De cartuchos y cañones

De cartuchos y cañones

Las urgencias de Belgrano acampado en Jujuy

EL BARÓN DE HOLMBERG. Responsable de la artillería del Ejército del Norte, disfrutaba del gran respeto de Belgrano.  la gaceta / archivo EL BARÓN DE HOLMBERG. Responsable de la artillería del Ejército del Norte, disfrutaba del gran respeto de Belgrano. la gaceta / archivo
Ayer, reseñamos los inconvenientes que desolaban al jefe del Ejército del Norte, Manuel Belgrano, por el mal funcionamiento de la Fábrica de Fusiles de Tucumán, en 1812. Hay más sobre el tema del armamento, en notas del 18 y 19 de junio, desde Jujuy.

Decía al poder central que “el cañón que hasta ahora ha pasado por de a 2, ha resultado que no es de ese calibre, y a fin de habilitarlo y aprovechar las municiones que tenemos y se han fundido para él, ha sido preciso construir un taladro, en cuya operación se está actualmente”. La artillería estaba a cargo del Barón de Holmberg, oficial por quien Belgrano tenía gran respeto.

Avisaba que “día y noche” se trabajaba en el taladro, y que Holmberg le era de gran utilidad, “con sus luces, constancia y actividad y un celo distinguido por los intereses de la Patria, economizando cuanto es posible”. Le enviaba, además, documentos que mostraban “el triste número de los cartuchos de fusil a bala que tiene el Ejército” y que apenas alcanzarían “para una corta acción”.

Las cartucheras confeccionadas en Tucumán eran “de lo más malo que se puede dar: además de no tener la medida del cartucho, los agujeros están llenos de barbas, a términos que entrar un cartucho e inutilizarse es una misma cosa”. Holmberg las estaba modificando pero, como no era justo que el erario soportase ese gasto, consideraba que había que responsabilizar a los autores de la confección.

Habían empezado a fundir granadas del calibre adecuado para el cañón. Se había logrado “dar con la mezcla de los metales, para que produzcan el efecto que se desea y ya hemos visto: pero para todo esto es necesario la pólvora de que carecemos”.

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