Por Carlos Páez de la Torre H
02 Septiembre 2014
JOSÉ SEGUNDO ROCA. El militar condujo el relevamiento de 1858, junto con el periodista José Posse. la gaceta / archivo
En diciembre de 1856, el Gobierno Nacional resolvió que se levantara un censo en todas las provincias argentinas. En Tucumán, la medida se cumplió en agosto de 1858. El 30 de setiembre, los encargados de dirigirla, Segundo Roca y José Posse, elevaron al gobernador Marcos Paz un informe sobre los resultados obtenidos.
Expresaban que el relevamiento daba 83.545 habitantes para toda la provincia. Pero hacían una serie de consideraciones para relativizar esa cifra. A su criterio, era “inferior en más de 10.000 a la que debe montar, a juicio nuestro, la verdadera cifra de nuestra población”.
Expresaban que, en el Curato Rectoral, se habían omitido los poblados lugares de la Colonia y la Aguadita, y lo mismo pensaba que había ocurrido en los cuarteles y distritos empadronados. Si las 23 comisiones que habían actuado en esa zona no pudieron evitar tales defectos, “¿qué no habrá sucedido en la Campaña donde, además de la impericia de los hombres y las largas distancias, estos trabajos han estado librados a solo una o dos comisiones en cada departamento?”.
Agregaban que el empadronamiento debía haber sido insuficiente en el campo, y que faltaban relevar Amaicha y Colalao, además de que mucha gente ignorante se ocultaba pensando que los apuntes escondían algún daño.
Era curioso, por ejemplo, que en 1845 Monteros tuviera 10.226 habitantes, número que ahora apenas había crecido un 17 por ciento, dando 12.593, a pesar de que era notorio el aumento y el movido comercio de esa población. En suma, por este y otros muchos detalles, pensaban que “debemos establecer que pasa de 90.000 la suma de nuestra población”.
Expresaban que el relevamiento daba 83.545 habitantes para toda la provincia. Pero hacían una serie de consideraciones para relativizar esa cifra. A su criterio, era “inferior en más de 10.000 a la que debe montar, a juicio nuestro, la verdadera cifra de nuestra población”.
Expresaban que, en el Curato Rectoral, se habían omitido los poblados lugares de la Colonia y la Aguadita, y lo mismo pensaba que había ocurrido en los cuarteles y distritos empadronados. Si las 23 comisiones que habían actuado en esa zona no pudieron evitar tales defectos, “¿qué no habrá sucedido en la Campaña donde, además de la impericia de los hombres y las largas distancias, estos trabajos han estado librados a solo una o dos comisiones en cada departamento?”.
Agregaban que el empadronamiento debía haber sido insuficiente en el campo, y que faltaban relevar Amaicha y Colalao, además de que mucha gente ignorante se ocultaba pensando que los apuntes escondían algún daño.
Era curioso, por ejemplo, que en 1845 Monteros tuviera 10.226 habitantes, número que ahora apenas había crecido un 17 por ciento, dando 12.593, a pesar de que era notorio el aumento y el movido comercio de esa población. En suma, por este y otros muchos detalles, pensaban que “debemos establecer que pasa de 90.000 la suma de nuestra población”.
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