Una lucha sin descanso por la vida

Una lucha sin descanso por la vida

Los bebés que nacen prematuros en el sur de la provincia ya no deben hacer largos recorridos para conseguir una incubadora. En el hospital aumentaron la disponibilidad de camas, pero faltan recursos

NUEVA. La sala de Neonatología fue inaugurada hace menos de un año y ya trabaja al límite del desborde. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll NUEVA. La sala de Neonatología fue inaugurada hace menos de un año y ya trabaja al límite del desborde. la gaceta / fotos de osvaldo ripoll
13 Agosto 2014
Es muy frágil. Kiara parece una pequeña muñequita de juguete. Podría caber cómodamente en una caja de zapatos para chicos. Los pañales para prematuros le bailan en su diminuto cuerpo. Pero su corazón late fuerte. “Ella quiere sobrevivir. Es una luchadora”, dice la mamá, Milagros. No se separa ni un segundo de su bebé. La mira. Reza. Se le llenan los ojos de lágrimas. Sueña con llevarla a casa, con abrazarla, con verla crecer.

Milagros tiene sólo 16 años. Está de novia desde hace dos años con el papá de la bebé, Luciano Salinas, de 20. Ambos son de Alberdi, pero desde el 1 de agosto, día en que nació Kiara, el hospital Belascuain de Concepción se convirtió en la casa de ellos. Duermen en los bancos de las salas de espera y desayunan, almuerzan y cenan en el comedor del nosocomio.

“No la vamos a dejar sola nunca. Si está llorando, cuando me acerco se calma. Se nota que me necesita para seguir luchando”, dice la joven mamá. Tuvo un embarazo complicado y una infección hizo que Kiara precipitara su llegada al mundo. La bebé debería haber nacido el 26 de octubre. Se adelantó casi tres meses.

Con sus 900 gramos y 35 centímetros, Kiara sorprendió a los médicos porque sólo en sus primeras horas necesitó respirador artificial. Ahora, ya respira solita. Aunque los papás saben perfectamente que esto es un “minuto a minuto”. Los pulmones de la bebé y muchos de sus órganos no están totalmente desarrollados y, como mínimo, estará más de un mes en la Sala de Neonatología del hospital. Tiene que pesar dos kilos antes de partir a casa. Por ahora, la balanza marca 1 kilo 50 gramos.

La bebé es alimentada a través de una sonda con la leche que se saca su mamá. Y su minúsculo cuerpo requiere de una infinita batería de cuidados y tratamientos. Algunos días son más críticos y angustiantes que otros. El fin de semana pasado, por ejemplo, la niña tuvo un problema respiratorio y tuvieron que asistirla con oxígeno.

Kiara es una de las bebés más pequeñas que llegó a la Neonatología del hospital de Concepción. El servicio, que está a punto de cumplir un año de vida, ha alimentado la esperanza de muchos niños que nacen antes de tiempo en todo el sur de la provincia.

Hasta no hace muchos años los bebés que nacían prematuros en el sur debían hacer un largo recorrido (con todos los riesgos que esto implica) para poder ocupar una incubadora en un hospital o sanatorio de la capital.

La neonatología de Concepción tiene una capacidad de 36 incubadoras. Cuenta con toda la tecnología necesaria. Sin embargo, en el hospital siguen trabajando al límite del desborde y hay nueve incubadoras que no pueden ser utilizadas. Suena incomprensible. Hasta que llega la explicación: faltan médicos neonatólogos. “Es una situación crítica que se vive en todo el país y en muchas partes del mundo”, cuenta la jefa del del servicio de Neonatología, Aida Carrizo. La neonatología es una especialidad sumamente exigente y estresante, que requiere años de preparación y una constante actualización. Una profesión, además, en la que cuesta dejar de lado los sentimientos. “Es una especialidad que genera un gran compromiso y es estresante. Pero al mismo tiempo es algo apasionante, uno siente muchas satisfacciones cuando ve que los chicos se van bien de acá”, resalta la médica.

En su consultorio, un cuarto sencillo, resaltan sobre el escritorio la imagen de una virgen y un rosario.

La unidad que dirige cuenta con 13 médicos (11 son neonatólogos y dos son pediatras). Además, hay dos residentes y 60 enfermeras especializadas. “Es un servicio muy exigente que requiere un trabajo sin descanso. Este recurso humano, que se divide por turnos y guardias, nos permite cubrir la atención de 27 incubadoras. No es que no haya plata para contratar más médicos. Es que no los encontramos”, aclara la doctora, mientras muestra la sala dedicada a los prematuros.

Los dibujos infantiles en las paredes se mezclan con los máquinas, monitores y respiradores artificiales. Aquí, donde cada gramo cuenta, sacan adelante a bebés que nacen pesando desde un kilo en adelante. Hace unos años muchos de ellos no sobrevivían. Hoy, gracias a la tecnología y a la ciencia, la mayoría tiene muchísimas chances de vivir. “Pero no sólo hay que tratar de salvarlos, sino que también hay que evitar lo más que se pueda las secuelas. Para ello, hay que saber cuidarlos muy bien”, comenta Carrizo.

En esta lucha para rescatar los prematuros los padres son protagonistas activos. Pueden entrar o salir cuando quieran para unirse como como auxiliares a la tarea que desempeñan médicos y enfermeros. Lo sabe bien Cecilia Fares, de 26 años. Desde hace un mes no se separa de su pequeña Margarita. La bebé nació cinco semanas antes de lo previsto, después que la mamá tuvo un accidente. Dentro de la sala de Neonatología aprendió a cuidarla y a darle todo el amor necesario para que saliera adelante.

Cada incubadora está rodeada de historias de sacrificio y esperanza. Hay bebés muy frágiles. Hay rostros de angustia. Entre los murmullos, las alarmas de los monitores aturden. La intensidad es algo que aquí se respira con o sin barbijo.

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