Palito Ortega: “Estoy más cerca de volver con las alas plegadas”

Palito Ortega: “Estoy más cerca de volver con las alas plegadas”

El músico actúa en el Primer Festival Monumental y cierra así el círculo abierto hace 29 años, cuando cantó por última vez en la capital tucumana.

20 Septiembre 2014
No será una noche más. Su cuerpo y su mente lo saben, y el corazón le palpita fuerte. Este no es un show; es un reencuentro que demoró 29 años, demasiado tiempo desde el carnaval de 1985 cuando cantó en la capital tucumana por última vez. Hace un año estuvo en Famaillá, pero hoy cierra su círculo.

Sobre el escenario en Atlético Tucumán abrirá sus brazos para recibir todo el cariño de su gente y alguna lágrima, incontenible, saldrá de los ojos de Ramón Palito Ortega. Él, un hincha de San Martín, recibirá tanto afecto en la cancha de su eterno rival que se puede leer como la síntesis de que el fervor popular por el ídolo supera al de la camiseta.

El Primer Festival Monumental tiene cuatro estrellas, pero la suya brilla más fuerte por su lazo con la provincia donde nació hace 72 años. “La noche de los grandes” llaman a la fiesta que compartirá con Pimpinela, Karina, Sergio Galleguillo y varios artistas tucumanos. En la extensa entrevista exclusiva con LA GACETA, explicita una y otra vez lo especial de su regreso, golpeado por sus recuerdos (desde la época en que había elegido llamarse Nery Nelson) y por sus deseos.

Palito está alterado. “Siento mucha ansiedad, como la primera vez que volví. Es una emoción tremenda que me tiene sobresaltado. Lo vivo con una alegría diferente”, admite.

- ¿Qué le pasa por dentro?

- Me conmueve todo lo que está pasando, me produce una enorme felicidad volver a mi casa a cantar. Esta oportunidad tiene una connotación emocional especial: es la imagen del hijo que se fue y de la vieja, que en mi caso es la gente, que lo espera con los brazos estirados.

- ¿Alguna vez pensó que iba a pasar tanto tiempo?

- No hubo nada planificado, se fueron dando así las cosas. Creo en la causalidad, no en la casualidad; Dios lo programó así y él sabrá por qué.

Ortega estará tan acompañado por sus fanáticos como familiarmente solo. “Quería venir mi hijo Luis, pero se fue a Canadá, al festival de cine de Toronto; el resto está trabajando”, justifica.

Esa sensación potencia su nostalgia, atravesada por el recuerdo entrañable de su padre, Juan Ortega. No menciona directamente la muerte, quizás como forma de desorientarla, pero la figura de la parca sobrevuela esta parte de la entrevista.

“No sé cuántas veces más voy a poder volver a cantar a Tucumán. Inevitablemente estoy más cerca del día de regresar con las alas plegadas y quedarme para siempre acostado al lado de mi padre, como cuando era chico. El tiempo inexorablemente va pasando”, describe.

- Para ese momento falta todavía mucho pero, ¿es una decisión tomada que lo traigan acá?

- Sí. Quiero estar a su lado, porque siento una enorme gratitud hacia él. No sé cómo me voy a presentar ante él, pero lo haré sacudiéndome el polvo del camino y preguntándole si se acuerda de ese chico que le pidió permiso para irse; quiero decirle: estoy de vuelta, con golondrinas en mi imaginación y el polvo del mundo. Antes del show, sólo me pasa por la cabeza comer unas buenas empanadas y luego ir al cementerio a visitar la tumba de mi viejo.

- ¿Uno siempre está volviendo?

- Uno siempre está relacionado con su pasado y cuantos más años pasan, más se regresa. Aníbal Troilo me decía, cuando hablaba del barrio, que uno siempre está volviendo al barrio y que, de alguna manera, lo hace con el recuerdo. La gente me trae a los shows fotos de mi casa, de la estación del ferrocarril de Lules y del río donde de chico me iba a bañar.

