El incomprensible destino del Museo Ferroviario

El incomprensible destino del Museo Ferroviario

15 Agosto 2014
Los Talleres Ferroviarios de Tafí Viejo forman parte de la historia de nuestra provincia. Durante más de seis décadas fueron el motor laboral y económico no sólo de esta ciudad colgada de la sierra de Taficillo, sino también de toda la región. Su planta fabril era una de las más grandes de América del Sur y, en 1950, llegó a emplear 5.663 trabajadores que producían 24 vagones de carga, 11 coches de pasajeros y dos locomotoras a vapor por mes. Un récord impresionante que aún sigue vivo en los roídos y destechados galpones de la fábrica. Por eso resulta incomprensible que, después de que la Comisión Provincial de Patrimonio firmara la “protección preventiva” para la totalidad del complejo, el Museo Ferroviario siga cerrado al público a causa de una disputa interna. La noticia, que había generado esperanza entre los trabajadores del complejo y también en la misma comunidad taficeña, se ve opacada por las diferencias que mantienen las autoridades de los talleres con los integrantes de la ONG Amigos del Museo y los Talleres Ferroviarios. “Está cerrado porque ellos no entregan la llave. Pretenden hacer lo que hacían hasta el año pasado: estar dentro del museo sin trabajar y cobrando un sueldo como empleados. Ellos están para otra cosa; estamos en plena producción, no puedo tener dos operarios atendiendo el museo ocho horas. Hace tres semanas que les pedí la llave y no quieren dármela”, justificó Oscar Guzmán, el jefe de la planta. Se refería así a los operarios que hace nueve años formaron la ONG, hoy empleados de la empresa que explota la planta, Belgrano Cargas y Logística. Por su parte, el tesorero de la asociación, Ariel Espinoza declaró: “El ingeniero Guzmán desconoce el trabajo que hemos hecho como asociación en estos 10 años. Es vergonzante que no nos permita el ingreso a algo que hicimos nosotros”. Y aseguró que nunca se ha descuidado el trabajo para atender el museo, como sostiene su jefe: dice que lo hacían vecinos, vecinas y voluntarios cercanos a la Asociación.

Lo cierto es que, al margen de las razones que puedan esgrimir las partes, es un despropósito que un museo permanezca cerrado. Porque la razón primaria de un museo es justamente eso: exhibir los tesoros de la historia; en este caso, del pasado ferroviario taficeño. De hecho, en el gran galón se exhiben desde una sirena de bronce de dos metros, que es hermana de la del Titanic, hasta una misteriosa caja fuerte que permanece cerrada porque nadie sabe la combinación para abrirla y que resguarda un misterioso legado. También hay un vagón restaurado que funciona como biblioteca, una ventanilla de hierro que se usaba en la boletería de la estación, sillones de madera tallada traídos de Europa y un singular teléfono móvil que se llevaba por las vías cada vez que se hacían trabajos de campo y que era conectado a los cables de la red telefónica para llamar al taller. Todos estos tesoros deben ser compartidos. Ése es el deber de un museo. Y por eso no se puede entender que un conflicto de intereses frene la llegada de los visitantes. Creemos que, a partir de la declaración de protección por parte de Patrimonio, los responsables de los talleres deberían no sólo expandir la oferta del museo hacia el resto del complejo, sino también buscar la manera de que se inserte exitosamente en el circuito de museos importantes de Tucumán. Un trabajo en el que también deberían involucrarse la Municipalidad de Tafí Viejo y el Ente de Turismo. Porque el patrimonio ferroviario no puede seguir esperando a que pase el tren.

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