La estática del poder
El poder está padeciendo un efecto casi parecido al de la electricidad estática: la acumulación de un exceso de energía, que aún se mantiene aislada, pero que en algún momento puede explotar. Todo lo que gira alrededor del núcleo (el gobernador) trata de tener cierta influencia en el mandamás. A José Alperovich, en ese contexto, le está cayendo la ficha de que un año de gestión ya no es mucho. A medida que pasan los días, sus decisiones son más discutibles; no tienen tanto peso entre sus referentes. Al mandatario le cuesta leer e interpretar las encuestas. La última que está en proceso de elaboración puede inclinar la balanza para algunos de los contendientes que se han largado -varios de ellos en soledad o con la tutela inicial del actual conductor del Poder Ejecutivo- a la carrera electoral. Por eso, Alperovich mira hacia atrás. No quiere que se repita lo que le pasó a Julio Miranda que, aunque en 2003 se tuvo que tomar un avión a Buenos Aires porque en Tucumán ya nadie lo contenía, pudo estar más que tranquilo a sabiendas de que -al menos- poseía un paraguas protector en la Casa de Gobierno. El jefe del Ejecutivo cavila. Hay tres situaciones que lo desvelan:

• El heredero. El hoy no es igual al ayer. Alperovich trató en todo momento de construir la imagen de un candidato que le respondiera en todo momento, de tal manera de sostener en el tiempo su rol de conductor. Ese hombre era Juan Manzur, el ministro de Salud de la Nación. Sin embargo, la situación ha cambiado. El vicegobernador en uso de licencia encontró otros padrinos que pueden impulsarle la postulación como gobernador de Tucumán. En el camino se le cruzan las aspiraciones de la senadora Beatriz Rojkés. Ella siempre ha mostrado su interés por suceder a su esposo en el cargo. Las pintadas, en una potencial fórmula con el actual ministro del Interior, Osvaldo Jaldo, dan fe de que sus aspiraciones son serias. En la Casa de Gobierno creen que el contrincante electoral surgirá de una alianza pluripartidista, en la que incluyen hasta el propio intendente capitalino, el justicialista kirchnerista Domingo Amaya.

• La familia. En 2007, cuando los Alperovich arrasaron en una de las batallas electorales más dominantes, el gobernador había barajado la idea de que su mandato duraría dos períodos. En aquella oportunidad, su familia le había pedido que haga un alto por el desgaste que le producía tanta exposición. Hoy parece reeditarse aquel pedido, aunque la familia sigue firmemente atada a la política.

• La lapicera. Cualquier político le tiene miedo al llano. El día después de dejar el despacho de la Casa de Gobierno puede ser traumático para Alperovich, por el solo hecho que no tendrá el poder que le proporciona la “lapicera” del gobernador. Todo a tiro de decreto. Sin embargo, la carrera puede continuar hacia el Senado. El año que viene se renuevan las dos bancas por Tucumán y el apellido Alperovich puede seguir vigente en la boleta partidaria. También el recambio puede servirle al mandatario para pagar favores políticos. En ese contexto, se menciona que el actual secretario de Obras Públicas de la Nación, José López, puede llegar a tener asegurada una buena posición en la nómina de diputados nacionales y, en el peor de los casos, un lugar entre los postulantes a la Legislatura.

En el medio de todas estas especulaciones, el gobernador tendrá más definidas las piezas del rompecabezas electoral hacia octubre, a un año vista de las próximas elecciones. Sin embargo, hay un factor no menor que se abrió en la puja de poder: el gremial. El recambio de Jorge Gassenbauer por Edmundo “Pirincho” Jiménez en Gobierno ha vuelto a fojas cero la relación entre el alperovichismo y el sindicalismo tucumano. El ministro plenipotenciario tiene la misión de reconstruir lazos antes de que las próximas paritarias minen la carrera electoral.

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