- ¿Cada vuelta es diferente de la primera?

- La primera vez que volví, ya de madrugada, al final de un recital, les pedí a los músicos que me acompañen a mi casa donde nací en el Ingenio Mercedes, la número 24. Estábamos en la puerta y pasó una pareja que llevaba una bicicleta, y la mujer dijo en voz alta ‘mirá esos locos, a la hora que vienen a ver la casa de Palito’. Y era yo quien estaba ahí. Era tanta la manifestación de gente, tanta la concentración, que al segundo día el gobernador Celestino Gelsi me pidió por favor que me vaya porque no me podía brindar más seguridad, y me ofreció el avión oficial.

Palito atiende a LA GACETA en un alto en la grabación de su nuevo disco, que saldrá en marzo porque está atrasado. Habla por casi una hora, con un color especial en la voz teñida de recuerdos y de deseos. Quizás esta noche se pueda oír uno de sus temas a estrenar. Y lo describe:

“La canción habla de mi niñez, y en un pasaje nombro a LA GACETA: ‘jugué a la pelota descalzo en las calles de tierra/remonté barriletes de papel de GACETA’. Es la historia mía, que de chico quería ser grande y andar por el mundo; un día se da cuenta de esos sueños y de esa ansiedad de ganarle al tiempo, y lo hace reflexionar y decir que si tiene alguna chance de pedirle algo a la vida, ‘me gustaría volver a ser el niño que no fui/ para volver a jugar otra vez en la calle’. Es el resumen de mi vida. ‘No te apures tanto, decía mi padre/, pero ya mis sueños andaban de viaje./ Tal vez sin querer le robé a mi vida/, toda la inocencia que entonces tenía’”.

- ¿Costó mucho el salto al mundo?

- A los 15 años me largué y luego sentí que había adelantado los tiempos. La inocencia era soñar y soñar. La primera vez que llegué a Nueva York, miraba los edificios enormes y tenía en mi memoria una fotografía de mi pueblo. Pensaba: yo salí de un lugar de casitas pequeñas y mirá dónde estoy ahora.

- ¿Qué sueños había entonces?

- Eran sueños tridimensionales y en colores. Muchas veces se paraliza uno aún siendo un hombre optimista, porque me pasaron muchas cosas. Este retorno me hace pensar mucho, después de haber andado por 1.000 escenarios diferentes, haber cantado en países donde no hablaban mi idioma, haber hecho tantas películas, haber traído a Frank Sinatra y haber tomado copas con él... Los años me van haciendo meditar.

- Es un cantante del mundo.

- Hace poco estuve en Colombia y cuando largo “La sonrisa de mamá” la gente se puso de pie a cantarla; entonces me callo y los dejo cantar a ellos. Siempre me sentí muy querido, muy privilegiado por artistas de todos lados, desde Cantinflas en México a Doménico Modugno o Adriano Celentano en Italia. La vida me dio una enorme felicidad. En Alemania cantaba “Yo tengo fe” por fonética, que me costaba una barbaridad. Hice cosas que no pensaba aún teniendo gran imaginación, cuando caminaba por las colonias donde vendía LA GACETA de niño.

El cantante promete que no va a faltar ni una sola de sus canciones más conocidas, junto a alguna sorpresa, pero no sabe cuánto durará su presentación. “La base es de una hora y 15 minutos, pero puede llegar a una hora y 40 minutos porque el artista propone, pero el público dispone. Eso sí, no soy de muchos bises, sólo uno, porque me gusta entregar todo lo que tengo, hacer todo en el momento en que uno está ahí.

- Y de acá al Colón...

- En noviembre voy a cantar en el Teatro Colón. Me acuerdo que hace décadas me saqué una foto golpeando la puerta para una nota y ahora voy a estar en su escenario.

- ¿A qué se debe la popularidad de sus temas?

