Los árboles como pilares de la Tierra

Los árboles como pilares de la Tierra

30 Agosto 2014
Un viejo proverbio hindú sostiene que los árboles son los pilares de la Tierra y que, si los cortamos, el cielo simplemente se nos viene encima. Ayer, cuando celebramos el Día del Árbol, esta sentencia zen nos recuerda que aquí, en Tucumán, esas columnas de troncos y ramas están prácticamente en déficit. Por eso vale la pena recordar algunas de las ventajas que este ser magnífico, imprescindible, infravalorado y menospreciado en nuestra sociedad, nos aporta: sus hojas hacen disminuir la temperatura ambiental hasta cinco o seis grados, aumentan la humedad del ambiente, provocan la lluvia, producen oxígeno y consumen el CO2, retienen las partículas contaminantes y el polvo del aire, aportan biodiversidad, filtran el viento, hacen de pantalla contra el ruido, ordenan los espacios urbanos, motivan sensaciones psicológicas de relax y bienestar, invitan a caminar. Los expertos aseguran que el aire puro y la baja contaminación ambiental son los factores fundamentales de una ciudad sana. Una metrópolis saludable, dicen, tiene un promedio de 12 metros cuadrados de espacios verdes por habitante. La ciudad con más parques, árboles y plazas de la Argentina es Rosario, un ejemplo de crecimiento respetando el entorno y la ecología. San Miguel de Tucumán está muy por debajo de este parámetro. No sólo porque hay sectores donde el verde está prácticamente ausente (el microcentro, por ejemplo), sino porque los pocos árboles que hay en las calles y avenidas, están en un estado deplorable. La Municipalidad reconoció esta carencia. Y, por esa razón, lanzó meses atrás un relevamiento que servirá, según se anunció, para poner en marcha programas de reforestación y mantenimiento.

Otros municipios, también implementaron planes de reforestación. El más ambicioso y el que lleva la delantera por su originalidad, es el de Tafí Viejo, donde se plantaron una gran cantidad de árboles de entre seis y ocho años, de cuatro a cinco metros de altura, para evitar la depredación y asegurar su subsistencia en el tiempo. Yerba Buena también está haciendo lo suyo. Pero es en la metrópolis donde la carencia de verde se hace más palpable. Desde esta misma columna hemos abordado varias veces la necesidad de atender el déficit de árboles en la ciudad. Sin embargo creemos necesario insistir con un par de cuestiones. En primer lugar, con la idea de que, sin lugar a dudas, los árboles mejoran la calidad del aire pues son agentes activos que reducen la contaminación atmosférica. El tráfico, las bocinas, los gritos y las obras resultan atenuados así por los follajes verdes, que cumplen una función de aislantes acústicos, retrasando o, incluso, deteniendo las ondas sonoras. Por eso es importante su reposición y, sobre todo, su mantenimiento. Es inconcebible, entonces, que después de tantos años los naranjos de las peatonales sigan sufriendo la desidia de las autoridades y el embate de una población que no sólo no los cuida, sino que los usa para todo menos para lo que realmente sirven. En este sentido, es muy positivo que la Municipalidad haya tomado la decisión de reemplazarlos por lapachos. Un árbol que no sólo engalana el paisaje con sus impactantes flores de agosto, si no que además también es capaz de curar. Como lo demostró un grupo de alumnos tucumanos. Confiemos entonces en que en el Día del Árbol las autoridades municipales sientan la necesidad de invertir en plantar árboles más y mejor. Esto sería un gesto más económico y más ecológico que cualquier rediseño de la ciudad.

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