La obra inmortal de una poeta perseguida por la muerte

La obra inmortal de una poeta perseguida por la muerte

INMORTAL. En 1931, el actor Boris Karloff hizo estremecer al público con su interpretación del monstruo. INMORTAL. En 1931, el actor Boris Karloff hizo estremecer al público con su interpretación del monstruo.
23 Septiembre 2014
Cuenta la leyenda, que en la tumba del escritor y poeta británico Percy B. Shelley, ubicada en el cementerio protestante de Roma, hay una lápida que dice “Corazón de corazones”. Pero, lo que pocos saben es que, en esa tumba, falta el corazón de Shelley, que está en realidad enterrado con Mary Shelley, su mujer, a cientos de kilómetros, en la ciudad costera de Bornemouth, Inglaterra. Así que en el sepulcro de Roma hay una urna con cenizas incompletas y en el de Inglaterra, hay un corazón de más. La explicación es más que lógica: esa mujer, que yace con dos corazones, es nada menos que la autora de “Frankestein”, la primera novela que mezcla ciencia ficción con terror; una obra fundamental para cualquier biblioteca.

“Frankenstein (o el moderno Prometeo)”, tal es su título original, fue publicado en 1818. El subtítulo de la novela anticipa un poco su trama, ya que en la mitología griega el titán Prometeo es quien roba el fuego sagrado a los dioses para entregárselo a los humanos; es decir, quiebra el orden establecido por los dioses. Tal es el caso de Victor Frankenstein, que mediante rigurosas operaciones científicas logra despertar a los muertos.

Más allá de los planteos morales de la novela, “Frankenstein” es en realidad una obra plena de vitalidad, ya que podría ser considerada precursora de la ciencia ficción moderna. ¿Qué sería la saga “Crepúsculo” sin “Frankestein? ¿Como se entiende el furor de la saga “Hush Hush” sin considerar a Mary Shelley?

El inicio
La historia de la génesis de la novela es realmente singular. Durante el año sin verano de 1816 (llamado así en Europa por el crudo invierno que se extendió durante un año, debido a la erupción de un volcán); Mary Shelley y su marido, fueron a pasar una temporada a Suiza, en la casa de otro célebre poeta del romanticismo: Lord Byron. Durante una noche abúlica, Byron leyó a sus invitados una antología de cuentos de fantasmas; y luego retó a sus invitados, entre los que también se contaba el médico y poeta inglés John William Polidori; a escribir un relato de terror.

De aquella reunión, Polidori terminó escribiendo “El vampiro”, una discreta y vengativa novela; y Mary Shelley su inmortal “Frankenstein”. Se dice que el núcleo de la novela surgió durante una pesadilla, donde la escritora vislumbró la posibilidad de escribir sobre algunos experimentos que en aquella época causaban furor entre los científicos. De hecho, el personaje de Victor Frankenstein está basado en Andrew Crosse, un científico que Mary conocía.

La crítica fue dura, y hasta llegó a postular que Frankenstein no había sido escrito por Mary, sino por su esposo Percy. Sin embargo, la absurda discusión concluyó abruptamente cuando se supo (a través de la profusa cantidad de epístolas y diarios íntimos de los esposos) que el borrador de la novela fue en realidad corregido por Percy; sólo eso.

Años después llegaron algunas continuaciones de “Frankenstein”, las cuales en general fueron absorbidas por el cine. En ellas, el atormentado doctor Victor Frankenstein termina resucitando el cadáver de una mujer para que le haga compañía a su primera creación. Pero estas versiones no se basan en el Frankenstein original, sino en una serie de relatos escritos por Elizabeth Caroline Grey.

El final
La muerte y el amor marcaron el ritmo de la vida de Mary. A las pocas semanas de nacer, su madre murió de una septicemia; a ella misma se le murieron los tres primeros hijos (sólo sobrevivió el menor, Percy Florence, nacido en 1819) y en 1822, su amado esposo se ahogó al hundirse el velero en el que navegaba, durante una tormenta en la Bahía de La Spezia (Italia). Ya viuda y quebrada por el dolor, Mary regresó a Inglaterra y se dedicó a criar a su hijo. En 1926 publicó “El último hombre”, considerada la mejor de sus obras. Durante la última década de su vida transitó diversas enfermedades, hasta que un tumor cerebral acabó con su vida a los 53 años. Cuentan que, de adolescente, ella solía pasearse entre las lápidas del cementerio hasta llegar a la de su madre; allí se recostaba a leer. Tanta muerte parece haberla impulsado a crear vida después de la muerte. De hecho “Frankenstein”, que surgió de las penas y las lecturas de Mary, es un monstruo capaz de amar, y de leer a Goethe, Milton y Rousseau.

Los monstruos modernos son, tal vez, menos poéticos y más tecnológicos, pero encierran el mismo misterio que persiguió a Mary. Porque la muerte, después de todo, es sólo la otra cara de la vida.

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