- Mi propuesta siempre fue que canten todos. Así penetró en las capas más populares, se identificó enseguida con ellas, tomó mis canciones e inmediatamente la llevó a las calles, a los estadios y a los templos. Tal vez simplemente se trató de que yo las traje de esos sitios.

- ¿Dónde queda el artista?

- Es un puente que le da la forma al sentimiento que anda flotando por ahí, a las miradas y vibraciones que uno recoge. Aún antes de que vuelva (Juan Domingo) Perón (1973), veía caras sonrientes de esperanzas nuevas; lo percibí tanto que salió “Yo tengo fe”, y se cantó en cuanta manifestación había.

No sólo la música ocupó las pasiones de Ortega; también la política, aunque hace más de una década que la haya abandonado.

- ¿Cuál fue su mérito como gobernador (1991-1995)?

- Mi mayor virtud en esa etapa fue que me rodeé de la gente más capaz de Tucumán. Pregunté por ellos y los llamé, no venía a administrar una provincia condicionado por un partido político o porque sean de una provincia u otra. Sufrí muchas observaciones desde el peronismo, pero conmigo estuvieron funcionarios que no estaban afiliados, pero que eran capaces como Pola Ledesma, en Educación, donde puse todo. Tucumán tenía el récord de falta de días de clases, había chicos que venían de ciclos con 80 o 90 días de clase por año por conflictos permanentes. Era una generación perdida. Tuve diferencias con el gremio docente, pero sólo pedía que no cierre un día una escuela.

- ¿Fue la única crítica?

- No, Paulino Ríos no era del peronismo y estaba en Economía; Ricardo Falú no estaba afiliado y tampoco Alfredo Miroli. Me rodeé de profesionales e hicimos muchas cosas que sólo se notan cuando pasa el tiempo y se puede comparar con los Gobiernos siguientes. Hicimos la terminal de ómnibus y la avenida Belgrano; impulsamos el programa de erradicación de escuelas rancho; dignificamos la vida de los más humildes en sus casas, creamos el warrant para aumentar el precio del azúcar; me peleé con Domingo Cavallo para que no entre azúcar del Brasil y diversificamos la industria con el citrus. No es un mérito sino una obligación defender el aparato productivo de la provincia. Pero cuatro años no son suficientes para hacer todo lo que uno quiere, y menos con una coparticipación muy limitada que condiciona la gestión.

- ¿No pensó en reformar la Constitución para la reelección?

- Me lo propusieron y me negué terminantemente a hacerlo. No correspondía por la ambición de querer seguir.

- ¿Lamenta haber incursionado en la política?

- Para nada me arrepiento, estoy feliz de la vida de haber sido distinguido con esa responsabilidad y si el tiempo fuera para atrás, aún habiendo vivido todo lo que viví y con la experiencia acumulada, lo volvería a hacer de mil amores. Yo me subí para hacer un viaje, a veces se descarrila, hay un tironeo, pero se viaja. Más cómodo está el que se queda sentado al costado mirando pasar el tren, quieto para siempre.

- ¿Cómo ve Tucumán y el país?

- No la veo, estoy lejos. El país vive el mismo clima que siempre que se aproxima un cambio: se retrae la producción y las inversiones hasta ver qué va a pasar y cuál es el nuevo Gobierno, lo que crea un conflicto bastante serio en el aparato productivo. Hay un clima de expectativa por lo que va a venir más que lo que cómo va a terminar este. No estoy metido en la política como para hacer un comentario, sólo soy un ciudadano que observa desde afuera. La Argentina tiene todos los recursos para su recuperación en el campo y en la exportación de carne y de granos.

- ¿Cuál fue su mayor alegría?

- Abrazar a mi padre cuando fui nombrado gobernador. La satisfacción de ese obrero del ex Ingenio Mercedes no se puede comparar con nada. Mucha gente no llega a comprender lo que significó para un chico que salió con un par de zapatillas gastadas, de un pueblo donde no había agua potable, los baños eran públicos y las calles de tierra, y no había comisaría, Iglesia ni registro civil. Son vivencias muy potentes.

Comentarios