Las instituciones de las sillas vacías

Las instituciones de las sillas vacías

Siguen apareciendo encuestas y no hay muchos cambios de las últimas que se conocieron. Amaya se muestra distinto, pero sigue siendo impredecible. Un juicio histórico que parece no importarle a nadie.

Las instituciones de las sillas vacías
En banquillo de los acusados había un juez. También estaban dos abogados y un hombre de las finanzas acostumbrado a manejarle millones de pesos a hombres y mujeres impacientes de esta sociedad que ambicionan más dinero del que tienen y pueden. No se trataba de unos cuantos perejiles, como suelen llamarles en la jerga tribunalicia. En la tribuna, nadie. La presencia de nombres que se hicieron conocidos por sus trayectorias como los de Federico Felipe Terán, Alfredo Ducca, Daniel Martín y Jorge Rigourd no convocaron ni a un espectador, salvo uno que otro familiar. Era el momento de los alegatos de causas en las que estuvieron comprometidos dineros del Estado y que, según las denuncias y varios pleitos, se abusaron de lo público para conseguir que se paguen títulos públicos y sus intereses en forma indebida.

A ningún ciudadano parecieron interesarle estas cuestiones. Es cierto que el tecnicismo de algunas cuestiones y los recursos de los letrados a la hora de exponer suelen ser o muy pobres o lo suficientemente jurídicos como para que sólo los entiendan los jueces y algunos pares. Si así fuera, en las sillas podrían haber estado sentados cientos de estudiantes y uno que otro profesor de alguna de las tres facultades de Derecho. En el recinto no había nadie. También es cierto que las causas han perdido actualidad ya que la Justicia Federal se tomó unos nueve años para llegar al juicio oral. Sin embargo, nada es óbice para que una cuestión en la que al Estado se les esfumaron millones deje de tener interés público o al menos, profesional.

La sala vacía es la síntesis del desinterés que vienen mostrando sectores activos de la sociedad sobre cosas que pasan, más aún si son ordenadas desde el poder.

Otro ejemplo claro de esta actitud es la elección del representante de los abogados del interior del país en el Consejo de la Magistratura de la Nación. El padrón de los abogados tucumanos es mayor a 4.000 y los que fueron a elegir no fueron más de 1.000. Con los años llegarán las críticas a los integrantes del Consejo de la Magistratura, pero no las autocríticas por no haber querido intervenir cuando las circunstancias lo pedían.

Casi al mismo tiempo que uno de los juicios más importantes del siglo transcurría, en la Legislatura, un hombre elegido por los tucumanos decía que otro par “sabía de narcotráfico”. Raúl Hadla había salido decidido a agredir verbalmente a Gerónimo Vargas Aignasse, que había llegado a criticar los gastos sociales (dinero que no tiene claridad ni fundamentos precisos ni equidades en la Cámara) que cobran los legisladores. Ningún miembro de la Justicia actuó sobre estas declaraciones que, cuanto menos, dejaron muchas dudas sobre temas que hieren a la sociedad. La droga y los dineros públicos rozan distintos sectores sociales por igual y por eso, tal vez, se los disimula tanto.

La duda es si son las preocupaciones (y ocupaciones) o las desilusiones y frustraciones las que desembocan en el desinterés. Si fueran estas últimas cuestiones las motivaciones, los hombres públicos, más que pensar en las reelecciones o en los nuevos cargos para 2015, deberían pedirles disculpas a las generaciones venideras por lo que dejan.

“Es la política, estúpido”, podría decir un tucumano parafraseando a Bill Clinton cuando quiso dejar en claro que inexorablemente las cosas de la economía eran como eran y punto. Los hombres y mujeres de la política están en otra. Encuestas, pintadas, sociedades, acoples, proyectos, traiciones, territorio, votos y 2015 son tal vez las únicas cosas que articulan ideas y acciones en sus cabezas.

En la panificación de los encuestadores, a los números recién salidos del horno los tuvo este viernes el entorno de José Cano. En el adelanto recibido, el líder del Acuerdo Cívico y Social sigue primero en las mediciones. “En el 2015 habrá elecciones para elegir gobernador de la provincia. Si las elecciones fueran hoy, de los siguientes candidatos ¿a quién votaría?”. El 29,8% de las personas a las que les preguntó la consultora Aresco respondió “Cano”. El 27,4% dijo que a Juan Luis Manzur y el 19,5%, que al impredecible Domingo Amaya. Hay un 4,9% que pondría la boleta de Claudio Viña (Fuerza Republicana) y un 2%, la de Daniel Blanco (Partido Obrero). El resto, no sabe; no contesta (10%) o vota en blanco (6,1%).

