El riesgo de quedar sin una silla
La música electoral suena desde hace meses, cada vez son menos las sillas vacías y cada vez más los competidores del juego. No obstante, el único que sigue girando sin hallar su lugar es el intendente de la Capital, Domingo Amaya. Sin apuro evidente, el jefe municipal se esmera por no responder el único interrogante que queda por descifrar en el crucigrama político tucumano: qué rol pretende ocupar a partir de 2015.

Como esos perros huidizos que saltan de un lado a otro cuando se los quiere alcanzar, Amaya zigzaguea cada vez que se le presenta la ocasión de arrojar una definición sobre su futuro. La semana pasada amagó con un encuentro con el tigrense Sergio Massa y envió señales de coqueteo al precandidato presidencial, pero finalmente le esquivó a la cita con el hoy peronista disidente. El desaire le valió un reto público del propio Massa, quien le enrostró antes que nada ser el intendente de José Alperovich y enseguida lo desafió a ponerse los pantalones si es que tiene aspiraciones serias de poder. Puede que Amaya tenga razón en su teoría de que aún es prematuro arriesgar definiciones. Tampoco es menos cierto como argumenta que, si finalmente da ese paso opositor, al otro día sufrirá el apriete económico de la Provincia y de la Nación y que, así, se quedará sin oxígeno. Pero también es una realidad que, mientras el cielo comienza a clarear para sus oponentes, él sigue maniobrando bajo una densa bruma. En las oficinas municipales son conscientes de que el kirchnerismo institucionalizado les da la espalda y que escogió apoyarse en 2015 en la estructura alperovichista; aún así, apuestan a exponerse públicamente a partir de diciembre. La teoría amayista se completa con un escenario en el que el massismo se inclinará por él como el candidato en Tucumán y que, de sopetón, vendrá una oleada de legisladores e intendentes que dejarán el puerto de la Casa de Gobierno para navegar en nuevos y desconocidos mares.

El navío municipal se enfrenta con un contratiempo. Salvo que acontezca una traición o un portazo producto de algún capricho, Massa y el radical José Cano ya tienen un acuerdo que incluye el apoyo mutuo para las aspiraciones del tigrense de llegar a la Casa Rosada y del tucumano de hacer playa en 25 de Mayo y San Martín. Y el pacto supone que si Cano maneja el timón, el segundo lugar le corresponderá al Frente Renovador. A partir de ahí pueden interpretarse los gritos de Massa como un llamado para que el intendente se despierte, porque el único espacio aún disponible en esa barcaza es el camarote de acompañante. El problema es que mientras Amaya no quiere soltar el ancla para zarpar como segundo de nadie -ni de Cano ni de ningún alperovichista-, ya hay avanzadas peleas en los otros barcos por los lugares sueltos. El viernes, entre empanadas, el mellizo José Orellana aprovechó el clima festivo y anotició al tigrense que él hizo méritos suficientes para ser el compañero del radical Cano en esa aventura y que José Carbonell no debería ser agraciado con el primer salvavidas. En aguas profundas, Cano y Massa deberán resolver otros asuntos pendientes, como las postulaciones a intendente. Gerónimo Vargas Aignasse, uno de los que desde el principio arroja carbón para que la nave frentista avance a todo vapor, propone internas -o encuestas- para dirimir la candidatura en Capital.

De Amaya también se habló en la noche del jueves en el quincho del gobernador, y en términos similares a los que hizo públicos Massa. La única diferencia es que de boca de Alperovich esa noche no se escuchó ninguna crítica hacia el intendente. Algunos alperovichistas sostienen que el asado fue una excusa para relanzar la postulación de Juan Manzur y que a varios comensales la senadora Beatriz Rojkés les repitió que no tiene pensado pelear por la sucesión y que deberán aceptar a quien elija su marido. En realidad, la reanimación de la alicaída candidatura del ministro nacional comenzó a gestarse el viernes anterior cuando, en Buenos Aires, Alperovich y él departieron un largo rato. El mandatario le habría pedido a Manzur mayor presencia local y menos internismo. Quizá por eso el hombre que siempre ríe suspendió a última hora un mitin que había organizado con algunos legisladores para este fin de semana. A todos con los que habló, no obstante, les prometió regresar antes de fin de año.

Diciembre parece ser el mes elegido por todos para escoger definitivamente la silla que ocuparán, aunque ya todos sudan por temor a que la música se apague y los encuentre aún de pie.

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