La economía no termina de madurar
Los dólares ya no están ni debajo del colchón ni de una baldosa. Están en todos lados, en forma de intermediarios. No sorprende. En una economía como la tucumana, que acusa un 40% de informalidad en todos los aspectos, pululan los intermediarios. ¿Quiénes son? Los viejos arbolitos; aquellos pasamanos o, simplemente, oportunistas que han encontrado la forma de aprovechar la “ola blue”. Todo vale en un país que no termina de acomodarse, en el que la recesión es moneda corriente y el desempleo acecha en cada rincón. El cepo cambiario ha hecho su parte: por un lado, tornó visibles a aquellos que no querían declarar sus bienes, transformados en dólares; pero, por el otro, alimentó al mercado paralelo. El dólar está en el ADN argentino. Hay otras formas de ahorrar, pero hacerlo en la divisa estadounidense es la obsesión de cualquier mortal de esta parte del mundo. “Estaba parado intentando comprar una revista. De repente, se abren los diarios y un tipo, con acento extranjero, sale entre los papeles y me ofrecía verdes de los buenos”, contó un colega que hace poco vino de Buenos Aires. Su sorpresa fue mayor. El surrealismo lo persiguió mientras caminaba por la avenida porteña de los teatros. “El tipo me contó que había otro paisano que también se dedicaba a vender dólares. ¡Era el florista!”, exclamó. Parece un chiste, pero es real.

Las leyendas urbanas también se trasladan hacia la City tucumana, allí donde los árboles y los vehículos hablan. Vender blue no es mal negocio en estos días recesivos. Ayer, el dólar paralelo se llegó a ofrecer a $ 14,50 en la punta vendedora. La diferencia respecto del valor que se difunde en Buenos Aires suele ser de entre $ 0,25 y $ 0,30, debido al costo de traslado, señalan algunos inversores con conocimiento del manejo de la City local. Fue siempre así en las casas de cambio oficiales.

La divisa informal es muy fluctuante y nadie arriesga a decir cuánto puede llegar a costar al final de la semana (los viernes son jornadas de fuerte movimiento porque la cotización cede un poco). Comentan algunos operadores que las transacciones pueden llegar a los U$S 400.000 semanales en tiempos tranquilos. Pero que en períodos como los actuales, el movimiento se reduce a la mitad. Son sólo comentarios, pero hay demanda de blue, aunque con tanta incertidumbre son muy pocos los que quieren desprenderse de los dólares. Aún más, cuentan que en Tucumán hay oferta foránea, como en Buenos Aires. No en vano, el ministro de Economía de Bolivia, Luis Arce Catacora, dijo días pasados: “les digo algo que les va a asombrar y he visto en la frontera: los argentinos han comenzado a ahorrar en bolivianos porque están confiando en nuestra moneda”. Era la mitad de una verdad; la otra es que hay quienes se atreven a pasar las divisas estadounidenses desde el vecino país, según aclararon los operadores de cambio instalados en la frontera con Bolivia.

El dólar informal sube, pero después se toma un descanso. Y esta ha sido su conducta desde que el 23 de enero, el Gobierno oficializó la devaluación del peso argentino. El blue es oportunista; le sigue la corriente a la inflación del Congreso. Si esta se dispara este año un 40%, el dólar informal también lo hará. El problema es que los argentinos miramos más esa película que la “Historia Oficial”. El dólar que cotiza en las agencias autorizadas también experimenta correcciones pero, como vale menos, el ahorrista no lo mira. Ese es el gran error, porque en el momento menos pensado, la brecha que separa a uno de otro se achicará paulatinamente. En otras palabras, la economía se adaptará al nuevo valor oficial, con todos los aumentos que ello implica. Para saber la velocidad del movimiento del tipo de cambio no hay que perder de vista el precio de las naftas. Ese suele ser el combustible que dispara los precios de la economía, como en otras épocas. La historia se repite.

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