Los libros van a la plaza para jugar con los lectores

Los libros van a la plaza para jugar con los lectores

Arte Rodante es una propuesta cultural que se suma a otras que recorren los barrios de la ciudad los fines de semana

UNA VISITA AL PARQUE. Un grupo de chicos revisaba los libros de Arte Rodante en el parque Avellaneda. la gaceta / fotos de inés quinteros orio UNA VISITA AL PARQUE. Un grupo de chicos revisaba los libros de Arte Rodante en el parque Avellaneda. la gaceta / fotos de inés quinteros orio
19 Septiembre 2014
Gregorio Herranz husmea entre los libros. No sabe cuál llevarse. ¿Será “Doña Flor y sus dos maridos”? ¿Alguno de John Grisham o del imperecedero Borges? Mientras lo piensa ceba mate y convida a los desconocidos que, como él, se acercan a un tablón. Más allá, Santi, de cinco años, desafía a su papá a un juego de ajedrez. Un telón negro cuelga de un soporte metálico y en el medio hay un micrófono de pie. Está listo para recibir a un “cuentacuentos” o al que se anime a pasar a compartir su talento. En la plaza suena una música alegre, cuelgan banderines de colores y hay mamás sentadas en el césped leyendo libros de cuentos a sus hijos. Situaciones como estas ocurren los fines de semana, cuando las bibliotecas móviles y los espacios de cultura visitan plazas y parques (ver “Otras propuestas...”).

Uno de estos espacios es Arte Rodante, creado por Fernando Ríos, un gestor cultural y empresario gastronómico que también impulsó la versión local de Acción Poética. “No solo tiene ideas, sino que es hacedor”, dice Mirta Litvak de Cohen sobre Ríos. Esta profesora de la carrera de Trabajo Social es una de las colaboradoras del espacio cultural que recorre la ciudad los fines de semana. “Las ideas que parecen mías no siempre lo son. Surgen y las alimentamos entre todos”, cuenta el gestor cultural.

En el caso de Arte Rodante hay dos palabras clave: libros y confianza. O una que lo engloba todo: la palabra. Es la que uno empeña cuando se lleva prestado un libro con la promesa de devolverlo para que otros también puedan disfrutarlo. El colorido trailer de Ríos se nutre de más de 300 volúmenes para adultos y otros tantos para niños. Todos fueron donados y la idea es que el que desee leer se lo lleve (se anota en una planilla el nombre, el teléfono, el mail y los días que se lo va llevar) y luego lo devuelva en uno de los 10 puntos habilitados: bares, locales y la feria.

“Es la posibilidad de que alguien lea el libro. Lo central es confiar en que volverá a la biblioteca”, señala Ríos. El espacio que se despliega cada fin de semana en una plaza diferente también integra un tablón con juegos y uno para pintar.

Pasaron varios meses hasta que Arte Rodante se concretó, porque se financió sin aportes de políticos. “Creo que la independencia es el gran valor de todo esto”, destaca Ríos.

Siguen llegando niños y adultos. Los libros pasan de mano en mano. Todo sucede naturalmente. Algunos tienen que escuchar de boca de otros que esos libros están ahí a cambio de nada. Hay un pizarrón que lo dice, pero son cosas que cuestan creer.

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