Felices 80 y gracias por tanta belleza

Felices 80 y gracias por tanta belleza

En el principio fue García Lorca. Cuenta Leonard Cohen que no encontró su voz hasta que leyó a García Lorca. Después fueron Yeats y Whitman. Entonces escribió sus poemas y los publicó. Hasta que un día se animó a convertirlos en canciones y a cantarlas. Y así Cohen se tornó imprescindible en el universo de las letras y en el de la música, carne de Nobel (si no es Dylan será Cohen), y que se apuren porque hoy cumple 80 años y los milagros, por más divinos que sean, no duran para siempre.

Como todo escéptico que se permite amar, Cohen sabe que sus pasiones son finitas. Lo maravilloso son las disculpas –propias y ajenas- que formula en clave de versos. “Si queremos expresar la derrota que nos ataca a todos tiene que ser en los confines estrictos de la dignidad y la belleza”, sugiere Cohen. Mientras los personajes de Tom Waits vagan a la madrugada, resignados a no encontrar respuestas, los de Cohen se animan a encadenar las palabras justas para enhebrar adioses. Es el poeta del fin de fiesta por excelencia.

Jeff Buckley, REM, Nick Cave, Alex Turner, Jorge Drexler, Luca Prodan, Neil Diamond, Nirvana, Kevin Johansen, Colpdplay y The Sisters of Mercy integran el más ecléctico e improbable de los seleccionados. Los une la admiración por Cohen, cuya influencia salpicó la obra de cada uno de ellos. Y de muchos más, porque bajo el paraguas Cohen se guarecen músicos, cineastas, escritores y toda clase de infatigables lectores y oyentes de su obra.

Tantos libros, tantos discos, hacen del canadiense de fina estampa un poderoso referente cultural de la segunda mitad del siglo XX y de los albores del XXI. Él se acomoda el sombrero, emblema de un dandy de la palabra, y canta/recita con su voz de crooner atemporal líneas de una visceralidad absolutamente lorquiana. Porque en el principio de Cohen, imposible olvidarlo, fue García Lorca.

Me dices que el silencio

está más cerca de la paz que los poemas.

Pero si como un regalo

yo te ofreciera el silencio

(porque yo sé lo que es el silencio)

tu dirías:

“esto no es el silencio,

es otro poema”,

y me lo devolverías.

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