A “Don Sanca” lo tapó el viento Blanco

A “Don Sanca” lo tapó el viento Blanco

Antenor Sánchez mira a su alrededor con espanto. Los toros desaparecieron bajo la ventisca helada y uno de sus hombres está muerto. Sabe que la culpa es suya: por orgullo y testarudez los enfrentó con la cordillera, donde el viento Blanco barre vidas y le demuestra al hombre su real e insignificante dimensión en la naturaleza.

El argumento de “El viento Blanco” renace en un librito con más polvo que páginas hallado en el fondo de una caja guardada quién sabe cuando. Es un tomo que agrupa relatos de Juan Carlos Dávalos (1887-1959). Los personajes que pueblan sus páginas, como Amadeo Alzogaray, Loreto Peñaloza y Heriberto Calloja, encarnan una idiosincrasia que se ha ido licuando en nuevas maneras de concebir el mundo. Por eso, leer los textos de este salteño -descendiente de una hermana de Güemes- entre el cemento de la ciudad es un pequeño acto de esperanza. Porque rescata una manera de encarar la vida que, si aún existe, está recluida (de a ratos) en peñas, en algún monte oscuro o en el aislamiento de la puna.

Lástima que para llegar hoy a las obras de “Don Sanca” lo más efectivo sea la casualidad: un hallazgo inesperado; coincidir en una librería con una reedición de ejemplares escasos o encontrarse con un salteño generoso que ofrezca prestar un ejemplar-tesoro (sin contar algunos al alcance en internet). Es que su obra parece haberse vuelto invisible, como los toros de Antenor Sánchez, cubiertos por el viento Blanco.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios