeras razones que le valieron el nombre de “Jardín de la República”. Podrá crecer y ser muy inteligente, pero sin estos dos últimos deseos cumplidos no habrá San Miguel de Tucumán que pueda posar alegre ante las cámaras que le dicen: sonría, la estamos filmando.

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