Barrio Sur, entre Pampa y la vía
El operativo “Pampa” fue la gran aspirina usada el miércoles para calmar los ánimos de los vecinos que renegaban por la inseguridad en barrio Sur. Unos 100 policías de la Regional Capital (estaban anunciados agentes de la Federal y de Gendarmería) hicieron controles fijos y móviles, deteniendo autos y motos y examinando papeles. El operativo de “limpieza” ha sido la respuesta que los vecinos van a analizar en 15 días más, luego de las promesas de los funcionarios y tras momentos de angustia, expresados contundentemente en el reclamo de Luis Rodríguez Robledo, que el viernes pasado cruzó el auto en Lavalle al 400 para protestar porque su hijo fue asaltado y golpeado al entrar a la cochera la noche anterior. Por ello se anunció el remedio mágico: la Gendarmería haciendo recorridos a cuatro cuadras de la plaza Independencia, en lucha contra el delito callejero.

Está en duda, no obstante, que la realidad del barrio vaya a corregirse con un megaoperativo (este lleva dos días, pero el que se hizo en Alderetes hace dos semanas duró sólo ocho horas). En la reunión con los vecinos, el martes, quedó expresado cómo se organiza el sistema de seguridad, en función de la presentación misma de los comisarios que dieron la cara al vecindario: primero estaba el jefe de Operaciones del 911 (comisario Miguel Sosa), luego el de Jefatura de Zona (comisario Omar Alderete) y al final el de la Seccional 2a (comisario Ramón Miranda). Es decir, queda claro que para la fuerza de seguridad lo más importante es el 911. “Las comisarías tienen menos personal porque todos los recursos humanos se concentran en ese sistema”, explicó Alderete.

Pero el 911 es, en teoría, un intento de respuesta rápida a los hechos: van los móviles una vez que se ha producido el ataque. La prevención estaría a cargo de 14 paradas fijas para unas 300 manzanas, con agentes novatos que no conocen el lugar porque son cambiados a diario, que no dependen de la seccional 2a, sino de la Guardia Urbana. Y la comisaría aporta apenas cuatro motos y dos patrulleros. Si hay que hacer una denuncia formal, los vecinos deben ir a la seccional, donde rige el sistema clásico de atención por guardias de 24 horas. Cinco agentes que trabajan 24 horas y descansan 48 (es decir que se desconectan durante dos días), con lo cual están imposibilitados de seguir a diario los problemas del barrio, con una población de al menos 38.000 personas, según la estimación de los mismos comisarios.

El diseño de la tarea policial, en la última década, ha ido quitándoles sentido a las comisarías y dándoselo a los cuerpos especiales. Hace cinco años era la Patrulla Motorizada (el entonces jefe, el comisario Hugo Sánchez, decía que era el cuerpo más exitoso en la historia de la Policía) y ahora es el 911, cuyo jefe se jacta de haber detenido a 1.403 personas por delitos y a 988 por contravenciones en lo que va del año de sus funciones. Pero estos cuerpos no están en el barrio y sus tareas son organizadas por jefes que tampoco conocen el vecindario.

Sin embargo, el barrio Sur es uno de los lugares que podría ser bien estudiado, porque hay una tasa de denuncias mayor que en las violentas zonas periféricas. Con los informes de la Seccional 2a y los de la 1a se están realizando mapas del delito, según dijo el secretario de Seguridad, Paul Hofer. El problema es que la respuesta tradicional de la Policía no es suficiente porque no surge de un diagnóstico de lo que sucede. Por eso es que los vecinos reclaman: no es que no haya denuncias, sino que faltan respuestas. “Asaltan incluso delante de los policías”, cuenta Adriana Martín, una de las organizadoras de la reunión del martes. Ayer, la vecina dijo que estaba conforme con haber visto agentes patrullando las calles y secuestrando motos sin patente. No obstante, los vecinos se han organizado para comunicarse por Whatsapp y por Facebook y para controlar a los mismos policías. Temen el riesgo de quedar entre Pampa y la vía cuando se diluyan los efectos del megaoperativo.

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