Cano se pasó los últimos años desconfiando de la palabra de José Alperovich y pareciera que no le creyó al gobernador cuando dijo que su esposa no sería candidata. Por lo tanto, Aresco, al incluir la candidatura de Beatriz Rojkés de Alperovich, ella obtiene un 28,9% de intención de votos. Al mismo tiempo, crece Cano y trepa al 32,9%, mientras que Blanco duplica su porcentaje y asciende al 4%. Indudablemente, a muchos de los votos de Amaya se los lleva la primera dama, ya que el intendente de Capital, con este escenario, baja al 16,2%.

Cuando la consultora Aresco preguntó cuál es el mejor candidato a gobernador por el Frente para la Victoria, Amaya consiguió un 29,2%, Rojkés, un 25,2% y Manzur, un 18,8%. Los “no sabe” también generan indecisión puesto que treparon al 26,8%.

Fórmula obsecuente

Esta claro que al gobernador lo que más le preocupa de la sucesión es su persona. En los últimos días, ha dado señales suficientes para interpretar que la fórmula que más le gusta es la de los chupamedias. Nadie ha sido más obsecuente que Manzur con el mandatario provincial, aunque desde que juró como (no) diputado, Osvaldo Jaldo se le ha acercado notablemente. Ellos dos fueron protagonistas de cuanto acto se hizo últimamente. Hasta el protocolo ha cambiado. Hasta hace 15 días la preocupación era saber en qué lugar iba a hablar la senadora Rojkés. Este viernes, en la inauguración de la diagonal a Tafí Viejo, no hubo lugar para ella en la lista de oradores.

El miércoles, los otros candidatos “no estuvieron tan católicos” podría haber dicho alguna abuela que fue a la procesión de la Virgen de La Merced y vio a Domingo Amaya cruzarse con José López.

-¿Tanto miedo le tenés a Alperovich que no das una obra para la Capital?, le espetó el intendente.

El secretario de Obras Públicas de la Nación arqueó tanto las cejas por la sorpresa que su interlocutor se animó a más:

-No puede ser que tengás tanto miedo, agregó el lord mayor.

-¿Sabés qué pasa? Que vos no estás tocando el timbre adecuado, contestó el candidato a gobernador que no para de traer obras millonarias a la provincia.

-Toco todos los timbres, incluso toqué el tuyo, tiró Amaya con voz de tanguero trasnochado.

-No, yo ayudo a todos, concluyó López sintiéndose Papá Noel.

-Bueno, si es así, cumplí con el shopping a cielo abierto, cerró el intendente, no pudiendo evitar ponerse colorado.

Después, los dos recorrieron la procesión como si nada hubiera sucedido.

Los alperovichistas creen que en algún momento Amaya volverá al corral, pero no saben qué hacer con López. Con las encuestas en la mano, sienten que tienen todo el derecho a decirle que no y a cerrarle las puertas, porque López suma menos que un chico en jardín de infantes. Sin embargo, a Alperovich se le hace difícil dejarlo afuera -como a su mujer- porque el hijo pródigo vuelve a su tierra con demasiadas obras. López, en tanto, se entusiasma porque en su equipo ya tiene arquero desde que Sergio Mansilla se acercó y en su equipo incluyó a jugadores como Julio Silman, Zacarías Khoder, Luis Morghenstein y Osvaldo Morelli.

Alperovich dejó crecer las candidaturas de López y de su mujer y ahora le va a costar caro poner la marcha atrás. Al menos, Betty y Cristina estarán atentas a sus maniobras.

Encontraron el agumento

El viernes, los abogados les dieron el argumento a los dirigentes del PRO. Los macristas tucumanos sufren un serio trastorno de identidad. Se sienten fuertes en las presidenciables porque están seguros de que Mauricio Macri es el supermán que los llevará, por lo menos, al balotaje. Sin embargo, en Tucumán, para ellos hay más criptonita que caña de azúcar y limón juntos. Aún no encuentran el argumento para explicar que el gran rival en Buenos Aires puede ser Sergio Massa y que, en esta provincia, terminarían siendo socios del Acuerdo Cívico y Social de Cano que está decidido a optar por un vice del peronismo massista. De esto hablaron el diputado radical y el legislador Alberto Colombres Garmendia en el bar del hotel Tucumán Center. Fue un acercamiento después de muchos meses de tirarse piedras con emisarios comunes.

Pero fue la elección de abogados la que permitió a los del PRO desactivar un poco de criptonita. Es que en Tucumán el candidato al Consejo de la Magistratura que llevaron la UCR y el massismo (la misma que se daría para gobernador) fue Miguel Piedecasas, que ganó a nivel nacional pero sacó 360 votos en estas tierras. En cambio, el candidato del PRO, solo, obtuvo 303 sufragios, pero salió tercero. El primer lugar en Tucumán fue del postulante de La Cámpora, César Grau. Los macristas no se cansaron de repetir este fin de semana que, si no los suman a ellos y respetan sus exigencias en los comicios provinciales, podría ocurrir lo mismo y permitirían que el alperovichismo repita la historia.

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