Propuesta ofensiva
Hace ya bastante tiempo, luego de soportar años de humillación tecnológica con la recepción de miles de correos electrónicos en mi casillero sobre tónicos capilares que me devolviesen lo perdido hace muchísimo tiempo (lo que acreditaría más la realización de un milagro que el mérito médico suficiente como para obtener el Premio Nobel) y otras ofertas vergonzantes referidas a mi cuerpo, comenzaron a llegarme las cadenas de propuestas de que me darían dinero si pudiese ayudar a pobres huerfanitos africanos a recuperar una cuantiosa herencia.

Como a esta altura ya todos sabemos, es una trampa destinada a obtener los datos personales de los incautos para ser usados en el blanqueo de dinero o en otras trampas del caso. Como no compré ungüento alguno ni difundí cuentas bancarias en las redes, me esperancé con que mi nombre pasara al olvido. Jamás ocurrió mi deseo, pero desde el año pasado, la táctica cambió.

Ahora me invitan a congresos y convenciones inexistentes, por supuesto con la tentación de que está todo pago. Las convocatorias son definitivamente atractivas, porque abarcan hasta la realización del trámite de visa, en caso de Estados Unidos. Además, siempre está el sentido humanitario de por medio; por ejemplo, la Organización Internacional para los Derechos Humanos quería que fuese primero a California y luego a Nápoles (Italia) a participar de una conferencia internacional bastante amplia: me explicaban que se iban a debatir el abuso infantil, el sida, el racismo y la trata de personas. Si bien la mezcolanza era extraña, sonaba muy interesante de ser cierto. Obviamente era todo fraudulento, y la primera sospecha surgió cuando la carta no tenía membrete ni estaba dirigida en forma personalizada a mi nombre, sino con una referencia general. Además, una vez más, me pedían todos los datos, incluso los que no hacen falta para trámite alguno.

Ante la duda, lo mejor es chequear por Internet en la Unión Internacional de Asociaciones si existe o no la actividad de referencia (www.uia.org/fraud-monitor).

Pero lo que realmente me indignó fue una carta de una tal Jane Williams, quien me escribió para pedirme que la ayude a distribuir, entre obras de caridad, U$S 17,5 que había recibido de herencia de su esposo fallecido. No millones o centenares, ni siquiera decenas de miles; apenas U$S 17,5, poco más de $ 250 al cambio del dólar blue. Soy consciente de que en la Argentina estamos en constante crisis económica, pero tratar de convencerme por ese monto me parece que ya es el colmo de lo miserable.

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