Historias salvajes
Cuatro arrebatadores fueron atrapados por vecinos entre el miércoles y el domingo. Uno era un adolescente de 17 años que le quitó un celular de las manos a una bebita a quien su abuela, María Catania, tenía en brazos, en un drugstore de avenida Belgrano al 2.700. Los otros arrebatadores tenían 18, 19 y 14 años, y las víctimas fueron sorprendidas en Rivadavia al 2.800 (Ivana Cruz, le sacaron la cartera), Rivadavia y Chile (a María Florencia Sal también la despojaron de la cartera) y Laprida al 1.200 (la víctima fue Claudio Argañaraz, a quien le arrebataron la billetera).

Otros arrebatadores lograron escapar; uno de los casos, ocurrido el jueves a la noche en Muñecas al 1.400, fue terrible para víctima, Carolina Alurralde, quien recibió un balazo en el cuello. Los asaltantes, un hombre y una mujer, huyeron con su cartera en moto. Cerca de allí, en Junín 1.964, fue asaltada y amordazada por cuatro hombres Alicia del Valle Oro, empleada de la familia Lumetto, que se dedica al transporte. Los ladrones -tres con overol gris y otro de saco y corbata- entraron con engaños, le pusieron un trapo en la cabeza y estaban por desvalijar la vivienda cuando llegó un plomero, René Ayala, que estaba citado para hacer arreglos. Los cuatro huyeron. Uno de ellos circula en un minicooper, según describió el plomero. Otra mujer fue asaltada y amordazada en esa zona, en Tambor de Tacuarí 1.362. Dos encapuchados sorprendieron de noche a Claudia Alejandra Nieva y le llevaron 30.000 pesos (entre moneda nacional y euros) que tenía ahorrados.

En esos mismos cuatro días hubo cinco robos de motocicletas y se produjeron ocho choques de autos con motocicletas (con lo que se entiende la aseveración del director del hospital Padilla, Marcelo Monteros, de que “cada cuatro cuadras encontramos un accidente de moto”). Hubo 15 denuncias referidas a agresiones, especialmente de mujeres que han sido golpeadas por sus parejas o sus ex; pero también entre vecinos (hasta una boxeadora apodada “Pantera” tuvo un malentendido con una vendedora ambulante en San Luis al 2.800). Algunos incidentes fueron graves: en Raúl Colombres al 200 fue herido de bala Héctor Rodolfo Pérez por un conocido que huyó en moto. Y un vecino de Villa Muñecas III; Héctor Paz, fue baleado por un tal “Chochán”, que le reclamó “porque hizo bajar la música”.

Un asistente a la bailanta de Junín al 100 dijo que a las 3 de la mañana del sábado orinaba en la vereda de una playa de estacionamiento cuando dos policías de una guardería lo golpearon y le quitaron el celular y $ 1.300. Y en esos días hubo también otras historias: una nena de tres años mordida por una perra (cruza de pittbull y de dogo) de su familia, en el barrio Las Piedritas, fue llevada en grave estado al hospital de Niños. En la zona de los barrios Yrigoyen y Toledo, al sur de la ciudad, una mujer denunció que su hija de 13 años se pierde durante días, junto con adictos, en las vías “donde le da a la pastilla, al alcohol, no va a la escuela y se la pasa consumiendo esa porquería...”

La mayor parte de estos hechos ocurrieron fuera del centro, en la periferia de la capital, en sectores que no cuentan con cámaras de seguridad ni con patrullaje policial, mientras la atención de la Policía -y de la sociedad- estaba puesta en el escándalo de robos y asaltos de Barrio Sur (donde se calcula que hubo 1.200 delitos contra la propiedad en lo que va del año, incluyendo 14 robos de motos por mes y cientos de arrebatos).

Fueron sólo cuatro días, resumidos en los partes policiales enviados a Tribunales. Se encuentran cosas que impactan y duelen, asustan, y muchas están perdidas en medio de cientos de insensibles informes escritos con jerga policial donde son confinadas esas historias salvajes del sufrimiento de la gente. Muchas de esas historias -como los robos de celulares, las denuncias de amenazas y agresiones- jamás serán resueltas y quedrán tapadas por la maraña burocrática.

Si se considera, como acaba de decir el fiscal Washington Navarro Dávila con respecto al barrio Sur, que sólo se denuncia el 40% de lo que ocurre, ¿estos partes dan una idea mínima de cómo es la vida en el salvaje oeste de esos barrios de la periferia? Lejos de la civilización, explican la sensación de vivir en una sociedad donde la violencia está al acecho. No alcanzarían para contarlas las páginas de un diario dedicado sólo a Policiales, sobre todo porque las respuestas de las autoridades -los megaoperativos- son una reacción, no un diagnóstico sobre un mundo que parece desmadrado.

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